En la anterior entrega inicié una disertación en torno a estos conceptos, para su mejor comprendimiento fue necesario remitirnos al contexto que vio emerger a cada uno de ellos, por lo que después de divagar en torno a ambos términos, puedo atreverme a concluir sus principales características, lo que les define y diferencia.
Así que por su naturaleza, el arte urbano contiene las siguientes cualidades:
- Se suscribe al contexto urbano, desde el espacio público, privado o semipúblico con apreciación desde el dominio público.
- Su soporte es un elemento urbano: la calle, el muro, la casa, la azotea.
- Es una manifestación libre, por lo que no caben censuras de ningún tipo: ni de calidad, ni de forma, ni de contenido.
- Tiene contenido político. Forzosamente.
- De crítica social. Así como una ciudad es impensable sin sociedad, el arte urbano es impensable sin crítica social, sin análisis en sus contenidos de estructura social, de diferenciaciones económicas, sin cuestionamiento y mofa de nosotros hacia nosotros y desde nosotros.
- Fundamentalmente transitorio o perecedero, es decir forma parte del patrimonio intangible actual. Sí, aunque para muchos el patrimonio es necesariamente algo antiguo, el presente contiene elementos de valor patrimoniable, y el arte urbano es uno de estos, por ello es defendido desde las declaratorias de UNESCO.
- No responde al sistema de mercado, al contrario, se manifiesta en contra del arte encerrado en galerías, en contra de la mercantilización del mismo, por lo que no responde a encargos políticos, ni mecenazgos.
El arte público, por su parte, reúne las siguientes características:
- Se suscribe al espacio público o semipúblico, dominando la plaza, el jardín, el área abierta.
- Su emplazamiento está demarcado por elementos circundantes arquitectónicos o naturales, por lo que ha de adecuarse a estos.
- Su emplazamiento también debe contemplar el contenido cultural de acuerdo a la sociedad que le acoge, de donde ha de partir la propuesta estética, es decir con un fundamento conceptual que no contravenga a una realidad sociocultural.
- Desde estas connotaciones se puede hacer crítica, replanteamiento o lectura desde la perspectiva del artista, pero también generar la posibilidad de estos ejercicios desde la expectación. Por lo que el arte público es personal y social, al mismo tiempo.
- Responde a un sistema de mecenazgo o encargo, se trata de obras pagadas por las autoridades gubernamentales, por lo que –generalmente- responden al gusto de los mandatarios.
- Por lo anterior, difícilmente puede contener un cuestionamiento político hacia el presente. Cuando hay un contenido político, éste es de carácter histórico: para resaltar los valores de la revolución (en cualquier latitud), por ejemplo.
- La disciplina que domina este campo es la escultura pública, también conocida por sus términos en inglés Outsider Sculpture, dado que dominan en los espacios abiertos.
- Se trata, por ende, de obra permanente o de larga duración, por lo que el material utilizado es el resistente a la intemperie. La pieza puede destruirse, desaparecer o reubicarse.
Lo que también es pertinente destacar es el sistema que realiza el encargo, ya que el ejercicio artístico en una sociedad democrática es muy diferente al mismo en una sociedad que no lo es, aunque presuma de serlo. En este último caso, la imposición es vertical e inapelable, mientras que en el primer caso:
“El arte en el espacio público tiene como destino satisfacer a la ciudadanía y confiere al contexto un significado estético, social y funcional.”
Juan Acha
Tomemos en cuenta, además, que el arte –todo arte- es inherente a la cultura, ya que posee un elemento social cambiante, lo que le mantiene nuevo, vivo; corresponde al artista captar este fenómeno multiforme, para entonces formar, plasmar y proyectar la expresión propia.
Podemos constatar que los últimos gobiernos en Puebla han encargado la hechura de graffitis en bardas de mucha vista, como las que se ubican sobre el boulevard 5 de Mayo, mismas que podríamos describir sin contenido político determinado, más bien con una arenga vaga de identidad nacional, emulando el discurso de los grandes muralistas posrevolucionarios, pero sin una hilaridad determinada. Por lo que resulta en un sucio mestizaje entre el arte urbano y el arte público, inclinándose más hacia este último.
¿Y la música? Al igual que el trovador, el poeta, el danzante, el literato, el escénico; en estos casos, el arte va a donde va el artista ¿Qué caso tiene un artista que se manifiesta donde nadie lo ve, donde nadie le puede apreciar? ¿Qué sentido tiene? Más allá de la conveniencia o inconveniencia económica que una plaza vacía o semivacía pueda implicar. Estas son las manifestaciones intangibles pero sensibles, que debemos defender con mayor enjundia, precisamente por ser tan volátiles. Este tipo de manifestaciones, por su misma naturaleza, tienen mayor capacidad de mantenerse al margen de mecenazgos y sometimientos. La palabra y la nota gozan de más libertad debido a su inmaterialidad. No tienen permanencia más que en la memoria, trasciende la corta mentalidad del político, pero encuentra buen cobijo en un alma sensible y en un corazón abierto.
