Lunes, octubre 7, 2024

Ciclo vital

En el número 185 de la revista Arqueología Mexicana, correspondiente a los meses de febrero y marzo de 2024, se publicó la nota “Hallazgo de dos neonatos bajo la escalinata del templo de La Cruz Foliada. Palenque- Lakamha’, Chiapas”, elaborada por los encargados de la excavación, Alizé Lacoste Jeanson, Rocío Hernández Juárez, Natalia Martínez Gutiérrez, Luis Núñez Enríquez y Arnoldo González Cruz. Ahí se consigna, como se lee en el título, el importante hallazgo que contribuye de manera importante para comprender el programa arquitectónico al que se encuentra integrado el templo. “Los espacios sagrados -afirma la nota- son aquellos rasgos naturales que, por sus cualidades, son considerados lugares donde se concentra la energía convocada en los ritos, en los que a su vez se revivían periódicamente acontecimientos primigenios como una forma de revitalización del cosmos (De la Garza, 2007). (…) En el caso de Palenque, el Grupo de las Cruces pudo haber funcionado como el eje central religioso del sitio durante el Clásico Tardío, mismo que fue diseñado como un paisaje sagrado artificial ubicado junto a dos rasgos naturales de acuerdo con las inscripciones en los tableros del conjunto: el cerro El Mirador y el manantial de donde nace el arroyo Otolum (Stuart, 2006)”. En efecto, a diferencia de lo que ocurre en otros programas urbanos del orbe, en las ciudades mesoamericanas nada quedaba en términos casuales o meramente estéticos, sino que se encontraban vinculados indefectiblemente a la cosmovisión de los habitantes del lugar, a su historia y a su vida cotidiana en un círculo virtuoso en el que se integraba la geografía, con la arquitectura, lo sagrado y lo social. Por supuesto, existieron los espacios de la vida cotidiana, como áreas habitables y lugares públicos, pero incluso estos, estaban relacionados con el pensamiento y el orden de las cosas. En este sentido, Mercedes de la Garza Camino, en su artículo “Palenque como imago mundi y la presencia en ella de Itzamná”, publicado en la revista Estudios de Cultura Maya (2007), nos afirma que “en los lugares naturales divinos el hombre construye otros espacios sagrados que van desde caminos y altares en las montañas o cuevas, hasta conjuntos de edificaciones ceremoniales. los creadores de estos ámbitos sagrados piensan que en ellos se concentran las energías divinas convocadas en los ritos, de tal manera que se convierten en centros desde los cuales se puede influir en el cosmos íntegro. la constante actividad ritual hace que el poder sagrado se vaya acrecentando y que se requieran ampliaciones y renovaciones arquitectónicas en las mismas construcciones; así, un templo se erige sobre otro, una plaza encima de otra plaza. las nuevas obras se sobreponen a las antiguas, no con fines pragmáticos, como se ha afirmado algunas veces, sino para incorporar a la nueva construcción la fuerza divina acumulada, porque el hombre religioso considera que los dioses reconocen los sitios de encuentro con los hombres y retornan a aquellos cuando se les invoca en el rito”. Como se ve, es común encontrar numerosas etapas constructivas en los edificios de ciudades mesoamericanas en superposiciones que representan no sólo continuidades, sino cambios que adaptan el edificio a las realidades existentes en el momento; empero, quedan en el interior aquellas etapas anteriores, como para dejar patente el origen no sólo del edificio, sino de la creencia y del ritual.

