Los sucesos naturales no pueden catalogarse desde juicios de valor como buenos o malos; son los efectos de estos sucesos en la vida humana los que se pueden catalogar desde una perspectiva positiva o negativa. Los asentamientos humanos son un claro ejemplo de esta relación sucesos naturales – catástrofes sociales.
Gran parte de las ciudades por todo el mundo tienen sus cinturones de miseria, asentados en barrancas, a orillas de canales de aguas negras o en las faldas de cerros, todos estos sin servicios urbanos o cuando los hay, en estado deficientes. Es en este contexto es que la reciente temporada de lluvias representa una fuente interminable de catástrofes con las respectivas pérdidas de vidas humanas y bienes materiales.
Aunado a esto, el modelo capitalista de urbanización hace de las ciudades verdaderos entes voraces de materia y energía, traídos de lugares cada vez más lejanos, repartidos cada vez más desigualmente. El efecto de urbanización ha desplazado a la mayoría de la población mundial del campo a la ciudad, y este efecto resulta en el engrosamiento de los ejércitos de desempleados, ejerciendo una presión significativa en los bajos salarios, servicios inexistentes o deficientes y derechos vulnerados de toda la población.
El ejemplo más claro de lo anterior son las lluvias torrenciales, producto del cambio climático resultado de la actividad industrial de los “países desarrollados” y el efecto que esto tiene en otras latitudes, donde la población más vulnerada se ve afectada en alto grado en sus hogares cuando las inundaciones irrumpen en las colonias o asentamientos irregulares en los que las personas consiguen un terreno donde construir un futuro para ellos y los suyos. Durante estos sucesos la gente pierde en unas horas lo construido por años, con trabajo arduo y salarios de hambre.
El efecto político de estos sucesos, como el paso de los huracanes, las inundaciones, las sequías, las explosiones -por descuidos y falta de control sobre las empresas- empeora la pobreza económica de los sectores ya empobrecidos en estas urbes, condenándolos a un ciclo eterno de pobreza y desastres “naturales” que como lo demuestran geólogos, antropólogos y sociólogos, entre muchos otros, son resultado de una concepción clasista de las ciudades, donde se traslada a las capas más bajas el costo de la crisis climática. Lo que estos planificadores y urbanistas del capital no entienden, es que las poblaciones desde hace años han construido redes de apoyo que se activan cuando los desastres emergen.
Son los damnificados de siempre los que, por sismos, huracanes, trombas, socavones e incluso desastres de “origen humano” como baches y carreteras en mal estado, los que han demostrado no sólo una solidaridad que ilumina la acción del resto de los habitantes de la ciudad. Son las brigadas vecinales las que se organizan para solicitar el acopio y el apoyo. Son las redes de información las que avisan, denuncian y ponen de manifiesto las condiciones en las que miles de personas viven, sobreviven y se mueven en condiciones deplorables para ganar el sustento. Son las personas de a pie las que evidencian lo que un sistema explotador y enajenante no quiere que entendamos: que los desastres pueden evitarse con voluntad y construyendo poder popular, solidario y comunitario.
Lo que ocultan del llamado “entendimiento”
Siguen los recorridos para el informe presidencial por el país luego de cumplido un año de lo que llaman el 2º. Piso la de a 4 T. Poner en claro su línea de conducta y a quién favorece es tarea de quienes luchamos no sólo contra los representantes en turno del capital en México, sino de aquellas tendencias que como régimen tienen continuidad desde 2018, pero que recogen lo que el sistema de dominación ha construido desde los tiempos priistas a favor de una acumulación de capital militarizada y dependiente de Estados Unidos y su control político, militar e ideológico.
La militarización es quizás la tendencia que endurece con evidencia la mano del poder hacia el control de las luchas populares que defienden territorios y derechos ante los megaproyectos locales y transnacionales privados y públicos. Es la nueva forma de contrainsurgencia que llaman control del crimen organizado que reorganiza el mercado del narcotráfico en los pueblos del sur global y que da vida a otros ejes de la economía criminal bajo el “entendimiento” de seguridad nacional que favorece al mando militar y geopolítico de Estados Unidos.
Además se controlan sucesivamente más segmentos de la administración de empresas y servicios estatales y de la representación política en estados, municipios y poder legislativo. Por lo visto varios servidores de corte pro militar intentaron y, quizá, lograron puestos en el poder judicial como jueces y magistrados.
