Aun con el escollo preocupante habido en Argentina, con el triunfo en las elecciones primarias del ultraconservador, Javier Milei, podemos concluir que sigue avanzando el progresismo y la izquierda en Latinoamérica, con el triunfo contundente de Bernardo Arévalo en Guatemala, postulado por el partido Semilla, así como el resultado ganador en las primarias en Ecuador, por parte de la correista Luisa González, que de refrendarse el resultado, sería la primera mujer presidenta en el país de Eloy Alfaro.
No es una cuestión menor esta situación. En los últimos tiempos se ha enconado la lucha entre el conservadurismo y la izquierda, donde los primeros señalados han tenido un repunte con sectores radicalmente identificados con el fascismo, como hace poco lo vimos con Bolsonaro en Brasil, Giorgia Meloni en Italia y, ahora, el aludido Milei en Argentina. La derecha tiende a montarse en los fracasos de sus adversarios o de los errores cometidos. En el caso de Argentina corresponde a la inefectividad de los últimos años del peronismo, sobre todo en el manejo de la inflación y particularmente de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que ha provocado enormes desigualdades y empobrecimiento. Con sus propias particularidades, Chile ha tenido sus propias raspaduras en su correcta administración.
Pero en contrapartida, en una buena parte de países como Bolivia, Colombia, Venezuela, aun los obstáculos puestos en el camino por parte del gobierno de Washington, han podido desplegar programas que han incidido en el apoyo popular a los proyectos ahí llevados a cabo. Nuestro país es la mejor muestra de la aceptación de la mayoría de los mexicanos por lo que aquí se ha llamado la Cuarta Transformación, que tiene a Morena y sus aliados en el borde del refrendo electoral, aun cuando quede poco menos de un año para el día de la jornada electoral.
Esta situación ha reconvertido a México en líder del continente y un componente más de la ola progresista a lo largo del país. Sin embargo, no hay que confiarse, dar mucho más en la gestión social y particularmente en la lucha contra las desigualdades y la pobreza. Un elemento positivo para que logremos cumplir con el objetivo de apuntalar el progresismo en nuestro continente, es la crisis profunda que padece en el mundo el neoliberalismo y su base teórica, expresada en el Consenso de Washington, así como sus instrumentos financieros internacionales, los cuales empiezan a tener contrapesos efectivos, como es el caso del BRICS.
La otra llave transformadora en el esfuerzo progresista para imponerse en el continente, es la inserción de las fuerzas políticas de cuño de izquierda o de avanzada democrática, en los movimientos antes considerados como minoritarios, pero que ya vimos que no era así, pues se habían convertido en reales transformadores sociales, primero en las calles con sus propias demandas y después, en las urnas.
Enhorabuena para los pueblos de Guatemala y Ecuador. Se suman a otros países que ya llevan trecho andado en sus procesos democratizadores.