Sábado, febrero 8, 2025

Candil de la calle y oscuridad de tu casa

“Se nos quedó el maleficio

de brindar al extranjero

nuestra fe, nuestra cultura

nuestro pan, nuestro dinero.”

La maldición de Malinche (canción)

Gabino Palomares

La Malinche histórica y el mito creado alrededor de esta mujer se funden en un solo personaje que aparece en el preciso momento de la invasión europea de Mesoamérica en el siglo xvi, sin que puedan distinguirse fácilmente la una de la otra. Es una figura arquetípica con multitud de significados que se le han asignado en diferentes épocas y por diversas miradas: la del feminismo como mujer emancipada, las del nacionalismo a ultranza como traidora a su raza, por parte de los “conciliadores” como vínculo entre dos civilizaciones y también como dice la poeta doña Bertha Díaz Olmos desde su fecundo estro lírico y un poco en tono de telenovela: “Malinche es el arquetipo de la mujer mexicana enamorada, apasionada, inteligente y leal, que en todo momento está dispuesta a aliarse al hombre que ama y hacer suyos sus sueños.”[1] ¡Ay…chirrión!

Malinche: historia y mito

La mujer que le fue entregada a Hernán Cortés en Tabasco por el cacique de Potonchán, como parte de un grupo de esclavas, a finales de marzo de 1519 según algunos se llamaba Malinalli Tenépatl, este último nombre significa en castellano “persona con elocuencia”; fue llamada también Malintzin como tratamiento de respeto y bautizada por los españoles como Marina debido a la semejanza con el supuesto nombre indígena original. La mesnada española y los funcionarios de la naciente Nueva España se dirigían a ella como Doña Marina con la misma propiedad y consideración que el propio Cortés le tenía por el papel que desempeñó como “lengua” (traductora), por sus advertencias respecto de las maquinaciones que se urdían en contra suya y también por las intimidades que mantenía con la señora con la que procreó un chamaco al que el conquistador nombró Martín, en honra de su padre. Este es el Martín mestizo, el de “temporal”, no aquel don Martín que fue de “riego” y que tuvo con su segunda esposa legítima, doña Juana de Zúñiga.

Candil de la calle y oscuridad de su casa

Malinche ha sido el nombre generalizado con el que se ha designado a esa singular mujer de la que se sabe muy poco. Aparte de diversas reivindicaciones, así como de una búsqueda frenética para que su redención se acomode a ideologías contemporáneas; lo cierto y debidamente probado es que Malintzin mantuvo un papel destacado durante los primeros años de la Conquista de México. Uno de los primeros testimonios acerca de ella es el del soldado cronista Bernal Díaz del Castillo —cuya existencia niega Duverger[2]— quien escribe en su libro Historia verdadera de la conquista de la Nueva España que Cortés repartió a las mujeres indígenas que le fueron obsequiadas y dice de Malintzin que: “… y a esta doña Marina, como era de buen parecer [“buenos bigotes”] y entremetida [metiche] y desenvuelta [salidora], dio a Alonso Hernández Puerto Carrero…”[3]

Pero para este caso nos interesa el adjetivo “malinchista” que se ha derivado de ese aspecto negativo atribuido a la Malinche como traidora y con el cual se señala a aquellas personas que reniegan de su propia cultura y miran embelesadas a los miembros de otras culturas que consideran superiores. El “malinchismo” tiene profundas raíces racistas, clasistas y paradójicamente exhibe también una marcada xenofobia, pero este fenómeno psicológico y social está dirigido específicamente a personas que ellos consideran inferiores como es el caso de los migrantes centroamericanos a los que rechazan por sus características étnicas y socio culturales. Como caso contrario los malinchistas muestran una marcada xenofilia hacia los sajones o europeos blancos, especialmente a los de pelo rubio y ojos azules, que son considerados paradigma de la belleza y de la inteligencia, según el decir de estas personas.

¿Estamos hechos del mismo barro?

