Por última vez, Manuel Reigadas Huergo (1936-2025) recorrió la Puebla que adoptó desde 1939. De Casa de Cultura al Teatro de la Ciudad, recinto que él mismo rescató para convertirlo en escenario teatral, sus cenizas, su memoria y su legado fueron homenajeados por familiares, amigos, alumnos y colaboradores.
La tarde noche de este martes, un día después de su fallecimiento ocurrido el 9 de junio, los restos de quien fuera considerada una institución del teatro en Puebla, al lado del propio Héctor Azar, fueron aplaudidos como aplaudida fue su labor teatral contabilizada en casi un siglo: de 1939 a 2025, desde su paso como parvulito en el Colegio Benavente hasta su decidido trabajo de formación, difusión, promoción y amor por el teatro de Puebla.
Te recomendamos: Manuel Reigadas Huergo, hombre clave del teatro en Puebla, cierra el telón
Primero en el patio de Casa de Cultura, con un homenaje contenido y austero, y luego en el Teatro de la Ciudad, con lecturas dramatizadas, un toque de ópera y vastedad de anécdotas y recuerdos, fue recordado el paso de quien fuera fundador del Instituto de Teatro de Puebla “Andrés Soler” que sería luego el Espacio 1900, y de la Compañía Estatal de Teatro que tendría una década de labor.
En ambos homenajes, que destacaron por su premura y la inasistencia de ambos titulares, de la secretaría estatal Alejandra Pacheco Mex y de la titular del instituto municipal de arte Anel Nochebuena Escobar, los aplausos fueron el vehículo de despedida para quien fue definido como un amigo, un cómplice, un maestro, un hombre que nació para hacer y para hacerse él mismo, un teatro.
Vino a Puebla a “hacer teatro, vivir del teatro y hacerle al teatro”: Merlo
Programado a las 18 horas, el homenaje en el patio de Casa de Cultura tejió recuerdos en torno a “Manolo” Reigadas, como mejor era llamado quien también fuera director de Cultura del Ayuntamiento de Puebla.
Ahí, el arqueólogo Eduardo Merlo recordó con cariño a quien fuera su amigo personal y compañero profesional, a quien conoció desde finales de los años 60 del siglo anterior cuando en el Teatro Principal montaba la que sería una de sus huellas personales: el ser Don Juan Tenorio por más de 50 años.
De paso, dijo que “Manolo cayó” en blandito en esta ciudad para “hacer teatro, vivir del teatro y hacerle al teatro”, como fue su vida.
A Reigadas, continuó, lo distinguía su gran imaginación, su apoyo, su generosidad, su genialidad, su forma de ser amigo, su manera estruendosa de reír y cómo no podía decir no, pues siempre decía que sí a las propuestas.
“Es uno de los grandes hombres de Puebla”, aseguró y dijo que lo que queda será su recuerdo, su imagen, su poderosa voz, su energía y si actitud cotidiana. “Fue un genial hombre y un increíble personaje del teatro”, sostuvo para recitar, no sin cambios, algún pasaje del clásico don Tenorio.
De igual forma, Edith García, una actriz formada desde su infancia por Manuel Reigadas distinguió que su maestro, con su partida, deja un grande vacío en los corazones, lo mismo que su sonrisa y su sabiduría que era fuente de inspiración.
Recordó que, al descubrirlo como un hombre de teatro, lo descubrió también como un ser humano alegre, carismático, inteligente, responsable y siempre comprometido en compartir sus conocimientos y hacer de cada actor el mejor en el escenario.
En su turno, Omar González reconoció la complicidad que Manuel Reigadas siempre tuvo con él, ayudándolo en su papel de funcionario de la entonces Secretaría de Cultura, así como la manera en que le enseñó su amor por el teatro clásico, el cómo abriría las puertas a sus contemporáneos, y la forma en que le enseñó a actuar ya dirigir.
Tras reconocerlo como su mentor, afirmó que a su maestro lo quiso como quiere al teatro. “Si al teatro le falta algo hoy, se ha empobrecido más con su ausencia”, afirmó con la voz entrecortada.
