El asesinato en Paris del grupo de caricaturistas de la revista Charlie Hebdo y las diferentes reacciones a dicho atentado se han convertido en emblemáticas del inicio del colapso de la modernidad/colonialidad.
Es indiscutible que el asesinato de los caricaturistas es inaceptable. El asesinato de cualquier persona lo es, el asesinato es siempre un agravio a la humanidad. Pero además, se ha convertido en un hecho que ha removido los sentimientos y el pensamiento en múltiples direcciones.
Opiniones diversas se han vertido en torno al hecho. Touraineconsidera que no fue un atentado sino una declaración de guerra del “Estado Islámico” a Francia; Boaventura de Sousa cuestiona el concepto de libertad de expresión que se ha manejado y que esconde la selectividad de dicha libertad, Robert Fisk señala la ausencia del “ángulo histórico” en el análisis de dicha tragedia, Edgar Morin dice que Francia ha sido atacada en el corazón de su naturaleza laica, Vattimo señala que muestra la decepción que ha significado la cultura occidental para los musulmanes y no solo para ellos, Zizek considera que es la expresión de la fragilidad de las creencias de los musulmanes que no toleran que haya no creyentes. En este texto intentaré articular algunas ideas en torno a la modernidad/colonialidad y la laicidad que de alguna forma envuelven al hecho.
Pero antes enfatizaré el desconcierto que me provocó la edición de Charlie Hebdo después del atentado.
El 11 de enero, al frente de la concentración de ciudadanos en Paris denunciando los asesinatos de Charlie Hebdo, iba un grupo de jefes de Estado, cuya presencia, a mi juicio, era una expresión de cinismo e hipocresía y de la utilización de la tragedia para sus fines personales. ¿Qué hacían ahí Netanyahu, considerado criminal de guerra y al frente de un Estado terrorista? ¿Y Cameron, quien tiene preso en Londres a Julian Assange? ¿O Erdogan, que en Turquía ha reprimido toda expresión libre que se le oponga? Y al frente Hollande, tratando de recuperar la caída libre de su popularidad.
¿ Cómo es posible que Charlie Hebdo no haya honrado a sus víctimas mofándose de este escenario de hipocresía, manipulador, alienante, contrario a la orientación del semanario, y en vez de eso haya vuelto a sacar una imagen de Mahoma, cuyas consecuencias negativas eran esperables? Desconcertante y triste.
Emancipación, progreso y colonialidad
Libertad, igualdad y fraternidad se colocan como el sustento de la Republique, guiadas por “la razón” y por lo mismo ajenas a toda creencia ancestral o contemporánea que sea “irracional”. La democracia y su evolución, supone que todos los seres humanos son iguales y están regulados por leyes independientemente de su sexo, etnia o religión. Si la modernidad se inicia en el siglo XVI es en el siglo XIX cuando se consolida. Y su eje es la emancipación.
La emancipación busca romper ataduras. Las del ser humano con la tierra mediante la tecnología; la del ser humano con los dioses, mediante la secularización; la del ser humano con la colectividad mediante la individuación. Algo que seguramente era necesario. Y para lograr estas rupturas de alienaciones religiosas y culturales, propias de La Antigüedad o la Edad Media, lo importante es “la razón”. Y esa razón, la que separa tajantementesujeto y objeto, empezará a percibir a la naturaleza como cosa. Y esa razón, tendrá que legitimar de manera “lógica” las colonizaciones, lo que permite la emergencia del “racismo científico” que explica “científicamente” que no todos somos iguales: el varón, blanco, propietario, productivo, heterosexual, y añado “racional”, es el modelo de la superioridad sobre el resto de la población: mujeres, morenos, amarillos o negros, ancianos y niños, indígenas, discapacitados, homosexuales, y “creyentes”. Y es así como la modernidad y su ideal de Progreso, se van a alimentar de diferentes formas de colonialidad, estableciendo una frontera estructural y simbólica entre la zona del ser y la zona del no ser, entre la regulación/emancipación y apropiación / violencia.