Hoy día podemos conocer y ver los desplazamientos de personas por todos los rincones del mundo, procedentes de sociedades en conflicto, ya sea por guerras, por violencia social, por falta de trabajo, por falta de acceso a los sistemas de salud, por pobreza extrema o por todos estos motivos juntos. Los integrantes de estas migraciones son rechazados tanto en los países de paso como en los de destino, principalmente porque son personas pobres y víctimas de escenarios sociales fatídicos En estos casos la xenofobia se expresa contra estos migrantes e incluye también componentes mayores de racismo y clasismo: no es lo mismo un alemán güero (deutschstämmige[4]) que un alemán negro que, según los malinchistas, es solo un intruso que no corresponde al estereotipo “ario” concebido, un migrante sin raigambre teutona original.

“Aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro”

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El malinchismo entraña una subvaloración de lo propio y una sobrevaloración de lo externo, sobre todo si se trata de imitar a sociedades consideradas de “prestigio” vistas con la miopía indocumentada de algunos prójimos. Pero ¿qué es exactamente lo propio? ¿qué es la identidad? En estos tiempos resulta difícil definir la identidad, lo mexicano, aquello que nos distingue de otros, porque de acuerdo a algunos estudiosos nos encontramos en medio de una crisis de identidad, que es en parte producto de una globalización inducida por el capital, el cual busca en aras de incrementar las ganancias de sus negocios, establecer una uniformidad de todos los seres humanos con la falacia de una supuesta “igualdad”. El tema bíblico de la igualdad “De barro fui yo también formado” (Job 33:6) [5] es solo un enunciado sin sentido para los malinchistas que se dicen “buenos cristianos”, pero que acomodan todo a su conveniencia.

De esta manera los ciudadanos franceses, estadunidenses, hondureños, somalíes, filipinos pakistaníes o australianos usan jeans, celulares, ropa y calzado deportivos y numerosos objetos como muestras de una nueva identidad global. El vehículo principal de esta globalización es la internet y dentro de este recurso, las redes sociales. con lo que la oferta de bienes y servicios que promueven es aceptada por todos, sin distinción alguna. Las viejas identidades se encuentran en un largo proceso de declive que se ha manifestado particularmente agudo desde finales del siglo xx creando inestabilidad cultural social e individual. Estoy convencido de que debemos buscar las nuevas identidades en lo propio, si es que somos capaces de distinguir lo mexicano, y no en lo ajeno.

¿Quiénes somos los mexicanos?

Las caracterizaciones de los naturales de un país o de amplios grupos sociales me parece que tienen una fecha de caducidad muy corta, creo que son solo instantáneas fotográficas que revelan, en el mejor de los casos, un instante de una sociedad limitada solo a algunas áreas geográficas determinadas. No obstante, resulta interesante y hasta graciosa la mirada de quienes se atreven a realizar estos ejercicios para encontrar los atributos esenciales de un determinado grupo humano. Han sido importantes intelectuales los que se han ocupado de estas empresas. Samuel Ramos, Octavio Paz y Rogelio Díaz Guerrero han sido algunos investigadores de “lo mexicano”. Respecto del “malinchismo” han expresado su punto de vista.

Comenzando con Samuel Ramos en su libro El perfil del hombre y la cultura en México, cuya primera edición es del año de 1934, nos dice que “…el psicoanálisis permite descubrir en el alma mexicana fuerzas oscuras que, disfrazadas de aspiraciones hacia fines elevados, en realidad desean un rebajamiento de los individuos y existe una imitación ciega de lo extranjero o se rechazan valores extranjeros que hacen falta en México.”

