No ocurrió el “fin de la historia” que Francis Fukuyama en rigor atribuía a los países “civilizados” occidentales y atlánticos (a-históricos), mientras condenaba a periferias y semi periferias (históricas) a una prolongada lucha con la dialéctica hegeliana. Para no ir lejos, Estados Unidos antes de la pandemia ya contaba con más de cuarenta millones de pobres a los que contiene o contenía a partir de una doctrina que además de policiaca, racista y clasista, es asistencialista; un lapsus paradójicamente comunista que, en la tierra de la ‘libertad’, transmuta mediante la alquimia capitalista como ‘derecho’.
La contradicción que persiste como lucha de clases –pero sin conciencia de ésta-, ahora no se expresa por el choque de bloques de tipo: soviético–estadounidense; “cortina de hierro”–“mundo libre”; comunismo–capitalismo; desarrollo–subdesarrollo, ni ¿izquierda–derecha? Como recuerda David Harvey, los problemas se resuelven, se concilian; las contradicciones solo desaparecen por una reforma de las mismas en un largo proceso histórico o por medio de una revolución. La más potente contracción de las civilizaciones gestoras del occidente hegemónico, hoy en decadencia, sigue latente: entre amos y esclavos.
El destacado geopolítico mexicano, Alfredo Jalife, acertado en varios de sus análisis prospectivos, sostiene que el mundo hoy se disputa entre globalistas y nacionalistas. Suele, además, ver como arcaica y en desuso la contradicción izquierda y derecha. Si bien es cierto el mundo ya no tiene dos bandos potentes con escatologías o finalidades antagónicas, esto no indica que la contradicción haya desaparecido. Muy por el contrario, en la zona atlántica invierten millones para desacreditar a la Rusia soviética mediante un falso reproche a una guerra mundial parida por nazis y comunistas en el pacto Molotov-Ribbentrop, igualando al atacante con el atacado. Un golpe a toda Rusia, pero que recaba en el fantasma ideológico comunista; y los enemigos se pueden desempolvar: la amenaza de ‘’volverse como Cuba o Venezuela” es argumento de las élites genuflexas para anunciar un retorno del comunismo.
En plena pandemia los ricos han incrementado 1.5 billones de dólares sus fortunas, mientras la pérdida de empleos reales e informales va en aumento y en el propio país que, según Reagan, era “la ciudad que brillaba sobre la colina”, las solicitudes de apoyo al desempleo opacan esa metáfora al sumar ya tres millones más la pobreza señalada. Si parece poco, varios países de Europa y algunos como Argentina y México, se plantean la nacionalización de empresas estratégicas para solventar la crisis que apenas inicia. Los sistemas sanitarios privatizados en Colombia, Chile y otros países, plantea la necesidad de poner bajo dominio estatal, el sistema de salud. ¿No parecen todas éstas, ideas de la izquierda?
Aquella contradicción fundamental hoy es más latente y es la médula de lo izquierdo y lo derecho; lo primero social, colaborativo, ambientalista y anti-economicista, lo segundo individual, emprendedor e híper financierista. Cambiar o esconder la semántica no cambia la realidad. Se hace imperativo asumir un bando franco y argumentado; el centro es pusilánime, urge la politización.
*Académico colombiano, Bogotá