Miércoles, abril 24, 2024

El escritor Alejandro Badillo madura su lenguaje narrativo en La habitación amarilla

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Con 12 libros publicados, el escritor Alejandro Badillo (Ciudad de México, 1977) sabe que no se abandonan las primeras aficiones. Así, La habitación amarilla, su más reciente libro de cuentos editado por la Dirección general de publicaciones de la UAP, le enseña que ha podido encontrar su propio lenguaje y pasar de una temática a otra, del surrealismo a lo cotidiano, ofreciendo relatos que tienen una presencia propia. 

 “Comencé a escribir cuentos de fantasmas, espectros, leyendas cuando iba en la secundaria, en la preparatoria. Este libro sigue siendo deudor, una continuación de aquellos primeros libros cuando estaba muy chico, pero claro que ha habido cambios pues ahora he podido sentirme más seguro, sin sentir que estoy imitando a otros autores que me gustan mucho”, acota durante una entrevista que ya puede ser vista en las redes sociales de La Jornada de Oriente. 

Encontrar la voz narrativa, define el también autor de Reconstrucción, es t­­ener las herramientas del lenguaje para narrar, sentirse a gusto y pensar que las historias tienen vida, que el autor no se mete en el personaje sino que ellos mismos son capaces de habitar los relatos.  

“Es un proceso íntimo, personal, solitario y en él se vuelcan muchas de las cosas que ocurren al autor, como sus obsesiones y fijaciones”, apunta. 

Badillo afirma que cuento a cuento, incluso los que no salen publicados o los que se abandonan, sirven para decidir que se va escribir, y por tanto, cuando ya han sido publicados, el autor sabe que han visto la luz porque son significativos. 

Menciona que La habitación amarilla, recientemente presentado en la Feria Nacional del Libro de la UAP, es un libro de cuentos que tiene un hilo conductor, en este caso la misma habitación amarilla, que aparece en cada historia como personaje que es capaz de modificarla o llevarla a términos reales, alegóricos, simbólicos, surrealistas o de ficción, a la vez que le lleva a experimentar con diversos modos de escritura.  

En ese sentido, refiere que es claro que los escritores tienen obsesiones y los que han marcado más a la literatura son aquellos que tienen una obsesión y la decantan en el tiempo. “Para un buen lector eso es una ventaja, pues entra a un mundo y este se repite una y otra vez porque le sigue significando algo al autor, quien explora las posibilidades de esos universos que se construyen libro a libro”. 

De paso, el también autor de Ella sigue dormida, Tolvaneras y Vidas volátiles recordó al narrador y editor Alejandro Meneses (Tlaxcala, 1960 – Puebla, 2005) como su guía, a la par de que definió que, como cuentista, a Meneses le gustaba explorar la densidad y las atmósferas. “Cada uno de sus cuentos tenían la manera de hacer pesada la atmosfera y el tiempo más lento. La literatura para él, era una sonda que era mandada a ciertas regiones de la condición humana, del alma”. 

Recordó que en el taller de Meneses y con la lectura de otros autores, en una formación que ha sido autodidacta, le interesó la forma en que en un cuento, a pesar de su breve extensión, se pueden decir muchas cosas y reflejar estados de ánimo a través del lenguaje.  

“El lector no se queda con respuestas sino conmovido, como queriendo saber qué paso sin tener respuesta. Se trata de eso: de sacudir de esa normalidad al lector y que mire la realidad de una manera diferente a través del lenguaje y, en escenarios comunes, vea algo que puede tener múltiples dimensiones”, concluyó el escritor. 

La habitación amarilla, que se integra por los cuentos Déja vu, Un derrumbe sin escombros, El gigante, Una luz entre nosotros, El cautivo y La doble vida del arquitecto Wang, tendrá otras próximas presentaciones: una programada para el 30 de abril –con horario y lugar por definir- en San Andrés Cholula y otra en Puebla, también con fecha pendiente.  

El volumen ya está en Gandhi y Amazon en formato digital, mientas que en formato físico se puede adquirir en las librerías universitarias ubicadas al interior del Complejo Cultural Universitario y en avenida Reforma 531, en pleno Centro Histórico de Puebla. 

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