                               “Al principio de nuestro siglo [xx] era general entre los mexicanos un desdén marcado por todo lo propio, mientras que su interés se enfocaba hacia el extranjero, para buscar, sobre todo en Europa, modelos que dieran un sentido superior a su vida.”[6]

Siguiendo el orden cronológico, uno de los intelectuales más importantes del México contemporáneo que he mencionado es Octavio Paz, quien en su celebrado libro El laberinto de la soledad, cuya primera edición es del año de 1950, dedica un capítulo al tema llamado “Los hijos de la Malinche” en el que explícitamente nos dice que:

                               “Si la Chingada es una representación de la madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias”

                               “El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche.” (…)

                               “De ahí el éxito del adjetivo despectivo ” malinchista”, recientemente puesto en circulación por los periódicos para denunciar a todos los contagiados por tendencias extranjerizantes. Los malinchistas son los partidarios de que México se abra al exterior: los verdaderos hijos de la Malinche, que es la Chingada en persona.”[7]

Y por último cito a Rogelio Díaz Guerrero quien en su libro Psicología del mexicano. Descubrimiento de la etnopsicología publicado en 1994, nos dice en la parte tercera lo siguiente:

                                “Nuestra sociedad y cultura son, en muchos aspectos, saludables, pero lo serían todavía más si se cultivase un poco más lo que algunos psicólogos sociales consideran de extraordinaria importancia para la verdadera madurez de una cultura, a saber: la llamada doble lealtad. Con esto quieren decir, que una sociedad es altamente saludable cuando es profundamente leal a sus propias y adecuadas maneras de ser, pero es también leal a las maneras de ser de los demás.” [8]

Díaz Guerrero cita a Samuel Ramos y comparte algunas ideas acerca del mexicano respecto a un supuesto sentimiento de inferioridad que él no ha comprobado en ningún momento. En un artículo reciente del doctor Marcos Cueva Perus, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la unam, llamado “Clase media poder y mito en el México posrevolucionario: una explotación” se consigna lo siguiente:

                               “En la segunda posguerra no tardaría en volverse a la asimilación acrítica de lo extranjero, aunque se cambió lo europeo (de élite) por lo estadounidense (de masas). Copiar los valores estadounidenses le dio a la clase media una mayor “sensación de poder”. 75 Bonfil señaló en su momento la importancia de las capas medias urbanas dedicadas a imitar los arquetipos estadounidenses. 76 La clase media consiguió así un “contagio colectivo de costumbres, intereses y formas de vida”. 77 Careaga sugirió un papel clave de los medios de comunicación en la recreación del gusto por lo estadounidense, en particular mediante la televisión.78 Esto favoreció el más superficial de los hedonismos.79 y la vida en un mundo ficticio.80[9]

Pero si nos remontamos al siglo xix, particularmente a los años del Segundo Imperio, durante el gobierno de Maximiliano, aparte de la conducta servil del grupo de conservadores que fueron a visitar al archiduque a su palacio de Miramar para ofrecerle “la corona” de un supuesto imperio mexicano, la parafernalia imperial y la presencia de las tropas francesas y su variopinta caterva de soldados coloniales africanos movió a las clases altas y medias a solicitar el favor del “emperador” para que se les otorgaran títulos de nobleza, mostrando como pruebas viejos infolios supuestamente relacionados con la época colonial. José Luis Blasio, quien fuera secretario particular de Maximiliano escribe en su libro Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte: memorias de un secretario, que fue publicado en 1905 lo siguiente que corresponde al año 1865:

                               “En un país esencialmente republicano, como lo había sido y lo sigue siendo México, desde su independencia; y en donde casi nunca se ha hecho caso de pergaminos ni de títulos de nobleza, pocas eran como dije, las personas que podían alegar descender de la vieja nobleza de España; no obstante eso, en vista del esplendor que Maximiliano daba a su corte y queriendo todo el mundo pertenecer a ella, desatóse [sic] una verdadera fiebre de aristocracia y de nobleza y era muy rara la familia mexicana que no anduviese en busca de pergaminos, de árboles genealógicos y de escudos de armas, para comprobar que descendía de condes, duques o marqueses.”[10]

Por la misma época los republicanos hacían mofa de uno de los principales jefes conservadores Juan Nepomuceno Almonte quien, por cierto, era hijo del cura José María Morelos y le apodaban en forma despectiva y un tanto racista “Juan Pamuceno”. En el cancionero de la intervención francesa existe esta canción cuyo lenguaje imita el habla de los indios de entonces:

Amoquinequi”, Juan Pamuceno,

no te lo plantas el Majestá,

que no es el propio manto y corona

que to guarache,

que to huacal.

