Como lo comenté la semana pasada en la columna sobre el pensamiento animal, sigo cuestionándome una enorme cantidad de conceptos e ideas que tenemos en nuestro haber como verdades absolutas e incontrovertibles. Me ocuparé en este espacio sobre aquellas relacionadas con la estética y con el arte. En mayo pasado, el portal de la BBC publicó una reflexión de Rebecca Wragg Sykes, paleontóloga especializada en el estudio de los neandertales intitulado “¿Fueron los neandertales más cultos y sofisticados de lo que se piensa?” y, como se ve, se cuestiona precisamente los conceptos de los que hablo. En él da cuenta de nuevos hallazgos que hacen pensar que esos parientes lejanos nuestros tendrían capacidades muy diferentes a las que se les han asignado. “Desde que se identificaron los primeros restos neandertales en el siglo XIX -afirma Wragg-, cómo vivían y qué pensaban ha sido una cuestión fundamental y evocadora que motiva a quienes los estudian. (…) Los neandertales siempre han representado un contrapunto filosófico para el Homo sapiens, es decir, para nosotros. (…) Inicialmente, eran el único otro tipo de humano que sabíamos que existía en la Tierra, e incluso cuando se descubrieron otras especies de homínidos antiguos, conservaron un lugar especial como ‘el otro’, una especie de espejo con el que nos podemos comparar. (…) Y todas esas comparaciones inicialmente estaban a nuestro favor. El hecho de que los neandertales desaparecieran hace unos 40.000 años, después de sobrevivir durante cientos de milenios en el oeste de Eurasia, se tomó durante mucho tiempo como evidencia de que debe haber algo que explicara por qué ‘merecían’ su extinción (en un sentido científico, si no moral). (…) Conscientemente o no, los investigadores buscaron evidencia de que los neandertales tuvieron menos éxito, una versión beta de la humanidad destinada a ser reemplazada por nuestra forma superior”. A lo largo de su texto, la paleontóloga aventura la idea, sin que la asuma del todo por carecer de evidencias contundentes, de que los neandertales podrían haber tenido un sentido claro de estética y posiblemente arte. Al menos, lo que nos queda claro después de la evidencia encontrada, es que los neandertales habrían ocupado su tiempo y espacio en mucho más que meramente sobrevivir; por el contrario, podemos encontrar en cuevas principalmente, en fechas tan antiguas como 170 mil años, expresiones típicamente humanas, como la elaboración de posibles estructuras con estalactitas (¿una especie de altar?), la utilización de pigmentos para pinturas, o la disposición de partes animales como una ofrenda. Por tanto, la pregunta no ha sido necesariamente si los neandertales eran o no más cultos y sofisticados, sino si eran personas o no, seres humanos, al menos para todos aquellos científicos que, como señala la autora, han tratado desde el siglo XIX de encontrar diferencias entre nosotros y ese estadio evolutivo inferior, no sólo en el tiempo, sino en esa calidad evolutiva que nos caracteriza: la cognición. En efecto, como lo comentaba en la columna anterior, la capacidad de cognición ha sido marca exclusiva de los sapiens y, en consecuencia, sus herederos, los hombres modernos. Pero como acoté la vez pasada, esos “hombres modernos” son eso: varones, blancos (caucásicos), europeos y mucho más para estas épocas, cristianos (católicos o las derivaciones que se aparezcan). Y, qué duda cabe, los únicos capaces de pensamiento estético y de generar arte.
En este sentido, vale la pena citar lo que nos dice Walter Mignolo en diálogo con Francisco Carballo en el libro “Una concepción descolonial del mundo: conversaciones entre Francisco Carballo y Walter Mignolo” (2014): “La estética es un discurso filosófico que surgió en el siglo XVIII. Su función fundamental fue controlar el ‘gusto’. Hay un libro fundamental y olvidado que traza esta histórica, críticamente. Es del filósofo italiano Galvano Della Volpe y se titula Crítica del Gusto (1960). El tratado más sintético sobre la estética moderna es el de Immanuel Kant, Observaciones sobre lo bello y lo sublime (1767). Es a partir de aquí que en Europa se derivan las especulaciones estéticas posmodernas (los filósofos que tú citas, por ejemplo) y el manifiesto altermoderno acompañado de varias exhibiciones en museos de renombre, del crítico de arte y curador francés, Nicolas Bourriaud. Todas estas son variaciones dentro de la misma partitura: la estética moderna, invención europea del siglo XVII, un discurso que colonizó la aesthesis, el sentir, las sensaciones y las reguló en los principios de lo bello y lo sublime. Así, la estética moderna, posmoderna y altermoderna son la mitad de la historia aunque pretenden ser universales y globales”. En efecto, la idea de lo “bello”, lo “estético” y lo que se puede denominar “arte” será subjetivado-objetivado por Europa y lo transmitirá al orbe, incluido en el discurso en la denominada “historia universal”. Por supuesto, a. nadie escapará la figura “universalmente reconocible” de Da Vinci, pero jamás sabrá el nombre del “artesano” que elaboró ese hermoso cuadro wixárika que se encuentra en algún museo de culturas populares. Esto, pues esa expresión no es arte, es artesanía. Después de todo, como dice Mignolo, la “otra mitad -de esa historia- es la respuesta que proviene del ochenta por ciento del mundo no-europeo cuyas expresiones culturales fueron reducidas a folklore, música popular, literatura popular, artesanías, nativismo, etc., reguladas y controladas por la decisión europea de que es lo que debe considerarse bello y cómo hacerlo. Por eso, las estéticas descoloniales, esto es, discurso descolonial del discurso moderno- filosófico, no surgió en Europa sino en el Tercer Mundo. Y si bien ahora las estéticas descoloniales han entrado en Europa, son sobre todo gracias a la actividad intelectual y artística de los inmigrantes y de europeos que se vuelcan a el ‘sentir’ de los inmigrantes más que el ‘sentir’ de filósofos franceses y alemanes”. ¿Lo que hacían los neandertales es arte? Por supuesto que no, si seguimos estos preceptos. ¿Eran cultos, sofisticados? Claro que no, especialmente si nos salta a la cabeza cuando escuchamos estos conceptos la imagen de un hombre vestido de traje de tres piezas, en Oxford, bien peinado, tomando una copa de coñac mientras observa un Turner que tiene en la pared de su enorme biblioteca. ¿Debían ser cultos, sofisticados, hacer arte, ser bien estéticos? No, por supuesto que no, ya que eso no se encuentra dentro de las estéticas académicamente aceptadas.
