A 30 años de actividad volcánica, el Popocatépetl ha significado para los habitantes de Santiago Xalitzintla, lejos de un temor o un riesgo que sí es latente, por supuesto, el privilegio de tener de vecino a un volcán, consideró el cronista Guidelbaldo Agustín Cano.
Al rememorar los acontecimientos más importantes ocurridos a lo largo de estas últimas tres décadas y lo sucedido aquel 21 de diciembre de 1994 cuando el volcán “despertó” entre estruendos y cenizas, el miembro del Consejo del Crónica del Estado de Puebla señaló que ha sido un privilegio porque como comunidad han obtenido también una identidad.
Ello, afirmó, gracias al ritual de petición de lluvias y agradecimiento que se realiza cada 12 de marzo encabezado por el tiempero, los mayordomos y el pueblo, mismo que ha rebasado fronteras.
“A través de su actividad volcánica, incluso, los habitantes han sido beneficiados: de tener un solo camino tradicional que comunicaba con Cholula, se pavimentó una carretera que ya nos comunica con otras comunidades, a la par de los recursos para atender cuestiones del campo y de la salud”, mencionó durante una entrevista previa a la charla El volcán Popocatépetl, 30 años de actividad, que ofreció en la Sala Rodríguez Alconedo de Casa de Cultura.
Dijo que en tiempos mesoamericanos fueron los pueblos del valle Puebla-Tlaxcala quienes, influenciados por una tribu chichimeca, los tecuanipas que recorrieron el territorio y se asentaron en lo que hoy es la Sierra Nevada, forjaron el culto a los volcanes, vistos como puntos de identidad y considerados sagrados.
Prosiguió que en las comunidades cercanas al Popocatépetl, como Santiago Xalitzintla, desde la época prehispánica el volcán fue considerado una personificación del propio Tláloc, el dios de la lluvia, dándole un género masculino, mientras que a la Iztaccíhuatl se le asignó el género femenino en referencia a Chalchiuhtlicue, la diosa de las aguas terrestres.
“Esta asociación de un género masculino con un femenino significa la fertilidad para los habitantes. Por eso, mucho antes de 1994, los abuelos han subido a realizarle un ritual que consiste en una petición de lluvias, en un buen temporal, encabezados por alguien que tiene un don: el tiempero”, acotó Guidelbaldo Agustín.
Esta actividad, notó el cronista, dio protagonismo a los tiemperos, misioneros del temporal en Morelos o graniceros en el Estado de México, quienes encabezan el sentir de la población al tener el privilegio de tener una comunicación con esta deidad, una montaña constituida por un espíritu con el que la población se comunica a través de rituales.
Así, lo que sucede cada 12 de marzo es ya una tradición obligada, no por obligación o por ser realizada con pesar, sino por el entusiasmo de quienes buscan participar en estas festividades como los mayordomos, que al lado del tiempero, el pueblo y los visitantes, conviven en el ombligo del volcán, un antiguo teocalli que se ha conservado como punto de encuentro con la deidad. “La esencia es agradecer el buen temporal pero también pedir uno nuevo”.
Así, considera, el hacer crónica es dejar testimonio de lo que ha acontecido. “Estos 30 años son una generación. Un joven de 30 años ha dejado su infancia, su adolescencia, y está en un punto de madurez. Cuando despierta el Popocatépetl no había una generación que lo hubiera visto activo, pues tuvo 70 años en aparente calma, por lo que no hubo una persona que dijera que lo había visto en actividad. Fue todo nuevo para una generación, hay que dejar ese legado, hay que documentar lo que pasa en las comunidades”.
Destaca que paralelo a la charla, en los pasillos superiores de Casa de Cultura abrió una exposición con fotografías del volcán, sus paisajes y comunidades, tomadas por Osvaldo Cantero Sandré y Jesús Tapia Lezama “el Pistolero”.
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