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El hallazgo en el Templo de la Cruz Foliada reafirma esa necesidad de representar el origen de todo, pues, según los autores de la nota, el Templo “está asociado con la regeneración a través del ciclo vida- muerte- renacimiento”. Aparentemente, los dos neonatos encontrados habrían sido ofrendados en honor a ese ciclo vital. El Templo sería la casa de la “manifestación infantil” de uno de los tres dioses patronos de la dinastía que gobernó la ciudad durante el Clásico. El conjunto de las Cruces, al que pertenece fue mandado edificar por K’ihnich Kan B’ahlam, sucesor e hijo del mítico K’ihnich Janaab’ Pakal. “Se podría pensar -continúan los autores- que el entierro de los dos neonatos es la semilla que permitió que Unen K’awiil [uno de los dioses patronos] se manifestara de la misma forma que la fabricación de los incensarios permite la manifestación de las entidades divinas mismas. Además, el hecho de que sean dos individuos sugiere un paralelismo con las figuras de los Gemelos Heroicos. El empleo de pares para aludir al simbolismo de la regeneración dentro del ciclo vital (estrechamente relacionado con la salida y la puesta del Sol) se repite también en los incensarios encontrados en la escalinata del Templo de la Cruz Foliada”. Esa constante en el pensamiento mesoamericano, aquella de los opuestos complementarios, vida- muerte, frío- caliente, húmedo- seco, es lo que motiva ese ciclo vital donde para que haya vida, tiene que existir muerte y, como lo mencioné en el artículo relacionado con el tzompantli (“Semillas”), los huesos son como semillas que se “siembran” para cosechar vida, así con la ofrenda de los neonatos. El edificar sobre la etapa constructiva anterior donde se encontró la ofrenda, implica ese juego interesante que más que significar un cambio, implica una adaptación a los nuevos tiempos, a los ancestros recién idos, lo que conlleva una continuidad muy peculiar. Lo vemos en el tablero del Templo de la Cruz, donde se representa una “renovación cíclica (tanto del Sol como del maíz o de la vida humana)”, según nos cuentan los autores. Es como nos dice de la Garza, “la geografía sagrada admite la contradicción y la plurivalencia. los ámbitos ceremoniales de las ciudades mayas son, así, axis mundi e imágenes del cosmos, al mismo tiempo que réplicas de los lugares primigenios en los que se llevó a cabo la creación del orbe, pues generalmente se piensa que ese primer acontecimiento ocurrió en el centro del mundo”. Réplica de sitios, pero también de momentos.

Palenque- Lakamha’ ha dado mucho para el conocimiento del mundo maya, pero ello ha sido resultado de las numerosas investigaciones que se han desarrollado en el lugar y de la indudable riqueza en expresiones diversas que contempla el sitio. Pero también ha sido producto de un trabajo interdisciplinario, de la apertura de miras y del reconocimiento de la necesidad de explorar otras perspectivas. Como dice de la Garza al hablar del particular, la “conciencia hermenéutica de nuestro tiempo consiste en el reconocimiento de múltiples interpretaciones científicas y en la aceptación de que todas son válidas en tanto que se hacen desde distintas perspectivas y metodologías. Incluso la posibilidad de lectura de un texto no implica univocidad, pues hasta de textos escritos en nuestra escritura alfabética y en nuestra propia lengua puede haber distintas interpretaciones. Pero la diversidad de la hermenéutica no significa arbitrariedad; no se pierde el rigor científico por aceptar la diversidad, sino más bien se invalida toda pretensión de que exista un camino único de conocimiento histórico, social y humanístico en general. se invalida el dogmatismo, que ha hecho tanto daño a la investigación científica”. En su artículo apunta al universo de conocimiento e interpretación que se abrió ante los mayistas cuando decidieron adentrarse a la comparación de la arqueología, con los textos mayas escritos en la Colonia -como el Popol Vuj, indudablemente- con la labor etnográfica realizada en el pasado reciente para así encontrar continuidades simbólicas y culturales que permiten traducir de mejor manera el pasado. El Popol Vuj nos brinda una de las parejas míticas más importantes que hay en el pensamiento maya y nos lleva a comprender las dualidades manifiestas en espacios, rituales y expresiones plásticas, así como aventurar ideas y propuestas novedosas para el entendimiento del pasado. Mucho hay que aprender todavía y, afortunadamente somos muchos los que pretendemos ver las cosas desde ángulos diferentes. Hay un ciclo vital representado en todo el conjunto de las Cruces, pero también hay que entender ese ciclo vital para cualquier mayista que es ir y venir de los mayas previos a la invasión europea, a los mayas colonizados, a los mayas del presente, para después formular y reformular lo que pensamos. Ideas tienen que morir, para crear otras nuevas que han de fenecer a su vez, para traer de nuevo aquellas olvidadas, adaptadas a un nuevo presente. Ciclo vital, aplicable también a la investigación.

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