El informe de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) del 30 de enero sobre la situación del agua a nivel nacional, revela que está en fase crítica, ya que de las 210 principales presas de México –que almacenan el 92 por ciento de agua de los embalses del país–, su nivel se encuentra al 51 por ciento.
El Sistema Cutzamala, del cual depende el 25 por ciento del agua para la Ciudad de México y varios municipios del Estado de México, está al 39.8 por ciento de su capacidad, de acuerdo con el monitoreo del Organismo de Cuenca Aguas. Este problema podría agravarse con la Ola de Calor en México y la proyección de un Anticiclón que favorece la sequía.
De acuerdo con el Centro Meteorológico, se tienen pronosticadas “5 Olas de Calor en México para 2024”, en las que habrá temperaturas mayores a los 40 grados centígrados en varios estados del país, principalmente en el norte, zona del Golfo y el sureste, así como parte del Pacífico. La Conagua estima que habrá una Ola de Calor en marzo, dos en abril, una más en mayo y la última en junio. A partir del sexto mes del año se espera el inicio de la temporada de lluvias, ampliándose hasta finales de noviembre. Los estados ubicados en el norte del país, serán de los más afectados por la sequía que se espera, y los del sureste por la alta humedad en la época de calor 2024. Para la Ciudad de México, se pronostica una temporada de primavera–verano especialmente caluroso, con temperaturas superiores a los 30 grados y que podrían rondar los hasta 35 grados.
Este fenómeno, exacerbado por los niveles récord de gases de efecto invernadero, plantea amenazas considerables, incluyendo, además de las olas de calor, inundaciones, crecidas y sequías. En los últimos nueve años, las temperaturas globales han alcanzado niveles sin precedentes, y la continua concentración de dióxido de carbono en la atmósfera indica un calentamiento continuo.
En México se suman otros fenómenos no menos alarmantes como enormes superficies de bosque dañadas por incendios, la tala ilegal, desertificación de los suelos por monocultivos, sobrepastoreo, agricultura industrial con alto uso de agrotóxicos y contaminación de acuíferos, prioridad de la minería sobre la producción de alimentos con uso indiscriminado de agua y destrucción de ecosistemas, pérdida de la biodiversidad, desplazamiento de tierras de uso agrícola por desarrollos inmobiliarios e industriales con ordenamiento territorial muy laxo o inexistente, cuantiosas concesiones de agua en manos del duopolio de la industria refresquera y cervecera, presencia del crimen organizado en el tráfico de recursos naturales, y asesinatos de guardabosques y ecologistas, entre otras cosas.
El año 2024 es la continuación de un ambiente muy caloroso y seco, aun mayor que el de 2023, según especialistas. El escenario climático presenta desafíos significativos para los sistemas agroalimentarios a nivel global. Con el fenómeno de “El Niño”, las predicciones meteorológicas y los informes de organismos como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) señalan una continua alteración de las condiciones climáticas, lo que, a su vez, hace prever afectaciones en la producción de alimentos y, por ende, un aumento en el precio de los alimentos como ya viene ocurriendo desde 2023; falta de agua y presencia de enfermedades.
En el contexto de un clima en constante cambio, las perspectivas para los sistemas agroalimentarios en 2024 demandan acciones integrales concertadas urgentes de individuos, comunidades, gobiernos y empresas, para impulsar la reforestación intensiva junto con un ordenamiento del territorio inteligente y humano, el tratamiento de aguas residuales, el uso racional de combustibles fósiles; sin embargo, la codicia, voracidad e indiferencia de unos pocos ha ganado terreno a la consciencia y sensibilidad humana, abonando a una crisis moral.
El impacto de “El Niño” y el cambio climático ya están afectando a comunidades vulnerables. La adopción de prácticas sostenibles, como la agricultura agroecológica, emerge como una estrategia resiliente para enfrentar estos desafíos y garantizar la seguridad alimentaria de una población cada vez mayor; así como todas aquellas prácticas que ayuden a reconstruir los ecosistemas.
Démonos una oportunidad más para reconciliarnos con la Madre Tierra y restaurar nuestro hábitat, pero ¡ya! No hay de otra, por más que lo busquen detrás de las estrellas. El cambio climático es el mayor desafío que enfrenta la humanidad.
Marzo 26: Día Mundial del Clima.