Todo debe empezar, pero no siempre para terminar. Cambian los protagonistas, se abren los relevos y lo que fue el extraordinario proyecto de alfabetización por convicción de México sigue activo cuatro décadas después de su creación.
Los días 19, 20 y 21 de agosto, en el centro vacacional del IMSS en Metepec, Puebla, tuvo lugar #Alfabetizando40, encuentro intergeneracional de alfabetizadores, que reúne cada 10 años a integrantes del Centro Universitario de Participación Social (CUPS) de la UAP, del Colegio Madrid, de Ciudad de México, del Centro Freinet Prometeo, de Puebla, así como a organizaciones sociales como Construcción Colectiva de Aprendizajes (COCOA) o Acciones para el Desarrollo Comunitario (ADECO).
Cientos de personas dispuestas a discutir, reflexionar y celebrar los aprendizajes y los retos de “ver al otro con ojos de igualdad”, tal cual dijera Ana Jiménez, directora general del Colegio Madrid durante el acto de inauguración la mañana del sábado 20 de agosto. Una mirada que Hortensia Fernández, directora del Prometeo, convirtió en homenaje a los que se fueron a todos los que se fueron antes de tiempo, como su hermana Maribel, maestra del mismo centro y activa participante de las campañas desde 1982.
La alfabetización por convicción fue, en palabras de la rectora Lilia Cedillo, leídas por el vicerrector de Investigación y Estudios de Posgrado de la UAP, Ygnacio Martínez Laguna, toda “una tarea de transformación que comprometió a muchos jóvenes con una excepcional tarea formativa”.
Reencuentro en Metepec
Antes de la inauguración, un convivio informal reunió la noche del viernes 19 de agosto a jóvenes y viejos alfabetizadores. Muchos eran los abrazos pendientes desde el último encuentro en Cuetzalan porque una década no es poca cosa.
Así que las ponencias y los talleres de #Alfabetizando40 detonaron las pláticas entre los alfabetizadores de todas las edades que llegaron de todo México, pero también de Nueva York o de Buenos Aires. Destacaron en las villas, los salones y la cafetería de esa antigua fábrica textil, los alumnos del colegio que inició aquel proyecto de educación popular, el Centro Activo Freire (CAF), fundado en 1972 por Jorge Martínez Alcaraz, mejor conocido como EL Chale, quien falleció el último domingo de julio del 2022.
A la hora de la inauguración, el descubrimiento de una lona con las imágenes de importantes promotores de este modelo educativo que partieron antes.
En la mañana del 20 de agosto, su hija María Emilia recordó su legado con una frase que resume el espíritu de su progenitor: “Unos se fueron a la guerrilla y otros decidimos hacer una escuela”. Y aunque el centro dejó de existir en 1996, de él brotó una rama que permanece: la alfabetización por convicción. En el CAF, coordinado en mancuerna por El Chale y Aurelio Fernández Fuentes, director de La Jornada de Oriente, se formaron muchos vástagos de la intelectualidad progresista chilanga, de los exilios latinoamericanos y de otros muchas familias de la cultura y de la farándula que buscaban una educación distinta para sus hijos.
Y fue en el Centro Activo Freire donde surgió esa primera iniciativa de alfabetización comunitaria que inició su andadura el verano de 1982 en San Jerónimo Purenchécuaro y San Andrés Tziróndaro, a la orilla del lago de Pátzcuaro, Michoacán, estado gobernado por uno de los padres del CAF, Cuauhtémoc Cárdenas.
Del éxito de aquel programa piloto de alfabetización siguiendo las ideas y el método de Paulo Freire, surgió un campaña anual de alfabetización que se extendió, tres años después, a alumnos del Madrid, del Prometeo y otras escuelas particulares.
Estas brigadas de jóvenes preparatorianos tomaron un nuevo camino en 2001 de la mano de la Universidad Autónoma de Puebla, creando el Centro Universitario de Participación Social, que dirigió en sus inicios otro personaje que murió demasiado pronto y es perenne recuerdo entre los alfabetizadores: Jorge Pedrajo Hernández (1969-2013).
Tiempo viejo, tiempo nuevo
Entre los presentes, una certeza. De los adolescentes que reemprendieron sus campañas en la Sierra Norte de Puebla a los cincuentones que alfabetizaron en la década de los ochenta, un hilo invisible atraviesa todas sus biografías.
Y lo cuenta Cristina Barros, directora general del Colegio Madrid en 1985, quien acordó con El Chale la participación de alumnos de esta escuela, fundada por el exilio español en 1941, en la campaña de alfabetización de 1985 en Huiramba, Michoacán.
