Francois Emile Maupas (1842 – 1916) fue un bibliotecario, protozoólogo, citólogo y botánico francés, que contribuyó a la comprensión del ciclo de vida y la reproducción de organismos unicelulares que poseen cilios, que son una especie de “pestañas vibrátiles”.
Implantó la idea, conocida como el ciclo de vida maupsasiano, de que algunos protistas (organismos que no pertenecen al reino animal, vegetal o de los hongos), tenían una muerte definida después de la reproducción sexual, teoría que planteaba lo contrario a las ideas en aquel tiempo en el que se creía que los protistas eran inmortales.
También identificó la existencia de tipos de apareamiento en los que ciertos cilios estaban relacionados. Desarrolló técnicas de cultivo para una serie de organismos; pero sobre todo sus investigaciones han tomado una relevancia sobresaliente en la actualidad al describir a un gusano o, como se le nombra en biología, a un nemátodo (gusano redondo), que nombró Caenorhabditis elegans y que se ha convertido en un organismo modelo ampliamente utilizado en estudios biológicos.
La historia de este ser vivo nos resulta verdaderamente fascinante por ser un prototipo de investigación de cualidades sorprendentes. El enriquecimiento en el estudio que se genera a través de Caenorhabditis elegans se inició en el año de 1965 con Sydney Brenner (1927- 2019) quien fue un biólogo sudafricano galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 2002. Brenner planteó que Caenorhabditis elegans era un extraordinario modelo de experimentación pues paralelamente a su simpleza anatómica (constituida por alrededor de mil células), era un organismo transparente, lo que permitía observar todo fenómeno biológico que sucedía en su interior. Aparte de esto, su periodo corto de vida que era de más o menos 3 días, además de su simple alimentación a base de una bacteria muy abundante que se llama Escherichia coli (Castellani & Chalmers 1919), condicionaron que se valorara con un carácter ideal para trabajarla en laboratorios particularmente modestos.
El primer mapa genético de este helminto descrito por Brenner, vio la luz en 1974 con marcadores de comportamiento que se pudieron documentar con microscopía electrónica. Posteriormente, en los años 80 que marcaron la explosión de la biología molecular, la secuenciación del Ácido Desoxirribonucleico (ADN) y la descripción de mutantes basados sobre todo en aspectos bioquímicos, fueron desarrollando mucho más los mapas genéticos, aportando en ellos información sobre algunas rutas metabólicas.
Fue en este periodo en que se describieron detalles del funcionamiento del sistema nervioso y su influencia en el comportamiento, además del linaje celular completo durante el desarrollo embrionario.
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Los años 90 trajeron las secuenciaciones masivas, junto con las alineaciones de las mismas, además de los bancos de datos genéticos y la anotación de secuencias candidatas a ser genes. Paralelamente a la culminación de la codificación del genoma de Caenorhabditis elegans, las observaciones de otros investigadores dentro de los que sobresalieron: Craig Mello (1960) y Andrew Zachary Fire (1959), sentaron los pilares de lo que hoy en día se conoce como genética inversa, que es la rama de la genética que, en lugar de comenzar por un fenotipo (característica observable) para luego buscar el gen responsable, parte del gen y busca determinar su función. Es como ir en sentido contrario al proceso tradicional de la genética, por lo que fueron galardonados con el Premio Nobel en el año 2006.
Todas estas profundas revoluciones en las tecnologías aplicables a la biomedicina nos han dejado 4 premios Nobel en 40 años de Caenorhabditis elegans: Sydney Brenner (2002) por sus contribuciones al entendimiento de la muerte celular programada y la organogénesis. Andrew Fire y Craig Mello recibieron el premio 2006 por su descubrimiento de la interferencia de ARN, un proceso que silencia genes específicos.
Martin Chalfie, Osamu Shimomura y Roger Y. Tsien en el 2008 fueron premiados por sus investigaciones sobre la bioluminiscencia, utilizando Caenorhabditis elegans para visualizar procesos celulares y en este 2024, en el que Victor Ambros y Gary Ruvkun fueron condecorados por el descubrimiento del microARN y su papel en la regulación genética postranscripcional.
Cada uno de estos premios ha destacado la importancia de Caenorhabditis elegans como modelo experimental en la biología y la medicina.
Este organismo de dimensiones muy pequeñas, ha sido un gran modelo, que ha contribuido de manera significativa a nuestro entendimiento de los procesos biológicos fundamentales. Los múltiples Premios Nobel asociados a su estudio son un testimonio de su importancia en la investigación científica actual.
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