El discurso utilizado para cuestionar el modelo económico que impulsa el gobierno de México se ha venido sofisticando en su terminología y nutriendo de auténticos engaños cuya finalidad es la desorientación o, de plano, el embaucamiento de la población con propósitos electorales dada la proximidad de la elección presidencial. Escribir en estos tiempos, transmite una visión social interesada políticamente, en esa búsqueda incesante que todos los ciudadanos debiéramos hacer para establecer qué tipo de sociedad es la que aspiramos a construir para el mejor desarrollo de nuestra vida social y la de las futuras generaciones. El problema no es nuevo ni su discusión está por agotarse. Siempre será útil, por lo menos, establecer los parámetros de esa discusión para no caer en diálogos de sordos a los que puede llegarse por múltiples caminos, entre los que destacan el interés de lucro y la incomprensión de temas que se abordan con presuntos sesudos análisis.
Tomo de referencia el artículo que publica Salvador Casanova para Newsweek en Español titulado (Lecciones de Javier Milei en Argentina que México no debe ignorar (msn.com). El artículo resulta interesante porque resume en pocas líneas muchos de los artificios intelectuales a los que buena parte del espectro opositor recurre para descalificar el trabajo de gobierno, más que hacer crítica sana y fundada. Hay cinco afirmaciones centrales que Casanova considera presupuestos lógicos inamovibles -¿dogmas?- de su análisis que, en consecuencia, le conducen irremediablemente a la obtención de conclusiones políticamente interesadas en ese objetivo. El hecho mismo de afirmar que Milei puede dar lecciones a México, ya revela un sesgo político intencionado; creer que el discurso de campaña electoral de Milei, puede ser comparado con el proyecto de gobierno logrado por López Obrador, expresa básicamente una confusión en los planos de discusión.
La primera afirmación dice que Milei es “un candidato que obliga a reflexionar”. Ignoro la razón por la que lo señale como candidato si, desde el 19 de noviembre, es presidente electo. Casanova lo describe así: <<Es un individuo peculiar por decir lo menos, indudablemente excéntrico. De acuerdo con su biografía, tiene problemas para relacionarse, es agresivo, grosero, maltrataba e insultaba a los estudiantes de su cátedra universitaria, dejó de hablarse con sus padres, su relación más importante es con su hermana, y su gran amor ha sido su perro, al que mandó clonar en cinco cachorros. Se maneja con estridencia y es un populista con filiación de ultraderecha al igual que Trump y Jair Bolsonaro>>. La reflexión para los argentinos será, si un individuo con esa personalidad desempeñará bien el cargo presidencial, e intentar imaginar con qué resultados lo hará. A Casanova toca reflexionar si puede haber populismo de ultraderecha. A los mexicanos, esa personalidad, que viene más cercana al psicólogo que al Estado, no les motivaría a reflexión; sería alguien inelegible para cualquier cargo público.
Casanova supone que el peronismo ha gobernado Argentina “de 2003 a la fecha”. Dice: <<Un gobierno de corte peronista que de 2003 a la fecha tuvo una constante: un incremento inflacionario que se inició con tasas de menos de 10 por ciento y en 2023 está con una tasa inflacionaria anual de 142 por ciento>>. ¿Cuál será la razón por la que olvidó al gobierno de Eduardo Macri (2015-2019)? Tal vez porque sea el actual mentor de Milei. En su satanización del peronismo, Casanova sigue: <<Es evidente que el gobierno de Alberto Fernández fue el último clavo en el ataúd de esta etapa del peronismo argentino. Los electores apostaron por un cambio que tendrá muchos problemas para estructurarse, pero que intentará eliminar los absurdos del gobierno anterior y reducir las pérdidas que han generado las empresas paraestatales>>. Y, nuestro autor lanza su segunda afirmación: <<Aquí vale la pena hacer un paréntesis para explicar por qué el gobierno es un pésimo empresario>>. Un retruécano elemental debe decir: aquí vale la pena preguntarle a Casanova, ¿por qué ligar y comparar categorías que por naturaleza son disímbolas, una política, gobierno, y una mercantil, empresario? Ambas son creaciones humanas para fines socialmente distintos por la disparidad de sus ámbitos de acción, uno público, otro privado. Aun expresada en términos de personas, por qué los gobernantes son pésimos empresarios, subsiste la confusión del quehacer de unos y otros. El problema del plano de discusión retorna, quizá, por una confusión entre gobierno y Estado.
Esta confusión es confirmada por Casanova al plantear su teoría sobre las empresas paraestatales: <<Una empresa paraestatal es necesaria cuando en un país se necesita producir un bien o servicio y no hay empresarios que inviertan para abastecerlo. Otra situación es cuando los empresarios han creado un cártel para controlar el precio; ahí la empresa paraestatal cumple con la función de establecer la competencia para normalizar el precio; pero antes o después las empresas paraestatales van a la quiebra>>. A fin de no entrar en discusiones estériles sobre su casuismo, es pertinente recordar aquí a la paraestatal Teléfonos de México; una empresa pública financieramente sana, que siempre operó contablemente con números negros; es decir, con ganancias. Sin embargo, una política privatizadora de los bienes públicos, inspirada en el Consenso de Washington, hizo que el gobierno de Carlos Salinas la transfiriera de manera irregular a las manos privadas de Carlos Slim. Esa realidad supera cualquiera de sus disquisiciones teóricas.
