El panorama de la contingencia sanitaria sigue lleno de incertidumbre, confusiones y temores, sumado al golpe de la economía familiar que trae desánimo y desesperación para quienes van al día. La economía familiar se ahoga no solo por la falta de ingresos, sino también por el alza inmoderada en los precios de los alimentos. No basta con lidiar con los riesgos sanitarios del modelo de pandemia impuesto, ahora hay menos dinero y a las familias les cuestan más los productos básicos, lo cual conduce a escenarios de tensión y preocupación alarmantes en los hogares. Con el aparato productivo nacional paralizado en actividades no esenciales y la persistencia del confinamiento, la crisis financiera se agudiza, continúan los despidos y cunde el desempleo, las micro, pequeñas y medianas empresas cierran temporalmente o se declaran en quiebra.
De los 126 millones de mexicanos, 94.6 millones tienen más de 15 años de edad; de estos, 59.8% constituye la población económicamente activa (PEA), es decir, 56.9 millones de personas; la desempleada y subocupada, representa el 11. 2% de la PEA; 26 millones trabajan en la formalidad y cuentan con prestaciones sociales; por su parte, la población que trabaja en la informalidad representa el 57% de la PEA, es decir, tienen bajos salarios y carecen de prestaciones, este universo lo conforman aquellos que laboran con recursos de sus hogares sin constituirse en empresa, las trabajadoras y los trabajadores domésticos, la mayor parte de los empleados en el sector agropecuario, los que laboran en el gobierno por contrato sin prestaciones y quienes trabajan en empresas que eluden el registro de la seguridad social; el resto incluye a estudiantes, jubilados y amas de casa.
El mercado laboral en México es de los peores de América Latina por sus bajos salarios, falta de seguridad social, ausencia de contratos formales, laxa negociación colectiva, uso de outsourcing, ausencia de seguro de desempleo, etc. El sector informal, en condiciones de precariedad, es el más afectado por el confinamiento. La informalidad propiamente dicha es una de las causas de la pobreza por el bajo nivel de productividad y de ingresos, la ausencia de prestaciones sociales como el seguro médico y el fondo de jubilación, lo cual de por sí trae consigo presiones en el hogar, y ante situaciones inesperadas de enfermedad o accidente, el escaso patrimonio se acaba. Sus ingresos se limitan a cubrir las necesidades del día, pero el confinamiento los esta conduciendo a reducir la ingesta de alimentos, traduciéndose en malnutrición y patologías en situación de hambre. La familia que va al día gasta del 80 al 100% de sus ingresos diarios en la compra de alimentos. Hoy, 27 millones de mexicanos padecen pobreza alimentaria, viven en situación de hambre y malnutrición. La entrega de despensas con recursos públicos no es suficiente, las alacenas pronto quedarán vacías y el hambre persistirá. Sólo el trabajo genera ingresos, en eso debe radicar el verdadero sentido de ayuda y compromiso del Estado mexicano como esencia del plan de reactivación económica para enfrentar la actual perturbación económica y financiera.