Martes, abril 23, 2024

Cultura, dolor y ciencia

Destacamos

La primera es la parte más grata: en Tlaxcala, toreo y cultura se dan la mano, y la capital de ese estado se engalanará para recibir la visita de Francis Wolff, ampliamente conocido por los lectores de esta columna desde tiempo atrás, profesor emérito de la Universidad de París, filósofo de fuste y uno de los más reconocidos defensores de las corridas de toros como patrimonio de la cultura de Francia, España, México y un puñado de países más. Se trata, pues, de uno de los líderes intelectuales y morales del frente opuesto al furor taurofóbico desatado con particular ferocidad en el siglo presente, y está anunciada una conferencia suya para el próximo jueves 31 en el Teatro Xicoténcatl de la capital del vecino estado, en el marco de los eventos culturales programados en torno a la feria de Todos Santos que tanta tradición tiene entre los tlaxcaltecas, taurófilos o no.

Naturalmente, unos y otros están convocados y sin duda llenarán la sala, pues la altura intelectual de Wolff, la profundidad de su mensaje, el crédito universal que tiene su palabra, se encuentran muy por encima de filias y fobias.

“Ofensa y defensa de la tauromaquia”.  Antes, el miércoles 30, en punto de las 7 PM, será la presentación del libro “Ofensa y defensa de la tauromaquia”, del cual este columnista es autor. La obra, editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, no había sido puesta al alcance de los taurófilos tlaxcaltecas quién sabe por qué, tratándose como se trata de uno de los estados más taurinos del país. Fue escrita pensando en el aficionado a toros pero también en el neófito y, sobre todo, en cualquier persona interesada en conocer la raíz del debate desatado en pro y en contra de la tauromaquia, en su primera parte muestra lo que en realidad es la corrida –tan alejada de la imagen distorsionada que los abolicionistas han propagado–, y las razones que la sustentan en tanto expresión artística y patrimonio cultural; la segunda parte está dedicada al debate mismo, con una jugosa experiencia personal del autor como profesor universitario de ética empresarial; y la tercera se refiere con ejemplos concretos a la proyección del toreo hacia manifestaciones como las artes plásticas, la literatura y el campo audiovisual, entre otras.

Ofensa y defensa” es un libro escrito con pasión, pero se trata de una pasión filtrada por el análisis y armada de razones acerca de los valores que encierra el fenómeno social y artístico llamado de modo genérico corrida de toros. Y como los libros están hechos para leerse, nada colmará mejor los afanes de este columnista al concebir y ejecutar dicha obra que poder saludar personalmente a los amigos que gusten acercarse al Auditorio de la Coordinación de Comunicación Social del Gobierno del Estado en punto de las 7 PM el miércoles de la siguiente semana, día 30. Y es que, independientemente del autor, tendremos dos presentadores de lujo en los matadores tlaxcaltecas Uriel Moreno “El Zapata” y José Luis Angelino, con mucho de decir sobre el propio libro y sobre un tema que les atañe directamente, y alrededor del cual todos deberíamos estar dispuestos a cerrar filas con conciencia, temple y valor toreros.

Sangriento final de temporada. A propósito de la fiesta en tanto escuela de entereza humana y genuino estoicismo, las corridas finales de la feria de Zaragoza y de la temporada madrileña han dejado una estela de sangre que a punto estuvo de costarles la vida a dos toreros, matador uno, Gonzalo Caballero, y subalterno de a pie el otro, Mariano de la Viña, de la cuadrilla de Enrique Ponce.

Caballero cayó el 12 de octubre en Madrid, herido de suma gravedad al entrar a matar al tercer toro de Valdefresno luego de cuajarle una emotiva faena de muleta, apoyada en la valentía pero también en un crudo torerismo. Y cuando se volcaba sobre el morillo con absoluta verdad, “Clavelero” lo empitonó por la ingle y le partió la femoral derecha, percance de los que ponen en peligro la vida pero del cual, por fortuna, se está recuperando lentamente. La faena se la había brindado al doctor García Padrós, médico de plaza en Las ventas, en agradecimiento por sus atenciones profesionales y personales con motivo de la cornada sufrida en San Isidro, seria también aunque no tanto como la que el mismo facultativo y su equipo se verían obligados a tratar como toda urgencia al propio diestro del brindis en el propio coso venteño.

