La semana nació con la polémica abierta por las declaraciones de Andrés Guardado sobre las posibilidades de México en el próximo mundial. ¿Campeones? ¿Lo dijo en serio? A la mayoría nos sonó a broma, a hija bastarda de la moda del “pensamiento positivo”. Claro que siempre hay excepciones, sobre todo dentro del gremio de la publicrónica, donde el tema se debatió a fondo. Y en ésas estábamos cuando un paisano anónimo, entrevistado al azar en las afueras del estadio Rey Balduino, dio las claves del Bélgica–México mucho mejor –y en menos de un minuto– que todos los comentaristas enzarzados en días y días de peroratas: “Ojo, que Bélgica sale con cuatro suplentes atrás: el negocio del Tri está en atacarlos”, previno. Y todavía más: como pronóstico, aquel señor de lentes y camiseta verde, residente en Bruselas, aventuró “empate a varios goles”. Atinó en todo.
Al tú por tú. Partido largo en noche gélida. Valiente el planteamiento mexicano y excesiva displicencia del local hasta que los despertó el “Chucky” Lozano. En realidad, los dos cuadros bajos anduvieron permisivos y erráticos. Y de los arqueros, el que se distinguió fue Ochoa, por encima del celebradísimo Curtois. Buen trabajo de Guardado, un boquete Reyes, ni líbero ni contencioso, y continuamente superados por Lukaku los centrales. Y como ni Salcedo ni Layún taponan bien las bandas, fue una fortuna que Bélgica jugara prácticamente sin extremos, dependiendo excesivamente del famoso Eden Hazard no solo como armador sino moviéndose por todo el frente de ataque. Y la verdad es que trabajó bastante, pero influyó poco. Quizá porque Lukaku también anduvo intermitente.
Con todo, en el primer encuentro de su dupla estelar, Bélgica abrió el marcador: servicio al hueco de Hazard para el “9”, remate de éste al cuerpo de Ochoa y el primero toma el rechace y la empuja (16’). Pero el local se dio por satisfecho y, poco a poco, el Tri fue tomando la iniciativa. Y en una filtración de Vela por la derecha, con centro hacia la boca del arco, derribo del Chicharito, cuerpeado por Ciman, y el italiano Mazzoleni cobra penal, muy bien lanzado por Guardado, que engañó a Curtois y la clavó junto al poste derecho (38’). Justo ese 1–1 como sentencia al primer tiempo.
Lozano pone todo de cabeza. De sobra conocemos la “propuesta” mexicana: zaga peligrosamente adelantada, mucho toque horizontal hasta tres cuartos de cancha y escasa penetración, atenido el ataque a los ágiles chispazos de Javier Hernández, que no anda fino últimamente. Pero entonces, “El Chucky” dijo “aquí estoy”. Acababa de recibir México el segundo gol –otro centro desde la derecha, medio rebotado en Lukaku (55’)– cuando el hidalguense cazó acrobáticamente un pelotazo frontal de Guardado en el borde del área, y, maniobrando entre dos defensores rojos, dejó quieto a Curtois con remate bajo al rincón derecho (56’). Y no acababa Bélgica de digerir ese trago cuando, en otro contrataque por la izquierda, Lozano madruga a los centrales y remata desde cerca, el arquero rechaza apurado hacia el centro, y el propio Hirving la engancha de zurda y le sale un bólido imparable, al ángulo superior derecho de Curtois (60’). México pasaba a ganar por primera vez en la noche. Aunque el gusto no nos duró mucho.
Para entonces, ya se había retirado lesionado el Chícharo –entró Jiménez– y había salido Reyes en beneficio de Edson Álvarez –que abandonaría pronto la escena, también por lesión–; pero seguía por ahí Layún, y los belgas aprovecharon la avenida que era su banda, la izquierda del Tri: por ahí penetró Meunier penetró y puso un centro cerrado para que Lukaku marcara en 3–3 definitivo (70’). Todavía, sobre el silbatazo final, se las ingenió el “Chucky” Lozano para escapar de la pesada defensa belga, enfrentar a Curtois y, muy exigido, cruzársela suavecito por encima: no fue gol por centímetros. Pero el joven delantero había dejado su impronta como figura de un partido de mucha repercusión mediática.
Terminó el juego y yo recordaba la temeraria frase de Andrés Guardado. No para adherirme a ella, ni dios lo mande. Pero sí para reconocer que, ahora sí, México parece contar con un jugador capaz de romper pronósticos. Por habilidad, por talento y por descaro. Se llama Hirving Lozano. Y procede, como todo lo bueno que ha surgido últimamente en el país, de la fértil cantera del Pachuca (a contar desde el ya veterano Paul Aguilar estarían en la lista Héctor Herrera, Damm, “Dedos” López, Pizarro, el “Burrito” Hernández y, entre los más recientes, su actual goleador Víctor Guzmán).
