En La Piedrita, la realizadora Nicté Díaz explora los procesos de animación Stop Motion, aquella técnica que llama a la animación cuadro por cuadro. El ejercicio académico de su tercer semestre como estudiante en la Escuela de Artes Plásticas y Audiovisuales de la UAP derivó en un descubrimiento mayor: su interés por contar historias, por contribuir a hacer narrativas distintas y propias en el cine mexicano.
La joven realizadora y artista plástica también interesada en la construcción de escenarios y sets cinematográficos señala que, de lo que se trata, es compartir la pasión que la anima, apoyada en las ganas de contar historias propias para seguir haciendo cine y hacer un cambio en las narrativas comunes.
“A mí, la técnica me apasiona muchísimo y el hacer escenarios, el estar puliendo constantemente mi trabajo es algo que me apasiona, pero creo todavía me apasiona más el hablar y el contar historias, el dar mensajes”, señala durante una entrevista posterior a la proyección de su corto animado en el Teatro de la Ciudad como parte de Cinergia, muestra de cine de la ciudad de Puebla organizada por el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla y la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine) en su delegación local, pudieron verse además las producciones Capítulo 1: El llamado, de Julie Ganem; Maraña, de Brisa Sánchez; y Elena y las sombras, del reconocido realizador César Cepeda.
En La Piedrita, explica Nicté Díaz, se narra la historia de un hombre alcohólico que es visitado por extraterrestres, quienes le enseñan lo que es y tiene por dentro. “Es un ejercicio de introspección, basado en las abducciones, en donde el alien quiere conocer el fondo de las personas… y llega para hacer que la persona se confronte consigo misma, visualmente, y que sus miedos, sus temores, su propio reflejo se materialicen tal y cómo él se ve”. Así, completa la estudiante universitaria, del personaje surge una “bola”, una piedrita, que le hace reconocer que le duele, que está sufriendo y se ve como alguien horrible. “Ese sentimiento se hace pequeño, no se va, pero al menos es controlable”.
Para Nicté Díaz, La Piedrita es también ejemplo de que es posible realizar cine animado, pese al poco apoyo y vías de distribución existentes. “Falta fomento y presupuesto para hacerlo, porque hay quienes están interesados en contar sus historias desde ángulos diversos y contrastantes”. Por tanto, está convencida de que la riqueza del cine de animación se puede dar si el Estado, a través de sus instituciones, impulsa a sus voces y les da los medios para hacerlo.
Reflejo de su interés por el arte plástico, Nicté Díaz cuenta que actualmente trabaja en una pieza: La poética de mi espacio, consistente en una pequeña casa de tono surrealista. “Es una construcción como si yo fuera una casa, una ventana a mi subconsciente”, define. Acota que, técnicamente, le ayuda a pulir sus habilidades a través de la realización de escenarios muy pequeños, que son difíciles.