Esa tarde, por cierto, dio una lección de decisión y hombría el venezolano Jesús Enrique Colombo, que salió dispuesto a morirse y resultó milagrosamente ileso de varias cogidas, tras las cuales volvía al toro sin arredrase hasta conseguir cortarle una oreja a “Pomposico I”; y como se siguió arrimando, a punto estuvo de abrir la puerta grande con “Gañanito II”, el toro de Valdefresno que clausuró la temporada madrileña, solo que el presidente desestimó una nutrida petición, y el bravo sudamericano tuvo que resignarse a cruzar la arena a pie, seguido de su cuadrilla, luego de una aclamada vuelta al anillo. Primer espada fue Eugenio de Mora, que cargó con tres toros nada propicios y simplemente cumplió.

Zaragoza trágica. Los toros alcanzan el otoño español con sus cinco hierbas bien digeridas y un poderío que no todas las camadas tienen en primavera y verano. Sólo así se explica que la feria del Pilar se haya convertido con frecuencia en la más trágica del año por la gravedad de los percances que en ella ocurren. Y esto más o menos desde las décadas del 60 y 70 del siglo pasado, según podrían dar fe los gravísimos percances sufridos allí por Diego Puerta, Palomo Linares, Dámaso Gómez, Juan Ramos o, hasta por dos años consecutivos, 1987 y 88, José Ortega Cano.

También fue escenario el añejo y señorial coso de la capital de Aragón del percance en el que Juan José Padilla perdió el ojo izquierdo (07.10.11), y una tarde del año 2000, un toro se cogió dos veces a José Tomás, con tan fatal tino que en la segunda cogida profundizó con el mismo pitón el agujero en la parte posterior del muslo que ya le había causado en la primera. Y abundando en cierto sino infausto de esa plaza, resulta que las encerronas que en distintas épocas anunciaron dos toreros naturales de Zaragoza –Fermín Murillo en los años 60 y El Tato en los 90– concluyeron con ambos diestros en la enfermería y sin que pudieran coronar sus gestas.

También se habían registrado en Zaragoza percances de importancia sufridos por diversos subalternos, pero ninguno tan aparatoso ni tan extremadamente grave como el de Mariano de la Viña el pasado domingo 13 por el cuarto toro de Montalvo. Había salido dicho burel en reemplazo de uno devuelto por inválido y se emplazó de salida en los medios, hasta donde llegó con su capote Mariano para tantear el terreno antes de que entrara en funciones Enrique Ponce, su jefe de filas. Pero el animal no le dio tiempo de nada, pues acometió con tal ferocidad que lo cogió de lleno y se lo llevó, prendido y tirándole hachazos al cuerpo, hasta casi las tablas, de donde fue recogido en estado cataclísmico y llegó con paro cardíaco a la enfermería –es decir, virtualmente muerto. “Ni siquiera hubo tiempo para anestesiarlo”, referirían los médicos, que consiguieron reanimarlo tres veces en el curso de una cirugía de siete horas para reconstruir la femoral arrancada por el pitón y otros daños severos en las venas safena, ilíaca y en el nervio ciático, además de contusiones múltiples de cráneo y abdomen. Un caso verdaderamente extremo, y una intervención en la que el equipo médico tuvo que actuar sin dilación e incluso improvisar soluciones de reanimación sobre la marcha entre las siete de la tarde, cuando recibió al herido, y las tres de la mañana en que concluyó la complejísima cirugía.

Entre las cosas urgencias surgidas durante la operación estuvo la necesidad de atender de una cornada de dos trayectorias al matador Miguel Ángel Perera, herido por el sexto toro, que primero lo desarmó en el remate de sus lances de recibo y luego lo persiguió con saña hasta asegurar la presa. Cornada grave pero dentro de la normalidad, nada que ver con el espantoso percance de Mariano de la Viña.

El doctor Val–Carreres. Médico de la plaza de Zaragoza desde mediados del siglo XX, el doctor Carlos Val–Carrere es posiblemente el cirujano taurino español más notable de todos los tiempos. Su nombre empezó a sornar entre los aficionados a raíz de otra intervención casi milagrosa, la del matador sevillano Jaime Ostos en Tarazona de Aragón (17.07.63), con la femoral seccionada por un toro de Ramos Matías en festejo al que don carlos asistía como espectador. El doctor Val–Carreres, que continúa al frente del equipo médico de Zaragoza con plenas facultades, ha intervenido desde entonces infinidad de cornadas de todo tipo, y sus servicios fueron requerido con urgencia en numerosas ocasiones incluso fuera de Zaragoza. Dentro de su equipo, de gran reputación en todo el mundo taurino, figuran su hermano Antonio y su hija Pilar, una muy brillante cirujana.

Ultimas

De aprobarse la reforma de AMLO, jueces podrían ser electos por votación, apunta Sánchez Galindo

René Sánchez Galindo (RSG), consejero adjunto de Legislación de la Presidencia de la República de México, señala que, en...
- Anuncios -
- Anuncios -