Balance favorable. Por cierto, a México se le da bien el seleccionado belga. Y eso que en su primera confrontación caímos 2–0 en el Heysel (16.04.69) y la prensa europea nos llenó de sarcasmos (“México tiene un futbol del tiempo de las carretas”: La libre Belgique). También sería Bruselas escenario de nuestra segunda derrota (3–0, en 1990), sufrida por un Tri que volvía tímidamente de la suspensión por los cachirules que lo puso fuera del mundial de Italia. Antes, en la devolución de visita de los Diablos Rojos, que se jugó en el Azteca (05.11.69), México se impuso por la mínima, con gol del malogrado cerebro y conductor de aquel Tri, el finísimo mediocampista tapatío Alberto Onofre.
Pero es precisamente en los mundiales donde la estadística se inclina definitivamente en favor de los Verdes. De tres enfrentamientos, México ganó los dos que se jugaron en el Azteca, y empató el restante, celebrado en Burdeos durante la ronda inicial de Francia 98. En México 70, un penal ejecutado por Gustavo Peña fue suficiente para eliminar a los belgas y poner al Tri en cuartos de final (11.06.70: esa noche la gente, espontáneamente, estrenó la costumbre de celebrar el triunfo en el Ángel de la Independencia); y en el estreno de ambas selecciones dentro del Grupo B de México 86, la victoria mexicana fue por 2–1, gracias a sendos cabezazos de Fernando Quirarte y Hugo Sánchez que batieron a Jean–Marie Paff, a cambio de posterior tanto de Vanderbergh (03.06.86).
Por último, en partido del grupo E de Francia 98, un Tri inspirado vino de atrás, sobreponiéndose no solo a dos goles de Wilmots entre el final del primer tiempo y el amanecer del segundo, sino también a la temprana expulsión de Pável Pardo, para volcarse sobre territorio belga y sellar un empate que nos supo a gloria, a través de los tantos de García Aspe (penal) y Cuauhtémoc Blanco, el famoso “gol de la hamaca”, tras medido centro del gran Ramón Ramírez.
Vale la pena remontarnos a las alineaciones de estos tres encuentros mundialistas para compararlas con la actual. Y no como ejercicio de nostalgia, sino para desmontar la falacia en que está incurriendo la publicrónica más irresponsable, al considerar que el futbol mexicano dispone hoy de una “generación dorada” sin paralelo en la historia. Por favor, lea usted, recuerde y compare: México 70 (4–3–3): Calderón; Vantolrá, Peña, Guzmán, Mario Pérez; Pulido, “Calaca” González, Munguía; Valdivia (Basaguren), Fragoso y Padilla. México 86 (4–2–2–2): Larios; Trejo, Cruz, Quirarte, Servín; Javier Aguirre, Carlos Muñoz; Negrete, Boy (España, 69’); Luis Flores (“Abuelo” Cruz, 79’) y Hugo Sánchez. Francia 98 (5–3–1–1): Campos; Pardo (exp. 28’), Sánchez, Davino, Claudio Suárez, Ramón Ramírez; Palencia, García Aspe (Lara, 67’), Mario Ordiales (Villa, 57’); Cuauhtémoc y Luis Hernández. Bruselas, 10.11.17 (4–2–2–1–1): Ochoa; Layún, Araujo, Moreno, Salcedo; Reyes (Álvarez, 58´; lesionado a los 88’, entra Jonathan dos Santos), Guardado (Damm, 69’); Herrera, Vela (Giovani, 58’), Chícharo (Jiménez, 50’) y Lozano (Aquino, 90’).
Poquísimos goles. La fecha FIFA que concluye entre hoy y mañana se está caracterizando por la anemia realizadora, con numerosos encuentros de uno o dos goles y sobreabundancia de empates a cero, tanto en lances mundialistas como en amistosos. En este sentido, el 3–3 Bélgica–México fue una especie de oasis. La excepción a la regla.
Vean si no: entre la respeca clasificatoria para Rusia 2018, los dos choques intercontinentales (Honduras–Australia y Nueva Zelanda–Perú) terminaron en pares de roscas. Lo mismo que Dinamarca–Eire y, en África, Túnez–Libia. Para los tunecinos, ese empate representó su calificación. Los otros tres duelos que permanecen 0–0 dirimen hoy el boleto a Moscú.
Hubo tres repechajes más en el Viejo Continente, y dos de ellos se resolvieron ayer tal como estaba previsto, pues nadie imaginaba una remontada griega en Atenas (otro 0–0), luego del 4–1 que le aplicó Croacia en Zagreb, con el arquero helénico en plan de espía; y Suiza, en casa, se limitó a defender el 0–0, uno más, que lo calificaba, luego de vencer 0–1 en Belfast a Irlanda del Norte, con un penal que no era. Hoy, en Milán, Italia está obligada a derrotar a Suecia tras su revés del viernes en Estocolmo (1–0), con autogol de Daniele de Rossi. Lo dicho: sequía de goles, apenas disimulada por Karnezis, el catastrófico arquero griego. Hasta la visita amistosa de Alemania a Wembley se quedó con el menú sin servir.