A principios del siglo XX, con el desarrollo del capitalismo en Latinoamérica, surgieron también las clases trabajadoras asalariadas y se crearon sus organizaciones políticas, los partidos socialistas y comunistas como organizaciones clasistas y anticapitalistas. En la derecha política quedaron conservadores y liberales, convertidos en defensores del capitalismo y de la estructura política derivada del régimen oligárquico.
En la primera mitad del siglo pasado, al influjo del falangismo español, del fascismo italiano y el nazismo alemán, se crearon los primeros partidos de la “extrema derecha” en Latinoamérica y a partir de la década de 1950, con la Guerra Fría, la derecha definió sus primeras propuestas políticas: mantener una visión tradicionalista y conservadora en defensa de la cultura occidental y el capitalismo, así como el rechazo a todo cambio social. Las dictaduras militares, alineadas a la “doctrina de la seguridad nacional” estadounidense, libraron una intensa y sangrenta guerra contra los movimientos sociales que incluyó la violación sistemática a los derechos humanos y que, algunas veces, asumió un carácter genocida contra los pueblos originarios para despojarlos de sus territorios y la naturaleza.
Luego del golpe de Estado en Chile del 11 de septiembre de 1973, con el programa de cambios estructurales elaborado por Milton Friedman para la dictadura de Augusto Pinochet, el capitalismo entró a su fase de desarrollo neoliberal que impulsó la oligarquía financiera.
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En México, la elección de Miguel de La Madrid (1982), significó la asunción al poder político de la derecha neoliberal, encabezada por Carlos Salinas, que de inmediato comenzó a tejer el entramado legal y administrativo: se iniciaron las privatizaciones, que trasladaron la riqueza pública al capital privado y se constituyó en la base y sustento de los grupos oligárquicos que hoy dominan en México; asimismo, se aplicó una política de control salarial que aumentaba la plusvalía que enriquecía a los patrones y empobrecía a los trabajadores súper explotados; a su vez, el llamado desarrollo significó una creciente desigualdad social, así como la ampliación de la pobreza; el gobierno mantuvo, y acrecentó, sus rasgos autoritarios y, al mismo tiempo, se crearon decenas de organismos autónomos con funciones de gobierno, al que esos organismos desplazaban y le debilitaban al despojarlo de sus instrumentos de control económico que paulatinamente se extinguió.
Con la crisis política, social y económica del neoliberalismo, existió la posibilidad de un gobierno posneoliberal y en 2018 surgió una candidatura comprometida con el cambio. La política de transformación de la Cuarta Transformación, que ha tenido como propósito desmontar el entramado neoliberal, polarizó la política y comenzó a perfilarse una derecha que empezó a actuar abiertamente aliada al PRI, surgiendo el PRIAN, confirmando lo que era un secreto a voces: que esos partidos eran lo mismo, eran uno solo.
La estructura política y cultural de la derecha en México, se ha constituido con valores y principios basados en diversas definiciones elitistas como la meritocracia (desde el apellido hasta los grados académicos); un conservadurismo que pretende intocadas las instituciones neoliberales (fundaciones. organismos autónomos, fideicomisos, el Poder Judicial, etc.); el reconocimiento del supremacismo de una clase sobre las demás; la desaparición del Estado laico; el tradicionalismo como argumento para la inmovilidad de la sociedad; a su vez, persisten el clasismo, el racismo y la xenofobia; mantiene y proclama su desprecio por el pluralismo y la igualdad; condena todos los movimientos sociales, rechaza las políticas de género, se define provida y se identifica con Iberoamérica, niega la conquista y el coloniaje; en sus gobiernos, se unen el autoritarismo y el señalamiento a los movimientos sociales como violentos, terroristas y disolventes.
A todo lo anterior, la derecha agrega su fanatismo anticomunista y la defensa a ultranza de la propiedad privada de los medios de producción, incluidos los públicos, así como la libertad de los mercados; lo que les permite asumir el neoliberalismo como su guía económica y política; rechaza la inclusión de la razón pública en el presupuesto de gasto gubernamental; impulsa políticas de flexibilización y precarización del salario; promueven el individualismo emprendedor y rechazan las políticas redistributivas.
Con estos principios y valores, la derecha pretende, radicalizada, volver al poder en México y en América Latina desplazar a los gobiernos progresistas emergentes.
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