Esto no es cosa menor cuando vemos que todo lo que hacemos, todas nuestras actividades, se encuentran sancionadas por este pensamiento. En la carrera de Historia se enseña la historia de Europa en el mundo; en la de Antropología, el entendimiento de las culturas del mundo, a través de corrientes de pensamiento europeas; en la Filosofía, a través del pensamiento esencialmente europeo, con sus conceptos pretendidamente universales; y en al arte y la estética, la cosa no podía ser de otra manera. De hecho, para poder estudiar un sitio arqueológico, de la época que se trate, considero fundamental que se tomen en cuenta numerosos aspectos, incluidos aquellos relativos a lo que hoy consideramos como expresividad humana, a la experiencia estética, a la contemplación. Esto es particularmente importante cuando hablamos de semejante antigüedad o de especies diferentes al sapiens, pues se puede llegar a pensar que todo lo que hacían iba dirigido, por instinto, a meramente sobrevivir, como hemos dicho. Como afirma Wagg Sykes en su libro “Nenderthal. Life, love, sex and art” (2020): “Seleccionar patrones de las multitudes de artefactos y sitios significa mirar hacia arriba y hacia afuera, tender puentes entre lugares y tiempos. La vida de los neandertales era cuatridimensional, así que mientras reconstruimos con fenomenal detalle cómo estaban cazando renos en un lugar, debemos preguntarnos ¿qué estaban haciendo en otros lugares y en qué otros momentos?” Un ejemplo claro de lo anterior es la visión que se tiene de los pueblos comúnmente llamados “nómadas” y que han habitado el planeta desde el principio de los tiempos; también se les ha llamado cazadores- recolectores. La visión generalizada es que estos grupos vagaban sin rumbo de un lado para el otro esperando encontrar cacería y frutos y semillas que recolectar. Por supuesto, dichos grupos no son civilizados, de acuerdo con el estereotipo que tenemos de civilización. Sin embargo, las nuevas interpretaciones nos obligan a verlos como grupos “semi nómadas” o, más correctamente, dedicados a la caza y la recolección siguiendo los flujos migratorios de los animales y los ciclos de plantas diversas, de manera que migran siguiendo patrones bien estudiados y definidos tras muchos milenios de observación y entendimiento de los entornos en los que se desarrollaron. De ninguna manera podemos minimizarlos pensando que, al no ser sedentarios, es un estadio evolutivo menor. En nuestro territorio, habitaron numerosos grupos que vivían de esta manera, en la que ahora se ha denominado Aridoamérica, en el norte del país. Los neandertales no estarían simplemente vagando sin rumbo buscando qué comer -de hecho, ningún animal lo hace y mucho menos estas especies- sino, muy probablemente estarían en cuevas y otros espacios realizando rituales propiciatorios o simplemente explorando nuevas maneras de construir herramientas y retratar aquello que les interesaba. En su artículo para la BBC, Wagg nos dice que en “Les Pradelles, Francia, se encontró un pequeño trozo del fémur de una hiena, con una serie de nueve incisiones paralelas, cada una de unos cinco milímetros de largo. (…) Data de hace unos 70.000 años, y un cuidadoso estudio microscópico encontró que se utilizó una misma herramienta de piedra para las incisiones, con el creador trabajando de izquierda a derecha y aplicando progresivamente más presión hasta la línea final, probablemente porque cambió el ángulo o movió el sostén de la herramienta. (…) En la base de dos de las líneas se grabaron más series de marcas diminutas, probablemente también con la misma herramienta. (…) No está claro qué significan las marcas de Les Pradelles. Se ha sugerido que pueden representar un conteo de algún tipo, pero existen interpretaciones alternativas, y aquí también puede haber una motivación estética: las marcas secundarias son tan pequeñas que tal vez sentirlas pudo haber sido tan importante como verlas”. ¿Motivación estética?, ¿cuenta?, ¿registro calendárico? Quiero aventurar una idea: Es muy probable que se trate de todo eso y más, es decir, que para el pensamiento neandertal, el rito, la cuestión estética y lo calendárico, pudieran haber estado profundamente imbricados, tal como ha sucedido con numerosas expresiones en muchos espacios del mundo. En el reportaje se aventura incluso que, por la forma del cráneo, el neandertal podría haber pensado de otra forma muy diferente, ni más ni menos avanzada, sino diferente. Imaginemos la sensibilidad, el funcionamiento de sus sentidos, toda una experiencia diferente a la del sapiens, pero igualmente significativa. Viendo lo que hemos logrado hasta hoy, concretamente todo lo negativo que nos caracteriza -incluida la manera en que vemos a las otras especies -y otros seres humanos- en la historia y el presente-, me hace preguntarme si realmente nosotros somos el siguiente salto evolutivo. Lo dudo.