Si bien un graffiti puede ser cuestionado por su verdadero valor de réplica, de hartazgo o de sometimiento; si bien se puede poner en tela de juicio su complicidad con el vandalismo y el destrozo o afectación al patrimonio edificado; si bien en ciertos casos su presencia puede ser un contaminante visual; lo cierto es, también, que su presencia en algunos casos son manifestaciones con una razón legítima de ser. No podemos disociar el nacimiento de estas expresiones murales, dado que responden a exigencias sociales y políticas; exigencias que son actuales y derechos que no tienen fecha de caducidad. El arte contribuye al conocimiento de la sociedad si se aplica de una manera deductiva, pero también al conocimiento de las impugnaciones y la protestas, de puntos de vista antagónicos, por lo que maneja una dicotomía en su propio papel social.
El arte, en estos contextos, participa en el tejido de las redes sociales. El producto artístico, al igual que toda obra hecha por manos humanas, está destinado a que en él coexistan diferentes estructuras, en soportes materiales o inmateriales, dando lugar a múltiples empleos, enfoques y deleites.
Por lo tanto, el arte comparte importantes elementos conformadores con la identidad y sus procesos de unificación, cohesión y fortalecimiento; ya que hay una inseparable relación entre los procesos creativos, la sociedad y el artista, y el contenido de la identidad humana que es el resultado de la relación entre identidad personal, grupal y social al mismo tiempo. Esta fábrica de relaciones –en palabras de Lyotard- en las grandes ciudades se hace más compleja y movible. Así, la identidad es una construcción social, por lo que -al igual que el arte- está sujeta a permanente transformación que, a su vez, genera dependencia de condiciones sociales.
El arte público y el arte urbano contribuyen al fortalecimiento de la identidad social, motivando los procesos de apropiación del espacio y del legado, plasmando una impronta hacia el tiempo especifico de esta sociedad que le ha gestado.
No se consumaría el arte sin la expectación. El ciudadano, el transeúnte, el visitante, el que reconoce la presencia de elementos emblemáticos en la intervención artística, pero también el que se sorprende, el que deja despertar algo dentro de sí, es el que cierra el círculo de intercambios. La expresión artística, así, afecta el comportamiento grupal, y las relaciones de la sociedad con su propio patrimonio y entorno. Podemos leer la identidad como singularización desde el tiempo, el espacio y sus componentes socioculturales.
De esta forma, podemos apreciar que el PAU por una parte, es contradictorio, ya que fue el mismo ayuntamiento quien utilizó el término Artistas Urbanos, sin saber lo que esto significa, ni las connotaciones que tiene. Desconocen que un artista urbano por definición es libre y su expresión ha de contener crítica política y social, ¿cómo entonces establecen el PAU, marcando pautas de conducta, estableciendo candados y sometiendo a audiciones? Totalmente fuera de lugar, fuera de toda realidad, respondiendo como única realidad a la dictadura que ha de crecer al son de nuestros intolerantes mandatarios. Ahora bien, si nuestros políticos tienen la piel muy sensible, aún están a tiempo para dedicarse a otra actividad de bajo perfil.
Por otra parte, este programa, tiene un claro objetivo de aniquilación de nuestra cultura y debilitamiento de nuestra identidad. No es raro, dado que ha sido un par de administraciones dedicadas a la destrucción de nuestro patrimonio natural y cultural. En una estructura política radicalmente estratificada, donde desde el poder se enfatiza la subordinación. Esta jerarquización es parte de las estrategias de grupo para la preservación e incremento del control de los recursos.
Son las ciudades con pleno ejercicio de la democracia, las que incluyen en sus programas la participación ciudadana (real, no inventada, ni ficticia); las que se muestras abiertas al cambio; las que asumen la cultura propia como cambiante, pero también determinante, y las que aventuran sus propios espacios para declarar abiertamente la diversidad de manifestaciones y de públicos. Y es que en la diversidad de contenidos se hace público el ritmo cambiante en todos los ámbitos de la propia cultura, abierta también a la adopción y al mestizaje. El elemento artístico forma parte de los componentes que denotan la importancia de la cultura en la sociedad y la búsqueda de la misma desde sus propias ideas y planteamientos, partiendo incluso de lo cotidiano e inmanente.
Finalmente es el espacio público el nodo donde tienen lugar estos ejercicios, donde la visita le hace persistente y el arte le dota de dinamismo. La comunidad que en ello participa obtiene una proyección en el tiempo y garantiza la estabilidad de su propia identidad.
“La riqueza inmaterial de la ciudad es acaso algo que aún resta escondido entre las estrategias de apariencias que la ciudad soporta sobre sí misma. A este respecto, hablar sobre ciudad y sus estrategias es hablar de supervivencias”.
Marcela Quiroz
Es la sociedad en pleno la que puede convertir a la ciudad en escenario, definiendo ciudad como un sistema de relaciones a gran escala, y el espacio público donde éstas se manifiestan, donde se encuentran e intercambian los valores, las ideologías, los alcances de la ciencia y de la estética. El arte público y el arte urbano forman parte de nuestros acervos contemporáneos, para lo cual se han de correr riesgos, lo que aún le valida más, abriendo espacios para el debate y el consenso, para la modernidad, posmodernidad, contemporaneidad, quizá por eso no todo artista puede generar arte público, ni arte urbano.