Entre hilos y tinta: memoria-resistencia es la exposición más reciente de Rosa Borrás montada en Muro rojo, proyecto de exposiciones temporales del foro cultural Karuzo. Propuesta por la artista como un “archivo de memoria”, la exhibición de grabado y bordado es un ejercicio de lo posible: de la articulación, la autogestión y la independencia en el arte, sus artistas, sus espacios y sus facilitadores.
Vigente hasta el próximo 24 de enero, fecha en la que cerrará con el taller Bordando nuestros deseos para el nuevo año, la muestra exhibe piezas personales que hablan sobre quién es la artista y su identidad, así como de la memoria, lo político y la realidad, una selección que oscila entre lo íntimo y lo externo. “Siempre pienso mi obra entre lo de adentro y lo de afuera, lo interior y lo exterior”, afirma Rosa Borrás durante una entrevista acompañada por Itzell Sánchez, quien al lado de Arturo Muñoz dirige el foro cultural.
Oscilar entre lo exterior y lo interior, continúa, “ha sido un proceso natural” en ella, pues estar trabajando así desde el 2010, o acaso el 2009 con una instalación en el zócalo de Puebla, ha ido forjando el que ha sido su lenguaje, ya que sabe que no sólo puede hablar de sí misma en su obra, ni todo el tiempo de lo que pasa afuera.
Como ejemplo están las piezas que hablan sobre los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, así como otra dedicada a Pedro Carrizales, alias “el Mijis” (San Luis Potosí, 1979- Tamaulipas, 2022), un político mexicano al que admiraba y al que le dolió su desaparición y muerte, que es incluso la pieza central.
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Está lo personal: una imagen sobre la máquina de coser que hace alusión a su abuela, una modista cuyo quehacer estaba siempre presente en casa; un recuerdo sobre su niñez al ver los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl desde su departamento familiar en la Ciudad de México; un grabado que forma parte de la carpeta Ecográfica, un proyecto de mujeres de Oaxaca al que fue invitada, sobre la relación del cuerpo con la naturaleza y el cuidado hacia ella. Otros inéditos y recién salidos del tórculo, son aquellos que contienen sus pies y manos, impresos artesanalmente para esta muestra.
Además de grabados en linóleo, hay bordados que no había expuesto y ahora se muestran en el Karuzo, un espacio importante para la artista quien durante años ha tenido una relación con este foro cultural y sus habitantes. Son bordados pequeños, íntimos, delicados y experimentales, los inéditos y otros que han sido parte de exposiciones como Mujeres grabadoras poblanas, montada en el Museo Taller Erasto Cortés, aquí en Puebla.
Aparecen una casa roja, otros de hojas sobre fondo rojo, y otro más hecho con seda antigua que pertenecía a la abuela de su esposo, que ella tiño y bordó. “Todos hablan sobre plantas que tengo en casa, que me gustan mucho porque son símbolo de vida”, indica la artista.
Los bordados particularmente, confía Borrás, dejan ver al bordado como una acción de resistencia pues en ellos está implícito el tiempo que se les dedica, que es contrario a la rapidez que exige el sistema capitalista en el que se está inmerso. De paso, está el acto colectivo que ha impulsado desde 2012, cuando organizó bordadas colectivas por la paz.
“Nos sirven para hablar de la memoria y traer a la mesa acciones o sucesos que han acontecido y muchas veces son pasados por alto, o que por mediáticos desaparecen. Creo que hay dejar registro de ellos”, confía. Por tanto, considera que su trabajo es un archivo de memoria, tanto en el bordado como en el gráfico.
A su vez, Itzell Sánchez, artista y activista, señala que Rosa Borrás es una artista aliada y parte del foro cultural Karuzo, un lugar colectivo que busca generar espacios que tienen que ver cómo se comparte el arte en la vida cotidiana, desmontando lo que se piensa sobre la exhibición y los artistas.
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Detalla que con el proyecto Muro rojo se han acogido a varios artistas de Puebla y el país, que llama, precisamente, a “tomar los muros” y exponer el trabajo de los creadores, algo que seguirá durante este 2025, incluso saliendo a la calle.
“Pensamos siempre en la articulación, la indisciplina y la autogestión. Lo que buscamos construir son espacios de escucha y de diálogo. Eso hace la diferencia con las políticas culturales. Esperamos juntarnos, reflexionar y compartir, y eso es un trabajo de hormiga, de lo cotidiano, pero que nos podrán comunicar frente a la sordera y la omisión que hay en la cultura y en la sociedad”, reflexiona Sánchez.
En ese sentido, Rosa Borrás apunta que “espacios como el Karuzo salvan”, pues son como “oasis en medio del desastre que hay, con instituciones culturales con las que no se puede contar y en las que no hay esperanzas, pues no se entienden las designaciones que se han hecho –de sus titulares”.
Por tanto, afirma que además de la vigilancia sobre la función pública, debe sostenerse la organización colectiva desde abajo y el apoyar este tipo de espacios, pues “es lo que nos puede dar el aire fresco y la esperanza”.
El taller de cierre de la exposición Bordando nuestros deseos para el nuevo año es una reunión de bordado sin costo, con materiales disponibles y con apertura para llevar los propios y compartirlos, que será el viernes 24 de enero de 16:30 a 18:30 horas en el foro cultural Karuzo -11 Oriente número 218, Centro Histórico.