La tercera afirmación de Casanova es ilustrativa de su negativa, instintiva o intencional, a ubicar un plano de discusión que dé certeza de que se habla de cosas de igual categoría discursiva: <<El político se sirve con la cuchara grande>>. Por sí misma la afirmación presupone la corrupción gubernamental como punto de partida de la construcción de su teoría sobre las lecciones de Milei. Un sofisma, basado en “el político que maneja empresas”, le sirve de respaldo: <<La razón para esto es simple: las empresas necesitan dinero para trabajar, así los empresarios manejan la empresa con su dinero y el político también maneja la empresa con su dinero. El detalle está en que el empresario maneja la empresa con su propio dinero y el político maneja la empresa con el dinero de usted, es decir, con el dinero de sus impuestos. De manera que si el empresario pierde dinero y no puede revertir las pérdidas se quedará sin capital y se irá a la ruina; pero si el político pierde dinero, el Estado refacciona el capital económico que se haya perdido. Y el político, no obstante el menoscabo económico, puede ganar influencia, y esta es su principal capital. De esta manera, el político que maneja una empresa paraestatal vive un permanente conflicto de intereses, pues su obligación es para con la empresa. Debe reducir los costos y maximizar las utilidades, pero su interés está casado con su futuro político y puede ser que sus intereses personales colisionen con los intereses de la empresa>>. Esta imagen empresarial y política que plantea Casanova es artificiosa y encuentra refutación plena en la historia del Fobaproa que representa la decisión, de un gobierno controlado por los grandes empresarios, de convertir pillajes privados en deuda pública que, hoy, los mexicanos seguimos pagando. Las omisiones de estos dos recientes sucesos históricos -Telmex y Fobaproa- parece intencional pues, de lo contrario, por honestidad intelectual, no escribiría lo que aquí se anima a decir.
Dado que en Argentina uno de los factores principales que contribuyeron al triunfo electoral de Milei fue el fenómeno incontrolable de la inflación, Casanova alude a los casos de Aerolíneas Argentinas, Energía Argentina, Operadora Ferroviaria, Correo Argentino y el resto de empresas paraestatales, de las que estima que sus pérdidas financieras, en 2022, rondaron los 5,000 millones de dólares. Sataniza esos resultados a pesar de reconocer <<como vimos, las utilidades en una paraestatal pasan a segundo plano>>. No es que las pérdidas en la empresa pública deban pontificarse -menos, idealmente y sin conocer su situación específica- sino deben tamizarse teniendo presente la diferencia entre el servicio público y el objetivo empresarial privado, así como la política estatal hacia esas empresas, y si su manejo está permeado por la corrupción, o no.
En la visión parcial y sesgada de Casanova <<Todos estos negocios deberían ganar y no perder dinero. Esta pérdida constante desequilibra las cuentas del Estado y trae aparejados procesos inflacionarios>>. Aquí pueden observarse claramente los sesgos ideológicos de nuestro autor: suponer que el Estado tiene por función hacer negocios, y atribuir a las pérdidas económicas de las paraestatales el surgimiento de los procesos inflacionarios. Lo hace así para poder acometer de nuevo: <<La inflación en Argentina no era un problema hasta antes del peronismo, con cuyas reformas se inició una inflación constante y alta en este país. Esta corriente política ha entrado y salido del gobierno diez veces de 1946 a la fecha. La última fue de 2019 a 2023>>. Casanova, por supuesto, no dice nada del préstamo recibido por Mauricio Macri del Fondo Monetario Internacional por 45 mil mdd previo a la elección de 2019, ni si tales fondos se utilizaron para sanear a las paraestatales con problemas económicos y si, ese préstamo, contribuyó o no al proceso inflacionario registrado durante la gestión del peronista Alberto Fernández.
En su afán de desacreditar a esa corriente política a la que, dogmáticamente, asemeja con el obradorismo mexicano para consumo de sus lectores de Newsweek en Español, Casanova ya no repara en la exageración: <<Un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario establece que, de 1935 a 2013, la unidad monetaria argentina ha perdido su valor en 714,286 millones de veces>>. Debe darse el beneficio de la duda para saber si él, o la Bolsa de Comercio de Rosario, tienen siquiera alguna vaga idea sobre lo que significa el número de veces que, dicen, representa la disminución del valor de la moneda argentina en 78 años. Esas matemáticas no son un simple error. Dejan ver que no se hace conciencia de lo que se escribe y que, con tal de descalificar al adversario político, se recurre hasta al absurdo.