Lo que ocurrió en #Alfabetizando40 es un encuentro intergeneracional. Muchos no sabían cómo se fundó y tampoco nos conocíamos entre nosotros. Y para los que estuvimos en los inicios reencontrar esta creatividad, esta entrega renovada de los jóvenes en condiciones tan adversas para nuestro país es algo muy emotivo. Esta impresión la comparte Lourdes Gazol, alias La Abuela, alma logística y organizativa de los alfabetizadores del Freire, quien participó en varias campañas desde 1982:
“Lo maravilloso es que algo que podía ser efímero, trascendió a otras generaciones. Y es algo maravilloso, porque yo sí quedé marcada por las campañas de alfabetización. Mi vida, hasta mi carrera, se definieron por mi compromiso en la sierra y en las comunidades”.
Palabras más, palabras menos, lo mismo cree el subsecretario de Salud federal, Hugo López Gatell. La alfabetización por convicción fue “una experiencia transformadora”. Algunas de las lecciones que aprendió en los veranos de 1985, 86 y 87, junto a otros compañeros del Colegio Madrid, el CAF y el Prometeo, perfilaron su forma de concebir el servicio público.
Para alguien que procedía de una escuela más tradicional, trabajar en equipo, de forma horizontal y asamblearia, conviviendo durante 10 semanas con los campesinos de lugar, fue un “parteaguas” en su vida:
—Cada cosa que hago la puedo conectar al hecho de haber sido alfabetizador, desde las conferencias vespertinas durante la pandemia, y el oficio de estar compartiendo información, de escuchar y dialogar, hasta la consciencia de la enorme desigualdad social que atraviesa México y es un motivo de sufrimiento humano, un aberración que se debe y se puede modificar. Todo esto lo empecé yo a aprender en este trabajo de equipo, hecho de compañerismo y de solidaridad, que rompía con la verticalidad de los que enseñan y los que aprenden.
Las barreras de clase, el abismo entre el campo y la ciudad, junto a esa distancia social “difícil de rebasar”, se salvaban porque, al decir de López Gatell, los alfabetizadores se involucraban con los pobladores en “una relación simétrica” que convertía el método alfabetizador de las palabras generadoras (y las ideas que la gente local asociaba con ellas) en interacciones personales así en la milpa como en las casas, donde el aprendizaje era mutuo.
Recovecos de esperanza
Al pasar de los años, Hugo López Gatell reconoce el valor de aquellas acciones en una coyuntura cambiante: “íbamos a contrapelo del proceso histórico de acumulación, con ideas de izquierdas y de cambio social que estaban siendo relegadas por el neoliberalismo”.
Para Nicolás Gadano, la perspectiva es otra. Quien fuera gerente general del banco central argentino (BCRA) en los últimos tiempos del gobierno Macri, recuerda su experiencia de alfabetizador del Centro Activo Freire como un momento clave en “la construcción de mi identidad”. Las jornadas de Metepec fueron, en su caso, espléndido reencuentro generacional con amigos del colegio que hoy trabajan en universidades o gobiernos, aunque él rompiera con los paradigmas de sus padres, guerrilleros exiliados en México, y considere que ya es tiempo de pensar “en otro tipo de alfabetización, como la digital” para apoyar a las poblaciones rurales en un México “que ya no es el de mi juventud”.
Aun así, llamó la atención de este alfabetizador argenmex el hecho de que exista “un cambio cualitativo en las alfabetizaciones ya que, hoy en día, la mayoría son mujeres quienes participan y esta una perspectiva muy distinta, mejor me atrevería a decir”.
Cuarenta año no es nada. Las ideas que un día parecen desvanecerse en al altar del mercado regresan, de súbito, en otras coyunturas históricas. Se cosecha lo que se siembra, me decía Cristina Barros en un descanso entre ponencias. Y algo hay de cierto en ello.
Aquella “esperanza de una sociedad más justa” que Hugo López Gatell encontró en comunidades de Michoacán tuvo que esperar tiempos mejores. Cuando la llegada de López Obrador a la presidencia de México abrió las puertas del poder a profesionales de izquierda, apartados por años de las altas esferas, el espíritu de la alfabetización encontró ese tiempo propicio que el propio Paulo Freire expresó en un texto de 1985:
Una de las tareas del educador o la educadora, a través del análisis político serio y correcto, es descubrir las posibilidades- cualesquiera que sean los obstáculos- para la esperanza, sin la cual poco podemos hacer porque difícilmente luchamos, y cuando luchamos como desesperanzados o desesperados, es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo a cuerpo puramente vengativo.
Lo posible no es siempre lo real. Y todo lo sólido puede disolverse en el aire. Pero sin horizontes, tampoco hay camino, solo “lucha suicida”. Para algunos, los rumbos de la esperanza empezaron con aquello que dio en llamarse alfabetización por convicción.