Al tomar la palabra, Miguel Ángel Barroso, subdirector de Formación y desarrollo artístico de la Secretaría de Arte y Cultura rememoró que hace más de 35 años, sin saberlo, entró al Espacio 1900 para encontrarse con Manuel Reigadas, quien le habló de teatro y de su pasión, y él, siendo un chamaco, pasó tres horas oyendo de teatro: “ya no pude ni quise dejarlo”.
A su maestro, continuó con palabras también dedicadas a Ángeles Sánchez, compañera de vida del productor y director, lo distinguió su capacidad para forjar amistades profundas, como fue su caso, pues se convirtió además en su familia. “Si hoy estoy aquí, si amo esta profesión es porque Manuel impactó y transformó profundamente mi vida”.
Te recomendamos: Manuel Reigadas Huergo, hombre clave del teatro en Puebla, cierra el telón
Para cerrar, Aurelio Leonor Solís, subsecretario de Arte, dijo que las pinceladas hechas por los participantes en el homenaje constituían una obra que él, como pintor, llamaría “Manolo Inmortal”, que ayudaría a constatar “que los hombres de arte nunca muere”.
Reigadas, un corazón bondadoso que siempre abrió puertas, define su hija
Minutos después, ya caída la noche, las cenizas de Manuel Reigadas fueron depositadas en el escenario del Teatro de la Ciudad para también ser homenajeadas. Ahí, el actor, productor y dramaturgo Amancio Orta dirigió un acto de despedida que reunió a Estefani Rodríguez, Judy Hamilton, Elvira Ruiz, Paty Escobedo, Maricarmen Erro, Selene Avendaño, Roberto Reyes, Aura Fuentes y Felipe Galván, quienes recordaron su cercanía teatral con el homenajeado.
Particularmente, tras agradecer el cariño hacia su papá, Eugenia Reigadas Sánchez destacó que en Puebla existe “una gran comunidad actoral, una gran familia de actores, directores, dramaturgos”, que a través de los años han pasado muchas experiencias juntos, siendo lo más grande que, sin importar la época, generaciones completas de actores salían del Espacio 1900.
“Lo que más rescato de mi papá es ese corazón bondadoso que siempre abrió sus puertas y sus recursos, pues su vida era el teatro ya nadie dijo que no. No hay un solo actor que no haya pisado Espacio 1900 y se haya hecho ahí”, afirmó conmovida acompañada por sus hermanas situadas en la primera fila del Teatro de la Ciudad.
Recordó además su humor, “medio agrio, ácido y de tragicomedia”, que lo hacían un hombre muy sabio. “Como papá, puedo decir que estábamos huérfanas, pues estamos agradecidas de haberlo tenido como papá, que no fue el más normal, pero nos dejó una huella muy importante”.
De manera emotiva, el investigador y escritor universitario Felipe Galván cerró el homenaje. Lo hizo, describiéndolo como “el teatro: el teatro que comías desayunando, que almorzabas y cenabas, que respirabas, que compartías, que vivías, que viviste, vives y vivirás”.
Confió que de Reigadas, un hombre que bromeaba sobre su fecha de nacimiento, pues decía junio o julio de 1936, no sabía en cuántas obras digirió, produjo, actuó. Lo que sí, que fue en 1939 cuando como párvulo montó su primera pieza.
“Podemos contar a un Manuel Reigadas Huergo de 1939 hasta 2025 en forma vida (…) Decía que era teatro y efectivamente, sí empezó en 1939 y acabó básicamente en 2025 pues casi fue un siglo”.
Entre aplausos sonoros y de homenaje para el creador, Galván cerró que decir teatro como definición de su existir fue corta, porque “fue palabra de teatro en Puebla, en México y en el mundo de habla hispana”, a la par de promotor y maestro, cuyo nombre fue teatro y su apellido fue poblano, algo que será y seguirá “porque él no ha muerto”.