Arte rupestre y estética del arqueólogo Francisco Mendiola Galván, es un libro que para el investigador emérito Eduardo Matos Moctezuma “viene a ser un parteaguas entre los estudios tradicionales que tenían una visión anticuada”, pues deja ver cómo un “rebelde rompe con los malos cánones establecidos por otros estudiosos que, si bien son respetables, se quedaron cortos”.
Este martes 17 de agosto, en la Biblioteca Palafoxiana durante la presentación del volumen coeditado por el Centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Puebla y la Secretaría de Cultura (SC) estatal, el arqueólogo señaló que “con un rigor absoluto y crítico”, el investigador “no se queda en el umbral, sino que rompe lo establecido y pasa a otros aspectos que iluminan y hacen reflexionar a quienes han hablado de lo estético con una superficialidad aterrante”.
Acompañado por el secretario de Cultura, Sergio Arturo de la Luz Vergara Berdejo, el fundador del Proyecto Templo Mayor señaló que el decir que el libro es un parteaguas lo dice con razón porque ha podido leer y observar otros trabajos que hablan de lo rupestre. “Mendiola lo hace con buen tino, con gran sabiduría. Mendiola un buen día estaba con sus papás por Europa, corría el año de 1965, y entonces lo llevaron a visitar las cuevas de Altamira, esa Capilla Sixtina del pasado. Un guía con una farola le mostró las maravillas plasmadas hacia 30 mil años en las que el hombre había dejado su impronta con color. Se extasió y nunca se borró de él esa sensación, esa experiencia, que dio cauce a lo que realizó en el futuro: estudios trascendentes que llevan de la mano a conocer y profundizar en esas expresiones del hombre y la mujer”, expuso Matos Moctezuma.
Continuó que Francisco Mendiola aborda con profundo conocimiento, en 13 artículos, lo rupestre y el arte. “Parte de Winkelman que en el siglo XVIII fincó bases para el estudio de la estética y no se para ahí. Es un rebelde y como rebelde busca el pensamiento de otros estudiosos de la estética a lo largo del siglo XIX, XX y contemporáneos para profundizar y llegar a saber lo que significa la estética, que no se da tan fácilmente. La aborda y lo muestra en este libro a través trabajos que son críticos, que dan un panorama de lo estético pero relacionado a lo rupestre y cobra un sentido fundamental”.
Eduardo Matos reiteró que el libro es “formidable y no debe pasar desapercibido”, pues cumple con los tres ingredientes que un buen libro debe tener: un buen tema que sea de interés; un autor que con conocimiento profundo entre e introduzca a través de su palabra aquel tema; y que haya una editorial que lo divulgue y lo dé a conocer”.
Por su parte, el autor Francisco Mendiola, quien durante más de 30 años ha trabajado en torno al tema, señaló que cada uno de los 13 trabajos del libro son una provocación hacia él mismo y al lector. “Es una provocación realizada en buena lid que ha desembocado en el mar de la sensibilidad más allá del frio racionalismo que sigue y prevalece con fuerza: fundirse o ser uno solo con el arte rupestre”.
El también arqueólogo recordó que desde niño se acercó al arte rupestre y luego ese acercamiento se hizo luminoso cuando vio que va más allá de su forma, en algo que implica la sensibilidad o estética. Indicó que su acercamiento ha sido complejo y refleja su desprendimiento de un simple sujeto que se acerca a su objeto de estudio pues revela su acercamiento a su estética. “Hay que bajarle rayitas al ego que no nos deja ser sensible… acercarse al arte rupestre para fundirse en él implica enriquecer su reconocimiento y generar efectos emotivos que apelen a la conciencia que caen a la experiencia estética”, dijo el investigador del Centro INAH Puebla.
Mendiola Galván concluyó que algo le preocupa: que los niños no tengan contacto con el arte rupestre, pues es en la infancia cuando se entra fácil a “este espejo de piedra”. Por tanto, pidió que los padres acerquen a esta expresión dibujada en las rocas, que observen y se edifiquen los cimientos de sensibilidad. “El libro es una semilla que germinará en algunas personas pero con esas bastará para que se difunda la sensibilidad estéticamente concebida en torno al arte rupestre… es urgente que haya más flores en nuestro jardín”.
En su turno, el director del Centro INAH Puebla Manuel Villarruel destacó que imaginar la idea primigenia de un individuo al hacer el primer trazo en ese lienzo rocoso, da luz sobre la humanidad. “Hace 70 mil años se logró expresar un concepto con un dedo cargado de pigmento con el que plasmó ese primer trazo para muchos caminos evolutivos”. Así, concibió que el arte o puntura rupestre es una manifestación antropológica con valor artístico particular. Dijo que ejemplos sobran provenientes del Paleolítico y de otros momentos más antiguos. Están en cuevas, muros, acantilados y cobijos rocosos en los que aparecen pinturas, glifos y petroglifos. Están Lascaux en Francia o Altamira en España, otros en África y Oceanía, y en México como las grutas de rutas de Loltún en Yucatán, en la cueva Borjitas en Baja California o en Yagul y Mitla en Oaxaca.
“Son grafismos abstractos y figurativos, danzas, plantas, humanos. Tiene importancia como generador de ideas y corrientes; es un arte vivo, una muestra del desarrollo mental compositivo, es valor simbólico, aprendizaje, conocimiento científico; es una evidencia del desarrollo de los conceptos de abstracción mental, permite la expresión fija, el registro de hechos, son los primeros tratados botánicos del mundo, incentivan el conocimiento y la permanencia de un grupo humano”, concluyó.