Cae un árbol y sacude al mundo,
sus latidos se trastocan,
coágulos y quistes de piedra
lo quebrantan, le duelen.
En la arena donde yace,
el pájaro ya no canta
y de sed de voces mueren sus raíces.
Árbol, aún caído, se remece,
porque la guadaña que lo tala
le sangra verde limo.
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Es una barca verde y ocre cuando llueve.
Pero cae más hondo hecho leña,
vuelto tablas, hecho astillas.
Tallado en guitarra, las aves
vuelven a tejerle nidos.
Ya masacrado y machacado
es la pasta de las hojas
donde el ángel caído es un poema,
nunca será un gigante abatido.
Ricardo Antonio Landa, 15 de diciembre de 2021.
(Ilustración de Tony Muro)
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