Jueves, abril 25, 2024

COVID-19 y Tuberculosis

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La historia de la tuberculosis es definitivamente fascinante. 

Esta es una enfermedad infecciosa producida por una bacteria llamada Mycobacterium tuberculosis (Zopf, 1883), que ha sido motivo de investigaciones de todo tipo para poder descifrar hasta su mismo origen. Antes se había considerado que se trataba de un microbio que evolucionó a partir del agente biológico que produce la tuberculosis bovina; sin embargo, en la actualidad, con las modernas técnicas de genética molecular, ya podemos comprender que se trata de un microorganismo que pudo desarrollarse de un ancestro común, afectando a los homínidos que nos antecedieron, hace unos tres millones de años. 

Esto podría considerarse controversial; sin embargo, no cabe duda que geográficamente evolucionó de ser un agente biológico que no producía enfermedad, a ser patógeno, en el Este del continente africano, con un proceso de dispersión con las migraciones humanas. Así, valorándolo desde el punto de vista antropológico, la serie de cambios en el estilo de vida, en una transformación de una población nómada al sedentarismo, aumento de la población, estratificación social, domesticación de animales e ingestión de alimentos con deficientes nutrientes, pudieron condicionar una serie de condicionantes que han dado lugar a este padecimiento que ha sido tema recurrente en todas las revelaciones sociales, que van desde lo artístico, hasta lo económico y que puede hallarse en una forma recurrente en prácticamente todo lo que somos y hacemos, simple y llanamente, alimentando un poco nuestra inquietud de averiguación. 

Las curiosidades sobre este padecimiento son sorprendentes, de las cuales una que me han generado un verdadero sentimiento enternecedor, es que, durante la Edad Media, a través del “toque real”, a las monarquías europeas les atribuían poderes sobrenaturales que poseían la capacidad de curar, solamente con poner las manos, a una distancia prudente, sobre las personas enfermas. 

Este tipo de curación actualmente nos parecerá inocente, ingenua, idealista y, sobre todo, definitivamente inefectiva; pero me pregunto qué sucederá con el transcurso del tiempo, cuando las futuras generaciones analicen nuestras conductas y nos ubiquen en un tiempo que poco tiene de diferencia con la Edad Media, cuando teniendo a la mano una gran cantidad de conocimientos sobre este problema de salud, enfrentamos condiciones que pocos pueden imaginar, hablando de lo que representan las estadísticas que conforman números que no solamente sorprenden sino que incluso ofenden a nuestro simple sentido común. 

     1,5 millones de personas murieron de tuberculosis en 2020 (entre ellas, 214 000 personas con el virus de la inmunodeficiencia humana o VIH). A nivel mundial, la tuberculosis es la decimotercera causa de muerte y la enfermedad infecciosa más mortífera por detrás de COVID-19, pero por encima del VIH/Sida.

     Se estima que en 2020 enfermaron de tuberculosis 9,9 millones de personas en todo el mundo: 5,5 millones de hombres, 3,3 millones de mujeres y 1,1 millones de niños. Está presente en todos los países y grupos de edad. 

     Lo curioso es que hablamos de una enfermedad curable y prevenible; sin embargo, en niños y adolescentes, por el espectro de variantes sintomáticas y objetivas que ofrece a la vista del médico, es muy difícil de diagnosticar desde el punto de vista clínico, por lo que en muchas ocasiones es menospreciada y por supuesto, no debidamente diagnosticada.

     Los 30 países con una carga elevada de tuberculosis representaron el 86% de los nuevos casos de la enfermedad. Ocho países acaparan los dos tercios del total; de las cuales, encabeza esta lista la India, seguida de China, Indonesia, Filipinas, el Pakistán, Nigeria, Bangladesh y Sudáfrica.

     A nivel mundial, la incidencia de la tuberculosis está disminuyendo en aproximadamente el 2% anual y entre 2015 a 2020, la reducción acumulada fue del 11%. Esto supuso más de la mitad del camino para lograr el objetivo intermedio de la Estrategia Fin a la Tuberculosis, consistente en alcanzar una reducción del 20% entre 2015 y 2020, meta que no se ha alcanzado.

     Se estima que entre 2000 y 2020 se salvaron 66 millones de vidas gracias al diagnóstico y el tratamiento de la tuberculosis; pero esto no puede definitivamente que podamos expresar que nos encontramos libres de esta patología, que sigue patente, desde hace millones de años.

     La atención que se dirige a COVID-19 es definitivamente preocupante; sin embargo, no podemos dejar de interesarnos en otros problemas de salud que deben de ser atendidos con constancia, paciencia, asiduidad y sensibilidad. De no hacerlo así, lo que se ha logrado con grandes esfuerzos, puede venirse abajo, en un tiempo definitivamente corto. 

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