Hasta ahora la gestión de Néstor Camarillo Mediana e Isabel Merlo Talavera como dirigentes recién estrenados del PRI es como el agua: incolora, inodora e insípida. Pues ambos no son críticos de nada y no proponen ningún cambio importante en el partido. Muchos dicen que ese va a ser la tónica de la próxima campaña electoral del tricolor, en donde va a jugar a llevar la fiesta en paz con Morena y los gobiernos de la 4T, para de esa manera forma garantizar algunas diputaciones locales y alcaldías que permitan sobrevivir a dicha fuerza política.
Es decir, Néstor Camarillo va a hacer lo mismo que los dos presidentes de partido que le antecedieron en el cargo, Javier Casique Zárate y Lorenzo Rivero Sosa, pero a la inversa, ya que ellos jugaron a favor de los intereses del PAN y del morenovallismo, y en contra de Morena.
La estrategia, dicen los enterados, que se habría diseñado desde el Comité Ejecutivo Nacional del PRI es administrar, en estos momentos, el enorme desprestigio en que ha caído al panismo con los escándalos de corrupción del expresidente Felipe Calderón Hinojosa; de Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad Pública que será juzgado en Estados Unidos por proteger al Cártel de Sinaloa; así como los sobornos que destacados ex legisladores albiazules exigieron y recibieron para aprobar la reforma energética en el año 2014.
En ese sentido, el PRI volverá a fungir como un “partido bisagra”, que en lugar de buscar conquistar el poder, se suma a beneficiar a otra fuerza política.
Durante el proceso electoral de 2018, el más reñido en la historia política de Puebla, el PRI se dedicó a atacar a Morena y desplegar tenues cuestionamientos en contra del PAN y el morenovallismo. Un comportamiento que encabezaron Javier Casique y Enrique Doger Guerrero, en ese entonces en su calidad de presidente del partido y de aspirante a la gubernatura, respectivamente.
Ahora el discurso de campaña y el perfil de los candidatos priistas será el de ser críticos contra el PAN, la derecha y los saldos del morenovallismo, y ser omiso o muy suave con los gobiernos de la 4T, como una manera de negociar algunas posiciones a favor del tricolor.
Por esa dinámica, en el PRI poblano se ha empezado a hacer una lista de posibles candidatos a diputados que tengan como principal característica ser personajes “light”, es decir poco aguerridos con los gobiernos en turno de la 4T y el movimiento lopezobradorista.
Esa lista, obviamente la encabeza el propio Néstor Camarillo Medina quien busca estar al frente de la lista de candidatos plurinominales del PRI y garantizar una curul en el Congreso de Puebla.
Otro nombre que podría aparecer es el de Javier López Zavala, quien en 2010 perdió la elección de gobernador y llevó al PRI a su debacle.
López Zavala hizo esfuerzos denodados por incorporarse al círculo de Andrés Manuel López Obrador en 2017, cuando construía su candidatura presidencial, y lo único que consiguió fue una foto donde aparenta entregar un libro al líder de la 4T. Simplemente nadie le abrió la puerta en esa opción de izquierda.
Algo similar le pasó con Luis Miguel Barbosa Huerta, nunca pudo entrar al grupo de confianza del hoy gobernador de Puebla. Lo único que le queda es regresar a su vieja militancia tricolor y aspirar a ser diputado local por un distrito de la capital.
Un nombre más es el de Xitlalic Ceja, quien siendo secretaria general del PRI estatal renunció a ese cargo, en 2019, en protesta a que desde entonces se empezó a perfilar Néstor Camarillo para dirigir al PRI.
Ceja al no lograr incorporarse a otra fuerza política, ha hecho las paces con el actual presidente del partido y hace unos días, rindió protesta como dirigente del Organismo Nacional de Mujeres Priistas. En lo que parecería ser una antesala para una candidatura también por un distrito del municipio de Puebla.
También se dice que otro nombre que ya aparece en esa lista es el de Sandra Montalvo, quien dejó el organismo de mujeres priistas para ser nombrada delegada en la Sierra Nororiental de Puebla, como una manera de posicionarla como posible candidata en esa región del estado.
No cabe duda que el otrora partido oficial es ahora una fuerza política a la que le da miedo disputar el poder.