Para los próximos 18 y 19 de enero se conmemorarán los 30 años de apertura de la zona arqueológica de Cantona, un sitio que se caracteriza por haber sido, entre los años 600 y 900 de esta era en común, la ciudad más grande e importante del Altiplano Central y por ser, hasta ahora, la zona que mayor número de juegos de pelota ostenta en el pasado mesoamericano.
Denominado Piedra y Memoria: El legado ancestral de Cantona, el programa que incluye conferencias magistrales, música, danza, una visita guiada y otros actos que revisarán la importancia de Cantona, un sitio prehispánico que se localiza justo en la parte media entre la Cuenca de México y el Golfo Central, en el municipio poblano de Tepeyahualco.
Cantona fue una gran urbe mesoamericana que contó con un centro Cívico–Religioso Principal de alrededor de 66 hectáreas con 25 barrios con sus centros secundarios; a la par que tuvo una compleja y eficiente red de vías de circulación, que comunicó toda la ciudad, pues se calculan alrededor de 4 mil calles interconectadas; tan sólo, en la parte sur de la ciudad se conocen mil 513 calles en una superficie de 400 hectáreas.
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La ciudad se ubicó sobre un mal país, es decir, un área con escaso suelo fértil por erupción volcánica, misma que su población habilitó en unidades habitacionales rodeada por muros periféricos.
Gracias a los estudios arqueológicos, se conocen más de dos mil 500 unidades en la parte sur y se calcula que en su momento de mayor ocupación llegó a contar con unas 7 mil 500 unidades habitacionales donde residían poco más de 90 mil personas.
Cantona, además, comerció con artefactos de obsidiana que obtenía de los yacimientos de Oyameles–Zaragoza, a escasos nueve kilómetros al noreste de la ciudad. Su población controló esta producción para lograr el intercambio de los bienes y productos que necesitaron; destaca que existe un área donde se conocen poco más de 350 talleres estatales.
La presencia de 27 –o más– juegos de pelota le otorgó una importancia inusitada a Cantona. Tuvo su mayor apogeo cultural, entre el 350 y el 550 de esta era. Después del 600, hubo un gran apogeo poblacional, y fue la época –hasta el 900– en que fue la ciudad más grande e importante del Altiplano Central. Por el año 700 de esta era, por ejemplo, se trataba de un gran pueblo que tenía dos áreas importantes, una al sur y otra hacia la parte central.
Destaca que Cantona no es mencionada en las fuentes históricas, ya que fue abandonada unos 500 años antes de la llegada del colonizador hispano.
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En la actualidad se ha explorado y habilitado la parte sur de la ciudad, que abarca buena parte del centro cívico–religioso Principal, algunas calles, plazas cerradas con pirámides, seis juegos de pelota, así como unidades habitacionales, tanto para la élite como populares.
Un aspecto particular es que la totalidad de las construcciones arquitectónicas en Cantona no cuentan con cementante o argamasa que una las piedras entre sí, y mucho menos enlucido –de lodo o estuco– que recubra la superficie de los muros.
Su arquitectura, más bien, es muy sobria, pues juega con el color y la textura de las rocas: el basalto se utiliza en general para el relleno y muros de los edificios, el tezontle para el recubrimiento de los taludes de los cuerpos de las construcciones importantes; la cantera para los escalones, alfardas y pisos enlajados; y la caliza para elementos ceremoniales: altares, discos en la cancha y señalizaciones de lugares de ofrendas específicas.
Presenta una gran asimetría en sus construcciones, tanto en planta como en sus fachadas. Todo esto se puede observar en los conjuntos arquitectónicos explorados, sobre todo en el centro cívico–ceremonial–religioso principal o Acrópolis.
Resaltan las grandes obras defensivas como son los casos de los accesos al centro cívico–religioso principal de la ciudad. De igual forma, la Plaza de la Fertilización de la Tierra, una plaza cerrada y hundida dentro de la cual se localizaron diversas ofrendas, en las que sobresalen 13 falos, nueve de ellos al pie central de la escalinata; así como el Palacio, un edificio llamado así por su apariencia arquitectónica muy sofisticada y por la calidad de los restos de alimento –guajolote, venado, entre otros– que se consumían.
Por último, destaca el Conjunto de Juego de Pelota 7, el más grande en Cantona, que está compuesto por una pirámide al extremo oriente, una estela lisa en la parte baja central de la escalinata, un altar de dos cuerpos bajos, y su cancha con tres discos hechos con piedra caliza, alineados en la parte central.
El sitio en resguardo del Centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia se ubica en el kilómetro 7.5 de la carretera Tepeyahualco -Xonacatlán, en el municipio de Tepeyahualco de Hidalgo. El programa Piedra y Memoria: El legado ancestral de Cantona comenzará a las 10:30 horas los días 18 y 19 de enero; tendrá entrada libre, pero cupo limitado.