El decrecimiento económico es una propuesta que, desde la economía ecológica, se ha sugerido como alternativa ante la crisis ambiental, la explotación laboral, el empobrecimiento y las relaciones sociales de despojo que el capitalismo heteropatriarcal ha impuesto vorazmente. Formulada por el matemático y economista Georgescu–Roegen, el decrecimiento económico sugiere una forma de producción que nos permita vivir mejor con menos. Y, para Letouche, no es en sí una opción sino una necesidad imperante: “Decrecimiento o barbarie”.
El sistema capitalista violento y de despojo, ha generado un ciclo desde el cual para producir, es necesario que se reproduzca la violencia y la explotación, donde la madre tierra y las personas somos vistas como recursos usables y desechables, desde la lógica de un sistema individualizante, que aísla y atemoriza a la población para promover el consumo y la subsunción de la vida a la acumulación de capital.
Ahora bien, tomemos un tiempo para reflexionar. En estos tiempos, que se nos demanda distanciamiento social, que nos invaden los temores ante la incertidumbre de los efectos que el pandémico coronavirus pueda tener en la vida de las personas y la respuesta de los sistemas de salud pública. En diversas regiones del mundo se ha anunciado el cierre de las escuelas, se han cancelado reuniones y eventos colectivos y masivos para evitar la aglomeración de personas. Algunos establecimientos, comercios y restaurantes han cerrado o únicamente funcionan con órdenes para llevar y entregas a domicilio. Las instancias gubernamentales operan en línea al igual que varias organizaciones no gubernamentales. El paisaje urbano se modifica, las calles se ven menos transitadas, los niveles de contaminación del aire han bajado debido a que circula una menor cantidad de autos.
El encierro demanda creatividad. Nuestra capacidad de convivencia se convierte en un eje fundamental para la salud mental y el control de estrés. El aislamiento afecta mayormente a los sectores de la población en condiciones de vulnerabilidad. Pero aunado a toda la tensión e incertidumbre, también se expresa la solidaridad en la comunidad. Trascendiendo la lógica de la acumulación de capital, vecinos ofrecen hacer las compras para las personas mayores o para quienes por alguna razón tienen movilidad limitada. Compartir alimentos no perecederos, redes sociales de apoyo, estar alertas del cuidado personal y el cuidado de la comunidad. Las redes sociales se han convertido en espacios de socialización y construcción de comunidad.
Se transita de enseñanza en aula a enseñanza en línea, reuniones de trabajo, se convierten en llamadas o video conferencias que permite a algunos trabajar desde el hogar. Pero no todas las personas pueden quedarse en casa, algunos trabajos demandan la presencia o se anula el pago. Debemos establecer mecanismos de solidaridad colectiva y los gobiernos están obligados a garantizar que toda persona puedan tener alimentación y servicios fundamentales en el contexto de contingencia. La urgencia del decrecimiento económico. Que todas las personas puedan estar en casa y tener las necesidades cubiertas.