Las colonizaciones de los siglos XVI al XIX son el ejemplo más visible, las neocolonizaciones contemporáneas lo reiteran. Las heridas históricas siguen abiertas, y se abren nuevas heridas. En el caso de Charlie Hebdo, no es posible olvidar la guerra de Argelia.
Y a lo largo del amplio mundo, la lógica del Progreso será inseparable de la lógica del despojo. El desarrollo, concepto tardío, irá acompañado de su subproducto el subdesarrollo. La externalización de sus costos a la naturaleza y a otros grupos humanos será la dinámica que permita el crecimiento del PIB, medida del avance de las sociedades, a expensas de la naturaleza y de la mayoría de la Humanidad.
En este contexto el laicismo aparece como el símbolo de la civilidad. Pero, ¿cuál laicismo?
La Laicidad. ¿Tensión entre
libertad, igualdad y fraternidad?
La construcción de relaciones horizontales de reconocimiento recíproco, base de la dignidad humana, hacen que libertad, igualdad y fraternidad sean valores complementarios pero también en tensión y con frecuencia en conflicto. Y ese es el contexto de Charlie Hebdo que me parece no se analiza. Ningún valor es absoluto, todo valor puede entrar en conflicto con otro valor dependiendo del contexto en el que se concretiza, como todo derecho puede entrar en conflicto con otro derecho. El derecho a la libertad de expresión puede entrar en conflicto con el derecho a la libertad religiosa y viceversa, o con el derecho a la vida y a la dignidad. Hablar de libertad de expresión sin límites lo único que hace es que en su nombre se esconda la selectividad de dichos límites. Es el caso, por ejemplo, de la penalización de las expresiones antisemitas y no de las expresiones en contra de otras poblaciones como ocurre en Francia y en Europa en general, o la prohibición a las mujeres musulmanas de usar el velo en las escuelas.
Yo creo que la laicidad es una plataforma política y cultural de acuerdos mínimos que permitan la convivencia entre diferentes. Una convivencia que permita una igualdad que no uniforme y una diversidad que no sea discriminada. Y me parece que en el caso que nos ocupa, se defiende una especie de laicismo decinomónico que no se orienta a buscar articular igualdad y diversidad, sino que se impone como la perfecta racionalidad escondiendo diversas formas de discriminación y diversas formas de irracionalidad. Desplaza lo sagrado hacia sí mismo y como todo lo sagrado, puede generar diversas formas de violencia y de alienación. En suma, se convierte en una identidad absoluta. “El derecho a blasfemar es sagrado”y el “podemos reírnos de todas las religiones” es una especie de laicismo que suena fundamentalista, porque libertad de expresión y libertad de creencias deben de articularse inteligentemente y ninguna forma de fundamentalismo es humanizante. Pero cuando además ese “derecho a blasfemar” se sabe que hiere a una minoría discriminada, el caso de los musulmanes en Francia, además de fundamentalista suena, inevitablemente, a racista.
Libertad de conciencia vs. alienación, manipulación y autoritarismo
La religión como cualquier otra realidad humana, la política, la economía, la sexualidad es ambigua, puede humanizar o puede deshumanizar, puede alienar, manipular o liberar. Atacar en bloque a “las religiones” es un problema de ignorancia de la realidad humana, o es una forma de fanatismo. Así como atacar la libertad de expresión puede abrir la puerta a toda clase de autoritarismos.
Me queda claro que en el caso del catolicismo, las estructuras de la iglesia fueron desembocando en una realidad que hace que un grupo de hombres sacralizados, controle las conciencias mediante el Dogma; los comportamientos incluso los más íntimos, mediante la Moral; y la salvación, mediante el culto. Que en el Islam haya numerosos grupos y sectores en los que, también hombres sagrados, imponen la Sharía que viola la vida y la dignidad de muchos seres humanos, especialmente de las mujeres. Que en nombre de sentirse el pueblo elegido por Yahvé, la mayoría de los judíos sionistas avalen el terrorismo de Estado y el exterminio de los palestinos. Y que las religiones no monoteístas tengan en su haber no pocas masacres, como fue la de musulmanes de manos de hinduistas en el Gujarat, India, y de manos de budistas en Birmania y en Sri Lanka.