La cuarta afirmación dice: <<El caso de Argentina es interesante, pues es el espejo en el que podemos ver reflejado nuestro futuro>>. A diferencia del peronismo en Argentina, en México el obradorismo es gobierno por primera vez. La expresión, pues, disculpará don Chava, no se sostiene ni semánticamente; un espejo jamás reflejará el futuro puesto que la sociedad siempre vive en presente, donde el futuro no ha llegado y sólo se habla de él como una construcción del pensamiento que suele denominarse previsión o proyección. Su falta de rigor analítico, por querer abarcar mucho, le hace distorsionar todo: <<Hay una cantidad importante de similitudes entre los dos países. En un párrafo anterior mencionamos las empresas estatales que pierden dinero a manos llenas, el caso de Aerolíneas Argentinas se replicará aquí con varias entidades: Mexicana de Aviación, operada por los militares; Pemex, empresa a la que de enero de 2019 a junio de 2023 se le han inyectado 1.3 billones de pesos de acuerdo con un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO); la Comisión Federal de Electricidad ha perdido 111,578 millones de pesos en los últimos tres años de acuerdo con un artículo en El Financiero, y si seguimos las aventuras empresariales del gobierno federal veremos boquetes financieros por doquier>>. Es decir, Casanova parte de la premisa poco científica -socialmente hablando- de que los problemas económicos de las paraestatales mexicanas iniciaron el 1º de diciembre de 2018; bajo ninguna circunstancia puede sugerir, plantear, o aceptar que antes, porque entonces su artículo perdería la intención.
La quinta afirmación viene precedida de una duda político existencial: <<¿Javier Milei debe vender los negocios del Estado? Su propia respuesta es la crónica de una trampa ideológica anunciada: <<Dice la conseja: negocio que no deja, dejarlo. Con esta idea, Javier Milei ha decidido vender los negocios del Estado de Argentina. Nuestro presidente por el contrario quiere aumentar la presencia pública en los negocios del país>>. Casanova reitera la idea simple, de hacer de una confusión terminológica, argumento; o, la de argumentar ideas a base de confusiones. No, Milei no ha decidido vender “los negocios” del Estado porque la existencia de la empresa pública no tiene por finalidad hacer negocio, sino prestar servicios públicos para regular la economía. En México, el gobierno suple las deficiencias o incapacidades de la iniciativa privada, invirtiendo fondos públicos en lugares y actividades en los que, históricamente, los privados nunca quisieron invertir. El interés por sacar de la marginación a pueblos y comunidades atrasadas de nuestro país es una tarea que, por no dejar ganancias, los privados no asumen pues, dicen, no son beneficencia, convirtiéndose así en tarea de interés público.
Remata diciendo: <<Esta corriente de pensamiento ya probó su fracaso en Argentina, y también en México, pues la vivimos con Luis Echeverría Álvarez y nos trajo dos crisis económicas generadas desde Palacio Nacional. La primera la capitaneó Echeverría; la segunda, José López Portillo>>. Casanova decide aquí considerar el ejercicio de gobierno como “corriente de pensamiento” para equiparar el trabajo gubernamental de López Obrador con el que, en su tiempo, desarrollaron Luis Echeverría y López Portillo. Se ve obligado a sostenerlo así porque -otra vez- si tan sólo sugiere, plantea, o acepta que las crisis económicas de que habla surgieron bajo la égida de la corriente política -no corriente de pensamiento- “capitaneada” por el priismo, su artículo perdería el sentido de crítica al obradorismo y se dirigiría a la oposición, donde ahora se ubica el PRI.
Don Chava concluye su artículo haciendo las descalificaciones de rigor en México: <<El presidente López Obrador también está cocinando su crisis económica>>, <<López Obrador reparte riqueza de forma irresponsable, pues antes de repartirla, hay que generarla>>, y también en Argentina: <<Aparentemente, los argentinos se han dado cuenta, después de un empobrecimiento constante década tras década, de que el sistema de la izquierda latinoamericana se divorcia de la economía de mercado e instala prácticas clientelares que terminan empobreciendo al Estado y, en consecuencia, al pueblo>>. Con ese “aparentemente se han dado cuenta”, Casanova termina por dudar de los argentinos. Vuelve a instalar arbitrariamente como categorías de la misma especie, a la economía de mercado que es un régimen económico, con las prácticas clientelares que son acciones políticas. El final propuesto por Casanova es anticlimático: <<El problema es que para lograr el cambio hay que hilar fino, y esa no es la especialidad de Javier Milei>>. ¿De qué hablamos entonces? Un hombre que no hila fino, ¿da lecciones a México, de qué? O, el temor ahora que Milei es un político, radica en que, ¿el político se sirve con la cuchara grande? La simpatía o catarsis que pueda tenerse por el triunfo de Milei, no es suficiente para cuestionar el trabajo de López Obrador.
Heroica Puebla de Zaragoza, a 04 de diciembre de 2023.
JOSÉ SAMUEL PORRAS RUGERIO