“El Tata Cura que te dio vida

murió enseñando la libertad,

que era insorgente muy decedida

y que fue coco del Majestá.

Corriendo el tiempo creció el “pitoncle”**,

se puso fraque, comió bestec,

indio ladino, vende a to patria

y güiri güiri, con el francés.”*

Esto nos revela que los “espejitos” y las cuentas de vidrio seguían siendo recursos atractivos que deslumbraban al rastacuerismo nacional. Hoy día la imitación de modelos estadunidenses, con el papel hegemónico del inglés, ha reemplazado a la ranciedad de Europa. Por esa razón los anglicismos ocupan una buena parte del habla de las clases medias como símbolo de estatus social.

“Hoy en pleno siglo xx

nos siguen llegando rubios

y les abrimos la casa…

y les llamamos amigos,

pero si llega cansado

un indio de andar la sierra,

lo humillamos y lo vemos

como extraño por su tierra”[11]

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[1] Díaz Olmos, Bertha. (2010). “La Malinche, arquetipo mexicano”. En: Archipiélago. Revista Cultural de Nuestra América14(54). 2010-08-06. [Recurso digital consultado: febrero 2023] https://www.revistas.unam.mx/index.php/archipielago/article/view/19883

[2] Martínez Baracs, Rodrigo. ¿Bernal o Cortés? “Con magistral eficacia, Duverger ha sembrado la duda: La historia verdadera de la Conquista… ¿fue obra de Bernal o de Cortés? Thomas desmonta los argumentos de Duverger y los refuta. Martínez Baracs a su vez valora su aporte: cierta o falsa, su conjetura ya no podrá eludirse. [Recurso digital consultado mayo 2021]. https://letraslibres.com/revista-espana/bernal-o-cortes/

[3] Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. México: Ed. Porrúa, 1ª Ed.  colecc., “Sepan cuantos…”, cap. xxxvi, 1960, p. 59

[4] Este significado de “deutschstämmig” se puede definir como “Que tiene ascendencia alemana o raíces familiares en Alemania.”

[5] Biblia de Estudio Reina Valera. Ed. de 1960.p. 736.

[6] Ramos, Samuel. p. 78 en. El perfil del hombre y la cultura en México. México: Ed. unam/sep. Colecc. Lecturas mexicanas No. 92. 1987, p. 136

[7] Paz, Octavio. “Los hijos de la Malinche”. p. 77-78. En. El laberinto de la soledad. México: Ed. sep, Colec. Lecturas mexicanas No. 271984, p. 191

[8] Díaz Guerrero, Rogelio. “¿Por qué es así el yo del mexicano?” p. 64 En: Psicología del mexicano: descubrimiento de la etnopsicología. México: ed. Trillas, 6ª ed. (reimp. 199), 1994, 405 p.

[9] Cueva Perus, Marcos . “Clase media, poder y mito en el México posrevolucionario: una exploración.” Estudios Políticos [en línea]. 2010, 9(20), 105-129[fecha de Consulta: 8 de octubre de 2024]. ISSN: 0185-1616. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=426439541006

[10] Blasio, José Luis. Maximiliano íntimo: el emperador Maximiliano y su corte: Memorias de un secretario. México: Ed. unam, 2ª Ed. 2013 (1ª reimp. 2016), 312 p.

** Piltontli =niño en lengua náhuatl

* Amo quinequi, expresión en náhuatl que significa en castellano “denegar”, “no conceder”.

[11] La maldición de Malinche, canción de la autoría de Gabino Palomares, compuesta en 1975.

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