El miriápodo de diez centímetros
-apenas descubierto-
es un hilo blanco y ciego
que rompe el récord conocido:
mil 306 patas
y, como un minero australiano,
paso a pasito señala las vetas
que anhelaba Perséfone
para alumbrar el inframundo.
Antes, los chavos guerristos buscábamos
el oro líquido del cuerpecito
que caminaba lento en un jardín,
lo pisábamos y lo explorábamos.
Nuestro bisturí era un palillo.
Mala pata del pobre bicho.
¡Un medidor! gritaba nuestro susto.
El Poder nos ve como bichos,
sin pies ni cabeza nos quiere.
Reos de la obediencia aprendida.
Un zumbido se vuelve estruendo:
¡ Rompan filas!*
Ricardo Landa, versión enero 2025.
(Ilustración: obediencia aprendida)
(Imagen: Pisadas)