Como en los mejores tiempos del otrora partido oficial, Morena y sus aliados se llevan casi el “carro completo” de las elecciones en Puebla, aunque en términos generales (salvo excepciones), ocurrió lo mismo en el resto del país, por lo que se abre un periodo histórico singular por todo lo que representa esta jornada cívica vivida el pasado domingo dos de junio.
Morena arrasó en prácticamente todas las pistas, empezando con la principal de Puebla que corresponde a la gubernatura del Estado, donde Armenta Mier ganó por amplio margen con respecto a su competidor panista, Eduardo Rivera; lo mismo sucedió con los candidatos al Senado, la totalidad de los distritos federales y locales y la mayoría de los municipios, salvo las cholulas, San Andrés y San Pedro.
La oposición no se esperaba tal magnitud del golpe dado y recibido. Está claro que su millonaria campaña de fomento al miedo y la desesperanza, a lo que ellos consideraron como el México en peores condiciones de la historia, no prendió ni tuvo efecto. La mayor parte de los electores no se fueron con la finta y convirtieron la jornada electoral en una verdadera fiesta cívica.
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Y aunque Morena y sus aliados impulsaron, desde un principio, el llamado Plan C, tampoco esperaban tanto, de ese tamaño era el gran reto que se debía cumplir, a fin de asegurar gobernanza a la nueva administración, así como el impulso de las reformas constitucionales, que habían sido contenidas por la oposición en las Cámaras.
Por ello, es correcto cuando se habla de la apertura de una nueva etapa política en el país, aunque mantenga la continuidad del proyecto iniciado e impulsado por el todavía presidente López Obrador; implicará, además, una nueva composición al sistema de partidos y en general a las fuerzas que actúan en diversos ámbitos, sean partidarios o sociales.
Lo anterior también deberá trasladarse a Puebla en lo que corresponda, más cuando en esta entidad se registró un resultado de carro prácticamente completo, donde incluso (aunque ellos digan lo contrario, es casi seguro que el PRD pierda su registro legal, al no alcanzar el porcentaje mínimo para mantener su registro.
Todavía esta semana viviremos tiempos de formalización de resultados, a partir del proceso de cómputo en los consejos distritales, para después venir la normalización en el consejo local y después en el federal (en lo que corresponda), para así emitirse las constancias de mayoría, entre ellos el de Armenta Mier.
Pero también vendrá un periodo de transición que lo que tenga de reducido en cuanto tiempo, si será azaroso en cuanto a los retos por tratar de resolver, sobre todo en lo interno, no necesariamente de trascendencia pública, pero sí de reacomodos que garanticen la integración de equipos que aseguren el respeto y cumplimiento al programa político planteado por el candidato a gobernador, pero también, así como la agenda legislativa, en el caso del Congreso del estatal.
No es paso sencillo éste, en tanto la composición de equipos y grupo parlamentario no es homogéneo, en cuanto a su constitución y procedencia, aunque todos ellos hayan sido postulados por Morena y sus aliados. Primero fue el reto de ganar, ahora es el actuar en y con consecuencia.
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