A diez años de lo ocurrido en Ayotzinapa, los familiares y allegados de los 43 jóvenes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 pierden, poco a poco, la esperanza de conocer algún día la verdad sobre lo que realmente ocurrió. Ese día, 43 jóvenes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, fueron secuestrados y desaparecidos en Iguala, caso que consternó a todo el país. En su momento, la investigación presentada fue un insulto a la inteligencia humana, el gobierno presentó una versión falsa de los hechos, ahora desmentida. En los últimos años, el trabajo de expertos independientes y de organizaciones internacionales, ha sacado a la luz que se trató de un auténtico crimen de Estado, implicando directamente a la policía y al Ejército, en complicidad con un grupo criminal.
Al tratarse de delitos que se cometen desde el poder político, principalmente a través del aparato del Estado, son delitos de realización oculta que dificulta su investigación sumado a las amenazas, las mentiras, el encubrimiento y la impunidad.
Los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa son de origen humilde, en su mayoría hijos de campesinos sin recursos, que son acogidos en una institución pensada para su perfil. Allí no tardan en aprender lo ocurrido con sus compañeros desaparecidos, entran en contacto con sus familiares y se les enseña a seguir con una lucha que, según afirman, seguirá hasta que vuelvan vivos los 43. Las familias de los 43 desaparecidos, se han encontrado con un muro de silencio, siguen manifestándose incansablemente y exigiendo avances en la investigación. Las pocas reuniones que han tenido con el presidente López Obrador han terminado en un fracaso, afirman padres de los desparecidos. Su Gobierno no es bien visto en la Escuela Normal, en la que se leen y ven consignas e imágenes que critican su labor y su supuesta ocultación de la participación de militares en la desaparición de los 43 jóvenes. La relación entre el gobierno de López Obrador y las familias, así como con los expertos, se deterioró tras las revelaciones de la implicación directa de las autoridades mexicanas y la dimisión del fiscal especial, que se marchó a Estados Unidos. Cuando se aborda la participación del Ejército en la presunta desaparición de los 43 jóvenes, ahí termina el dialogo. Es el testimonio de padres de familia en su encuentro con las autoridades.
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Los familiares han expresado su decepción con el presidente López Obrador, quien había prometido resolver el caso. El presidente ya se va y los padres siguen en espera de respuesta. Declaran que el presidente ha defendido a las fuerzas armadas, a quienes los investigadores extranjeros y los abogados de los padres de las víctimas han acusado de estar involucrados en los hechos.
Sin lugar a dudas, el entonces Secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos, estuvo al tanto de cada uno de los hechos de Ayotzinapa; pero quedó claro que el presidente López Obrador no se enfrentaría al poder castrense, quienes al enterarse de la detención de su exsecretario en Los Ángeles, CA., por su presunto vínculo con el crimen organizado y tráfico de drogas, le solicitaron al Ejecutivo inmediatamente la extradición de su General a territorio mexicano, donde quedaría absuelto sin dilación.
Las familias de los desaparecidos siguen clamando por la verdad, aferrándose cada vez con más escepticismo a las promesas del gobierno de encontrar a los jóvenes o llegar al fondo de lo sucedido.
A diez años de Ayotzinapa, hace suponer que las fuerzas legales del Estado y las ilegales, operan en complicidad cuando se ven afectados intereses supremos, haciendo difusa una solución jurídica a través de la violencia y la simulación. No es extrañarse que los presuntos autores intelectuales y materiales, legales e ilegales sigan en libertad.
Todo comienza en un sueño por quererse superar: “madre ya me voy de casa, me voy para la ciudad, tengo ganas de estudiar. Como no había pal viaje me puse yo a trabajar, y me inscribí en la escuela, en aquella escuela rural. El 26 de septiembre comenzó todo lo peor, donde empieza la masacre mi hermano empezamos a llorar, donde empieza la masacre todo se empieza a nublar. Después de un golpe en la nuca todo se me oscureció, se me borraron los sueños hermano de ser un buen profesor” (Canción, Ahora soy #43).
Aquellos jóvenes solo deseaban encender una llama de luz para brillar y una verdad para ser libres, de compartir sonrisas, jovialidad y felicidad, una luz que se extinguió con la bota en el cuello y una bala de fusil en su cabeza.
Verdad y justicia por los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa ¡Ni perdón, ni olvido!
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