El crecimiento y extensión de la Guardia Nacional militarizada bajo el mando de la secretaría de defensa tiene una expansión territorial y cobertura nacional y para ella se construyeron más de 500 cuarteles a escala nacional, lo cual fortaleció la infraestructura de seguridad y control de caminos perímetros estratégicos de la economía y de las fronteras. Son muchos los casos donde además de adoptar medidas represivas para control de las protestas esos guardias aparecen ligados a operativos que apoyan alguna de las fuerzas del crimen organizado desplazando a otras o algunos mandos, se hacen cómplices de la delincuencia
Las dependencias militares cuentan con una proporción del gasto público con los aumentos al presupuesto administrativo (1 peso de cada diez del presupuesto de egresos) por encima de lo que ocurre en salud, educación y ni se diga en la empobrecida política cultural donde siguen los recortes. Defensa pasó a administrar y operar la construcción, los subsidios y los beneficios del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, 11 instalaciones aeroportuarias, el Tren Maya y negocios turísticos alrededor de éstos, se proyectan para ello 170 mil 753 millones de pesos, cuya mayor parte es para salarios y prestaciones. Para la marina además de los puertos, se les da el control de aduanas, lo que ya empezó a demostrar cómo admite esa fuerza el contrabando fiscal y cómo junto a miembros de la secretaría de defensa participan en el huachicoleo de combustibles y bienes naturales.
El Ejército y la Fuerza Aérea desplegaron de forma permanente cerca de 30 mil elementos en todo el país en tareas de seguridad pública. Más del 60 por ciento se concentraron en las nueve entidades con mayores índices de criminalidad. Este año, se distribuyeron 29 mil 711 militares para mantener el orden público y prevenir delitos de alto impacto en Baja California, Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Chiapas y recientemente Tabasco y Guanajuato. Ya ocupan cargos de seguridad civil de los gobiernos militares en activo aunque con licencia.
Los informes y estudios académicos, periodísticos y oficiales muestran que los militares asumen hoy 223 funciones, de las cuáles cien son ajenas a la seguridad pública y la defensa nacional.. El eje fundamental, sin embargo, sigue siendo el negocio de las drogas, los avisos de lavado de dinero, muestran las millonadas de dólares hacia Estados Unidos y los datos se concentran en la oficina del Tesoro estadounidense.
El “entendimiento” sobre fentanilo militares, concentración fronteriza, persecución y expulsión o cárcel de migrantes, extradiciones y entrega de capos todavía esconden el apoyo de los gobiernos mexicano y yanqui a las mega farmacéutica, los grandes bancos y las empresas de armamento todas ligadas de algún modo al negocio criminal. Se les pega a los gerentes locales de ese negocio y a la población víctima, lo mismo de reclutamiento forzado de jóvenes para tareas mercenarias, paramilitares y de sicarios que tienen violentada a gran parte de las poblaciones.
Esto se sabe por los medios libres y académicos hacen de la información oficial pero también de estudios entre la población civil interesada en los derechos humanos y en la defensa de la vida.
Lo central en esta era de la acumulación del capital bajo el gobierno de Trump, la contención de las luchas de los pueblos y de los trabajadores ya sea con programas sociales con fragmentación de organizaciones o por la fuerza, se hace limpiando la cara de militares y altos funcionarios. Lo muestran los 11 años sin verdad ni justicia para los 43 normalistas de Ayotzinapa y los miles de personas desaparecidas, desplazadas y ejecutadas por el crimen dentro y fuera de las instituciones.
Las luchas contra esas violencias requieren asumir que, como pasa en otros lugares del mundo principalmente en Palestina, el Oriente Medio, Sudán en África y en pueblos de Latinoamérica y el Caribe, es necesaria la resistencia organizada ante la guerra capitalista a los pueblos. La tarea inmediata es ideológica, educativa y solidaria, pero debe convertirse en la lucha integral por la liberación que haga a los pueblos invencibles.
Para que florezcan cien flores, hay que combatir la maleza contrainsurgente*
Néstor Kohan
En cada uno de los autores visitados por Fernando Martínez Heredia, reaparece la misma preocupación por “expandir el mundo de lo posible”. Su acercamiento a Lenin, a Gramsci, a Fidel o al Che, elude la cita repetida, la glosa carente de contenido, la fórmula disecada, la consigna oportunista y de ocasión para simplemente legitimar “lo que conviene” en cada coyuntura.
Fernando, además, se fijaba sobremanera en los detalles. De Marx podía resaltar su atención focalizada en el folletín popular, como síntoma de una sensibilidad (no siempre observada por sus biógrafos ni por la “marxología” convencional) hacia el mundo cultural de las clases explotadas, dominadas y subalternas. Sobre Lenin podía alertar, una y otra vez, desmontando la falacia de su supuesta condena del hermano asesinado por el zar debido a su utilización de métodos clandestinos y el ejercicio de la violencia revolucionaria. Gramsci subrayaba su inteligente y más que sutil lectura de la religión popular, completamente ajena y distante del anticlericalismo burgués-liberal, disfrazado bajo la manta encubridora de lo que décadas atrás solía denominarse el “ateísmo científico”. De Fidel nunca se cansó de destacar y reivindicar su voluntad inquebrantable por volver actual y contemporáneo el mensaje de José Martí. Del Che, exploró al límite de la obsesión sus críticas a las relaciones sociales mercantiles y las diversas formas históricas que asume la alienación. Y la lista de esta enumeración podría extenderse al infinito. Por ejemplo, ante un guerrillero anónimo que se entrenaba y preparaba para futuras insurgencias en la Cuba de los años ’60, Fernando recordaba repetidamente su interés por socializar en formato de cómics la historia de su pueblo. En cada uno de estos ejemplos puede detectarse “el espíritu” con que Fernando se apropiaba e intentaba fundamentar, socializando la tradición revolucionaria; siempre alejado de hagiografías inofensivas, rutinas de manual y lugares comunes aburridos, inodoros, incoloros, insípidos.
