La historiadora Clementina Battcock señaló que actualmente existen diversas vías para estudiar a la mujer en su dimensión histórica, por lo que el pensar ahora a la mujer en el mundo prehispánico ofrece oportunidades y retos, pues implica la armonización de estudios plurales.
Al participar en el ciclo de charlas en línea La colección a detalle organizadas por el Museo Amparo, la investigadora mencionó que queda un largo camino de estudio que requiere de la colaboración de historiadores del arte, arqueólogos, historiadores y demás especialistas que aporten desde su campo de conocimiento.
Con la charla El arte mesoamericano como ventana hacia la concepción de la mujer y lo femenino en Mesoamérica, examinó la concepción de la figura femenina dentro de las sociedades mesoamericanas. En ella, Battcock refirió que en los nahuas fueron una sociedad que consagró el erotismo femenino y, si bien hoy existen estudios que han incrementado los conocimientos de las mujeres y de Mesoamérica -un término acuñado en 1943 por Paul Kirchhoff-, los investigadores se enfrentan a varios problemas.
Uno de ellos, continuó, es que el corpus documental es silencioso y está fuertemente permeado por lo europeo, específicamente por lo cristiano del siglo XVI. Abundó que, por si fuera poco, se debe lidiar con la escasez de materiales que tratan este periodo. Por tanto, aseguró que los vacíos de información se llenan con la interdisciplinariedad.
En torno a la concepción de las mujeres y lo femenino, consideró que la historia del arte tiene un enorme alcance, pues permite reconocer la concepción de la figura femenina dentro de las sociedades mesoamericanas. Asimismo, el estudio de piezas de barro permite detectar estilos propios, cánones de belleza y técnicas de manufactura, entre otros aspectos. Así, continuó, el objeto artístico se convierte en una de las fuentes que permiten acercar a las concepciones y símbolos de las mujeres mesoamericanas.
La profesora investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia señaló que, en el siglo XX, historiadores, antropólogos y arqueólogos han identificado temas mesoamericanos, uno de ellos, las representaciones femeninas de las figuras preclásicas y las esculturas del posclásico.
Dijo que el acotar el papel de la mujer mesoamericana a la representación, es decir, a las ideas de la mujer y no con la mujer, hará que no se encuentre al ser humano, sino concepciones de ella, pasajes mitológicos, atavíos y mitos, hechos a partir de una condición patriarcal. “Ante nuestros ojos tenemos una enorme información que debe ser interpelada críticamente. Es una ventana para vislumbrar la realidad de la mujer mesoamericana. Las representaciones, un cambio en el paradigma femenino, es algo que da vueltas en mi cabeza”.
En ese sentido, para proponer algunos caminos para transitar y tratar de develar ese cuestionamiento, la historiadora Clementina Battcock se acercó a las piezas de la Colección prehispánica del Museo Amparo, en especial a un conjunto del Clásico tardío y Posclásico. “Realicé el estudio de algunas piezas de la bóveda del museo, exquisitas y complejas, que me han metido en grandes problemas y aventuras. No soy historiadora del arte y no soy arqueóloga, sino una historiadora que trabaja estos temas trascendentes para los nuevos estudios que pueden dar luz”, confió.
Acotó que del conjunto de piezas resaltan las de Tlatilco y las provenientes de Las bocas de Puebla, las cuales contrastó y marcó sus diferencias. Por su corporalidad dejan ver el concepto y el símbolo de la mujer en su concepción social, ligada a las creencias religiosas.
Algunos especialistas–prosiguió- hablan de rasgos de la fertilidad como muslos, caderas y busto anchos, que son símbolo de maternidad; tienen además rasgos individualizantes que las hacen pensar como retratos y no representaciones de deidades. En ellas, coexistían dos temas: la fertilidad expresada en rasgos exagerados y la mujer en sí cuya identidad no queda disuelta en su función reproductiva. Las de Tlatilco, continuó, son más complejas, ya que hay una conceptualización a otro nivel el cuerpo femenino, manteniendo el acento en la corporalidad ya que esa fue la intención del artista.
Notó que los estudios del Posclásico tardío se conservan noticias e historias contenidas en las fuentes documentales y en sus obras. En ellas, los pueblos nahuas dejan ver su amplio panteón con diosas como Chicomecoatl y Xochiquetzal, con rasgos que no se centran en su cuerpo sino en símbolos, atavíos, motivos, anatomías florales y demás, para dejar ver sus funciones específicas. “Los nahuas del Posclásico conceptualizaron y complejizaron sobre la mujer de carne y hueso…Lo femenino era un parte vital de lo sagrado, pero ¿lo eran también las mujeres? ¿Qué lugar para la mujer había en el arte y en la sociedad?, cuestionó la especialista para quien lo único cierto es que “lo femenino es un concepto universal”.