Si el poderoso aparato mediático, hoy convertido en instrumento faccioso para deslegitimar al gobierno de la Cuarta Transformación, pudiera, sin sesgos perversos, informar y criticar, ni más ni menos, pero solo aquello que ocurre realmente en el país, el comportamiento de la economía nacional se reconocería como altamente satisfactorio, lo cual no es poco decir en un mundo convulsionado por la crisis.
En efecto, mientras internacionalmente puede observarse una preocupante inestabilidad económica, derivada de la crisis del capitalismo neoliberal en franca retirada en todo el mundo por haber profundizado la desigualdad y extendido la pobreza en las economías metropolitanas, pero sobre todo en las economías dependientes como las latinoamericanas y, en particular, la mexicana en la cual, al concluir la era neoliberal (1982-2016), el 60 por ciento de la población se encontraba en situación de pobreza y existía una profunda concentración del ingreso, tan desigual que apenas el uno por ciento de los mexicanos más ricos concentraba el 40 por ciento del ingreso nacional, mientras que el 10 por ciento de la población más pobre del país percibía apenas el uno por ciento del ingreso total. El hecho de traer a colación estos estos datos, quiere mostrar la titánica tarea que se ha echado a cuestas el gobierno de la Cuarta Transformación para cumplir su propósito: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Aún no se conoce en cuánto han disminuido la pobreza y la pobreza extrema, pero de manera indirecta es posible inferir algún dato cualitativo, aunque no se tenga información cuantitativa tan cara al positivismo.
En México, la crisis económica no ha sido tan severa como lo es en otros países, incluso, información proporcionada por el INEGI, señala que la economía creció, en el segundo trimestre de este año más de lo pronosticado. El Producto Interno Bruto (PIB) avanzó 1 por ciento de enero a marzo, acumuló, así, tres trimestres consecutivos de avance y ya se encuentra ligeramente por debajo de nivel que tenía antes de la pandemia. De esta manera, en el primer semestre del año el PIB tuvo un crecimiento, en términos reales, de 2 por ciento (La Jornada, 30-07-22: 18). En cambio, la economía estadunidense con la cual nuestro país mantiene una estrecha relación decreció, a tasa anual, 0.9 por ciento, con una caída de 4.4 por ciento en el consumo de bienes duraderos, sin que esto, como vimos, haya afectado mayormente a la economía mexicana. ¿La razón? A pesar de la debilidad observada por la inversión privada, el consumo en México muestra una mayor fortaleza debido, por un lado, a la política de incremento de los salarios por encima de la inflación y a las transferencias monetarias a diversos segmentos de la población, que permiten elevar el ingreso corriente y fortalecer la demanda efectiva, además de enfrentar la inflación mejor protegidos sosteniendo niveles de consumo que permiten mantener el dinamismo de la actividad económica.
Así, en lugar de subsidiar a las grandes empresas, cuyos cuantiosos recursos les permiten solventar los problemas de las crisis y la inflación, se fortalece el consumo popular para sostener el funcionamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas que, por cierto, ofrecen la mayor ocupación en el país.
La inflación se ha combatido con un éxito relativo, pues está en 8.1 por ciento, pero se ha calculado que estaría 2.6 puntos porcentuales por arriba sino hubiera decidido subsidiar las gasolinas, Pero además, hubo una respuesta inmediata del gobierno de la Cuarta Transformación, que diseñó un “Paquete contra la inflación y la carestía” (Pacic) al se destinarán 574 mil millones de pesos para fortalecer programa incluidos en el rubro de seguridad alimentaria (Sembrando Vida, Producción para el Bienestar, etc.), que permitirán elevar la oferta de bienes de consumo que, se propone, equilibrarán los precios evitando la inflación y la consiguiente carestía.
Es de esperar que el plan gubernamental, que involucra también al sector privado, funcione adecuadamente y se eviten los aumentos inflacionarios de los precios, y dejar rumiando a la oposición su frustración pues quisieran ver un país en ruinas si eso les permitiera obtener algunos votos, de ahí su empeño por frenar los proyectos de desarrollo y bienestar promovidos por el gobierno de la Cuarta Transformación.