¿Acaso el marxismo “cayó en descrédito” en sectores juveniles del pueblo cubano? Pues entonces hay que revitalizarlo, no abandonarlo, solía insistir. Y para ello hay que dejar en el baúl de los recuerdos las pedagogías de las definiciones abstractas, ahistóricas, metafísicas, completamente ajenas a la vida cotidiana del mundo popular cubano. No resulta fortuito ni anecdótico su interés por estar siempre vinculado y rodeado de gente joven. Esa era su gran apuesta. No vivir de la nostalgia de “los buenos tiempos que se han ido y ya no volverán”, sino pensar en las rebeldías y revoluciones del futuro y enamorar a la juventud para la causa de la emancipación de los y las humildes. La causa más noble de la humanidad, según la caracterizara el Che Guevara.
* Fragmento del artículo del mismo título Sobre el marxista revolucionario cubano Fernando Martínez Heredia. Buenos Aires, 19 de septiembre de 2025
Los pueblos vienen marchando
Por Alfredo Grande
(APe).- He insistido en pensar la realidad desde los analizadores. Estos son espontáneos, construidos y/o históricos. Ayer miércoles la marcha contra los Vetos fue un analizador histórico. ¿Qué me dice ese analizador? Que la Marcha no es sólo resistencia. Que la Marcha denuncia, pero también enuncia. Y que el enunciado debe sortear dos entramados represores: el del poder absoluto, represor, adecuadamente denominado “las fuerzas del cielo” (Cielo Represor) y el entramado represor de los partidos que han partido la política.
La política es la Marcha. Lo político es la colisión inter e intra partidaria. Estoy pensando en que los partidos políticos fueron creados para gerenciar la política y, por lo tanto, expropiarla de los intereses y deseos de los pueblos.
En los denominados “períodos fríos”, en este caso, los largos años entre elección y elección, la política duerme. Mejor dicho: está anestesiada. Pero siempre late una respuesta: la Marcha. No puedo dejar de decir, mejor dicho, puedo, pero no quiero, decir que marchar contra los vetos es la mínima expresión de la protesta social.
La pregunta del millón, no sé si de pesos o dólares, es si hubiera habido Marcha sin vetos. O sea: hay dirigentes que piden al Gobierno que cambie, que mejore. Citar la historia del alacrán y la rana es demasiado obvia La rana no puede pedirle al alacrán que no la pique. Mejor dicho, puede, pero no conviene.
El “mileismo” seguirá. Aunque Milei sea historia. Igual pero igual que el nazismo.
El Nazi paradigmático murió, el nazismo sigue. Simplemente porque el nazismo no era Hitler. Es al revés. Hitler era el nazismo. O sea: el nazismo quedó. Con otros rostros, pero quedó. A lo que voy es que la Marcha no debe detenerse. Es más: es necesario retener siempre las Marchas del pasado. Después de la Marcha de ayer miércoles, es bueno repasar otras Marchas.
En una época reciente, la Marcha de los Chicos del Pueblo sacudió las fuerzas del cielo de esas épocas. Ahora, se pretende que los chicos se queden en la casa (en caso de que la tengan) y no participen de la Marcha del Pueblo.
En una evocación de Charles Dickens, es necesario recordar, retomar, recuperar el espíritu y el cuerpo de las Marchas Pasadas. No porque todo pasado fue mejor. Pero para que todo pasado sirva para un mejor futuro.
Es necesario diferenciar entre marchar y desfilar. Todo desfile es una reverencia al Poder. De las Fuerzas del Cielo o de las fuerzas del infierno. Pero reverencia al fin. Toda marcha es una forma de NO reverenciar, de enfrentar al Poder. Por eso deseo y creo que el pueblo viene marchando.
O sea, sin Marchas, no hay Pueblo.
Toda minoría reinante necesita adormecer y, si es posible, matar el sentido del tiempo de aquellos a los que explota, proponiendo un presente continuo.
Éste es el secreto autoritario de todo método de aprisionamiento.
John Berger: G, a novel


