En Atetelco, barrio teotihuacano, la artista Elizabeth Ross tiende su cuerpo sobre el piso de antigua cantera. Frente a un Calmecac, el espacio donde los hijos de los sacerdotes y nobles nahuas recibían educación, ella hace “una acción ritual mínima” con la que reclama su espacio, su existencia y la vida misma.
Ahí, frente a ese sitio cargado de fuerza masculina, acostada y sintiendo no la frialdad sino el calor de las piedras alumbradas por el sol, viendo el cielo claro que se ve en Teotihuacan, se “resignifica”.
Dicho ritual, que no acto performático como Ross precisa durante una entrevista, es parte del proyecto Reclaiming the ground- reclamando el suelo, que se mostrará por primera vez en Puebla.
Este viernes 18 de enero a las 19 horas, en la Galería Liliput, abrirá esta exposición que se integra por siete fotografías, una intervención a muro que imita aquellas pinturas rupestres con las cuales su obra encuentra resonancia, y una pieza de papel chino de 1.50 metros en el que aparece una cordillera, como parece su cuerpo tendido en el suelo teotihuacano.
La también gestora y periodista señala que en Reclaiming the ground– reclamando el suelo y en su obra misma, se cruzan varias líneas de manera transversal. Una de ellas, añade, es la mujer que significa “energía y vida”, y la fuerza de resignificación.
Otros más, apunta, es la identidad con preguntas sobre lo que significa habitar este país y ser mexicano, cuestiones que más bien son “ancestrales” como los mitos también presentes en su obra.
En su obra todo confluye, afirma Ross. Aquella figura, continúa, la ha encontrado en las pinturas rupestres, como ruina e incluso como acto artístico de una de las artistas más irruptivas de la escena como lo fue la cubana Ana Mendieta.
“Es una unión con la divinidad, es una conexión entre el cielo y la tierra, es el ser humano como ancla”, precisa.
Recuerda que, incluso, su primera acción ritual de este tipo ocurrida en Morelia, consistió en el dibujo que ella hiciera sobre su silueta en el piso, la cual cubrió con barro y maíz.
Señala que incluso estas formas ya aparecían en sus cerámicas trabajadas tiempo atrás.
“La llevé fuera de las piezas cerámicas y no fue sino hasta 2004, al llegar a ciertos sitios que me llamaban a tirarme al suelo y a convertirme en la Tierra, a reclamar el espacio, la energía femenina y la vida”.
Esa figura, acota Elizabeth Ross, llama a volver a lo primigenio, a decir que el cuerpo de la mujer y el cuerpo de la Tierra es una representación de lo mismo: el cuerpo que reclama .
Dicha síntesis, apunta, es una propuesta a unir el cuerpo humano con la tierra, a poner esa fuerza de vida sobre la fuerza masculina de la muerte, sobre todo en un contexto de violencia y desaparición.
“Es decir que seguimos aquí y que no vamos a ceder. Que seguimos existiendo y todas, por más pequeñas, no vamos a ceder”, dice en referencia a la manera en que las mujeres luchan por vivir.
La artista menciona que este proyecto es uno de sus favoritos puesto que tiene que ver con su labor de gestora cultural, un trabajo paralelo desde donde ha impulsado la obra de mujeres artistas. “Gestión -creación ha sido parte de la misma obra: soy bastante múltiple y camino muchos senderos”, dice con una sonrisa.
Resultado de esa labor, señala que este 2019 estará plagado de varios proyectos: la muestra en la Ciudad de México de la exposición Estirando el tiempo, que aborda la vejez a través del trabajo de varias artistas; además de los proyectos que montará en el Museo de la Ciudad de México y el Museo de Arte Popular, en este último con obra cerámica del proyecto Neotlallo: mi tierra, mi cuerpo, sobre el origen del barro y el maíz a través de la mujer.
Otros proyectos más, concluye, será una exposición sobre artistas mexicanas y chinas en el Museo de la Cancillería, así como la serie de conferencias sobre artistas mexicanas que brindará en China para el segundo semestre de 2019.