Pero la mayoría de los adherentes a todas esas denominaciones son hombres y mujeres que luchan contra esas opresiones, que viven la compasión, la solidaridad, la tolerancia y el diálogo, y que han aportado a la humanidad enormes riquezas intelectuales, culturales y espirituales. La libertad de conciencia ha sido y sigue siendo una lucha de muchos hombres y mujeres en el mundo, creyentes y no–creyentes. La bondad ha brotado y sigue brotando entre creyentes y no–creyentes. ¿No es eso lo que hay que cultivar?
Me da la impresión de que afirmar que uno tiene el derecho de burlarse de todas las religiones, como lo hizo la ministro de Justicia de Francia, es convertir al “laicismo” en una “religión” contra otras. Porque religiones ateas conocemos varias.
El contexto sociohistórico
de Charlie Hebdo
Finalmente no es posible aislar el atentado del contexto sociohistórico.
La emergencia del llamado Estado Islámico, cuyo financiamiento sigue siendo una interrogante, es el resultado de una dinámica económica, política y cultural detonada en Occidente y que se potencia a través de lógicas locales en el Medio Oriente. Por un lado la disputa por el petróleo, la presión de la industria armamentista, el control geopolítico de la región, han sido causas de toda clase de atropellos. Chomsky señala que El Estado Islámico es una creación de Estados Unidos. Estados Unidos armó a los talibanes en Afganistán para luchar contra la URSS, armó y apoyó a Sadam Hussein en la guerra contra Irán para posteriormente destruirlo con fuerza en la Guerra de Irak. Esta guerra generó un gran odio hacia Occidente (no olvidemos la prisión de Abu Ghraib) y, a la vez, potenció los conflictos históricos entre sunitas y chiitas. Estados Unidos apoyó a Al Qaeda contra Bashar Al Bassad en Siria. Y Francia, como en general Europa, ha apoyado esas agresiones.
Por otra parte, Francia tiene en su haber la Guerra de Argelia, en la que millón y medio de argelinos murieron y en la que se dieron situaciones siniestras. De los 7 millones de musulmanes viviendo en Francia, 6.5 millones son de origen argelino que, en su mayoría, viven en un ambiente de discriminación. De origen argelino eran los dos hombres que asesinaron al personal de Charlie Hebdo.
¿Se trata de justificar la matanza en nombre del resentimiento histórico? No, se trata de entender que la violencia estructural cristalizada en diversas formas de colonialismo, y que la violencia guerrera, tarde o temprano se revierten. Se trata de entender que la violencia simbólica –y las caricaturas la generan– no por silenciosa es menos violenta.
La respuesta de la Unión Europea, semejante a la de Estados Unidos después del septiembre 11, es lo que los jefes de Estado estaban deseando. Reforzar el rechazo a los migrantes, cultivar la xenofobia, y en especial la islamofobia, para cohesionar a sus sociedades y minimizar los impactos emocionales de la crisis económica. Por esa razón me parece incomprensible que Charlie Hebdo haya avalado, con su silencio, la marcha de los jefes de Estado que se “montaron” en su tragedia, y me parece inaceptable desligar la libertad de expresión de la responsabilidad social volviendo a sacar la imagen de Mahoma a sabiendas de la reacción violenta en el mundo musulmán y sus consecuencias en Occidente.
El asesinato de los caricaturistas y del policía que vigilaba el establecimiento me parecen siniestros, como siniestros me parece la ejecución de 70 migrantes en San Fernando, Tamaulipas; el asesinato y la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero; la muerte de miles de migrantes que intentan llegar a las costas de Europa o a los Estados Unidos o que tratan de atravesar México para llegar a ese destino; la de miles de musulmanes inocentes y estigmatizados, y muchas muertes más, que ningún jefe de Estado llora.
La modernidad/colonialidad se está colapsando, el fracaso del Progreso ha generado frustración, resentimiento, odio, decepción. La lógica de guerra, con costos diferenciados para la población, se impone como respuesta al impasse en el que la humanidad se encuentra.