De niña, María Fernanda Islas Montero vio a los huehues llenar el pequeño patio de una vecindad ubicada en los Sapos, el único espacio habitacional de su tipo que sigue habitado por vecinos de este barrio que es ahora meramente turístico y comercial.
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Para atesorar y reflexionar sobre el pasado colectivo sobre este barrio, uno de los más antiguos de la ciudad, la fotógrafa trabajó en la serie La memoria de los Sapos, proyecto que desarrolló como parte del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) de Puebla 2022.
Durante una entrevista, la artista emergente señala que dicho proyecto gira en torno a la construcción de esa memoria cuyo deseo es uno: el de atesorar, conservar y contribuir a la memoria colectiva del barrio al mismo tiempo de recuperar algo que es parte de su historia personal.
“Crecí en el barrio de los Sapos, entonces fui viendo cómo es que iban surgiendo ciertos cambios en el espacio que fueron más evidentes conforme fui creciendo, y no sólo en el espacio público, sino en las actividades que ahí se realizaban: los mariachis en la plazuela, las fechas importantes, los encuentros, el carnaval de los huehues, los que hacían los fletes, los plomeros, la señora de las tortillas o la que vendía tunas”, recuerda con candor.
Agrega que estos aspectos, personajes y oficios, se fueron perdiendo poco a poco, motivados por la búsqueda de mayores ingresos económicos o porque fueron desplazados por lo empresarial: los hoteles boutique, restaurantes o cafeterías de autor, así como por la llegada de cientos de turistas cada fin de semana.
“Haciéndome la pregunta de qué va a pasar cuando estas últimas personas que pueden contar esta historia se transformen, y no se sepa dónde quede esta memoria, empecé a realizar una serie de fotografías analógicas, la mayoría de ellas impresas en plata gelatina, que son el pretexto”, afirma la joven artista.
Añade que dichas imágenes son el pretexto porque su finalidad es hacer un fotolibro o alguna pieza audiovisual, en la que se deje ver la valiosa información que resguardan sus personajes.
Para la serie La memoria de los Sapos, continúa María Fernanda Islas, seleccionó a algunas personas que han vivido durante más tiempo en el barrio, a las cuales les preguntó sus recuerdos y vivencias, para tomarles luego su fotografía en blanco y negro, que la llevó a buscar la impresión análoga, que hace redondo el proyecto.
“En este lapso he estado más en la fotografía análoga, pues creo que hay cercanía con lo que haces, hay algo táctil y en donde los fotógrafos somos como traductores de las imágenes, de lo que se quiere transmitir”.
En dichas imágenes aparecen paisajes del espacio actual, detalles, objetos y algunos rostros de las personas que han sido parte de este lugar: doña Delfi, el anticuario Raúl, don David, los fletecitos económicos del señor Olaya, o don Misael, el cemitero del barrio, entre otras escenas.
Destaca que la serie se acompaña de una bitácora que le permitió conocer mejor el proceso fotográfico, mismo que para la artista consistió en “poner el cuerpo, la mente, poner todos los sentidos y más haciendo impresiones como estas”. Por tanto, consideró que dicha bitácora le permitió tener más conocimiento sobre la fotografía, medir tiempos y experimentar en materiales. “Es un documento al que siempre puedes regresar”.
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Resalta además que la serie se nutre del trabajo previo en el taller y el impulso de profesoras como María Luisa Santos, dedicada a la fotografía estenopeica, y Lorena Alcaraz quien le enseñó impresión tradicional en el Centro de las artes de San Agustín, en Oaxaca. Así como el apoyo de dos colegas impresores: Mónica Mc Cumber y Rogelio González.