Cómo llegó el pintor, muralista y escenógrafo mexicano Antonio Ruiz El Corcito (Texcoco, 1892 – Ciudad de México, 1964) a construir, con tanta monumentalidad, obras tan “chiquitas” en formato como La Malinche, tan llena de detalles pictóricos y tan reproducida. De dónde venían sus estrategias para poder componer una escena pictórica tan compleja, tan detallada, tan llena de humor, de sátira y de muchos comentarios críticos sobre el México de la primera mitad del siglo XX. Esas preguntas y sus claves, apunta el curador Luis Vargas Santiago, están en su propio archivo, en su paso por Hollywood y por la arquitectura cuando entendió cómo se diseñaban los espacios, o cómo en una obra teatral o en la danza los escenarios eran tan importantes, lo mismo que los vestuarios.
Esos cuestionamientos y sus respuestas delinean la exposición El Corcito, montajes y escenas del México moderno que abrirá este sábado 29 de junio a las 12 horas en el Museo Amparo, tras dos años de un proceso que ha significado un arduo trabajo curatorial, de archivo, de quehacer científico y diálogo histórico que dejan ver la vigencia de la obra de uno de los pintores más importantes de México.
De paso, como señaló Ramiro Martínez, director ejecutivo del Museo Amparo, la muestra que reúne 49 pinturas, fotografías, bocetos, maquetas, dibujos, decoraciones, reproducciones y documentación del archivo personal de El Corcito, revisita a este artista que fue menos visible que sus contemporáneos -como Diego Rivera o Rufino Tamayo-, en un ejercicio que se da “desde otro lugar que no es el centro”, es decir, la Ciudad de México.
En ese sentido, Luisa Barrios, nieta de El Corcito, señaló que ese otro lugar también se ve representado en la propia fecha y lugar de nacimiento de su abuelo Antonio Ruiz, pues se ha podido aclarar que nació en Texcoco, Estado de México, el 2 se septiembre de 1892, y no en la Ciudad de México como se creía. “Difícilmente decía que era texcocano por este centralismo que había en la Ciudad de México”, mencionó al lado de los curadores Dafne Cruz Porchini y Luis Vargas, ambos miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM.
Dijo que huérfano a temprana edad, fue acogido por una familia adinerada que lo mandó a un colegio jesuita en Morelia, Michoacán, para luego, tras sus estudios y la protección de otra familia, irse a la Ciudad de México y estudiar de manera nocturna en la Academia de San Carlos al lado de Miguel Covarrubias y Rufino Tamayo, como discípulo de artistas como Saturnino Herrán y Germán Gedovius, a la par de incursionar en la arquitectura gracias a su amistad con Carlos Lazo.
Barrios destacó el paso de su abuelo por Hollywood, a donde quiso probar suerte y “no le fue nada bien”, situación que le hizo regresar a México, estableciéndose en Mixcoac y participando en las Misiones culturales lideradas por Adolfo Best Maugard, interesado en el lenguaje arquitectónico.
Asimismo, refirió a la incursión que El Corcito hizo en el cine, elaborando escenografías en un par de filmes claves de la filmografía nacional como Vámonos con Pancho Villa y Las mujeres mandan, ambos de Fernando de Fuentes. Resaltó también su labor muralística en el Sindicato de Cinematografistas, donde realizó su primer mural que fue destruido y que ahora en el Museo Amparo, gracias a la reproducción del mural hallada en un periódico, es reproducido fielmente.
Luisa Barrios mencionó la labor docente de El Corcito en el taller de maquetas del Instituto Politécnico Nacional y en La Esmeralda, en la que fue el director fundador en 1943 -donde consolidó su estrecha amistad con la también pintora Frida Kahlo-, a la par de trabajo como escenógrafo y diseñador de vestuario para teatro y danza, al lado del dramaturgo Rodolfo Usigli y las bailarinas y coreógrafas Ana Sokolow y Nellie Campobello.
Para los curadores Dafne Cruz Porchini y Luis Vargas la exposición El Corcito, montajes y escenas del México moderno da precisamente las claves, a través de la arquitectura, el cine, el teatro y la danza, para entender la importancia y legado artístico de Antonio Ruiz.
“Pensamos en hacer una lectura interdisciplinaria, es decir, el diálogo que tuvo El Corcito no nada más con la pintura mural, sino con las escenografías, la arquitectura y el cine”, refirió la coordinadora de Posgrado en Historia del Arte del IIE.
Así, confió que obras como La Malinche dejan ver los elementos del México moderno y la forma en que El Corcito capturó, a detalle, la realidad, los personajes y las situaciones de su tiempo. “También dejamos ver la conformación de una comunidad científica y cultural en el México de los años 20, 30 y 40 del siglo anterior, en el que estuvo muy inmerso” Antonio Ruiz, quien tomó su apelativo por su parecido físico con el torero español El Corzo.
Por tanto, en la exposición El Corcito, montajes y escenas del México moderno, más que un recorrido cronológico lo que se busca es problematizar, a través de seis núcleos temáticos -Teatros y escenografías, Universos femeninos, Vestuarios, Personajes del México Moderno, Producción mural y La mirada cinematográfica-, la producción general de Antonio Ruiz, fallecido el 9 de octubre de 1964, tras una larga enfermedad.
La muestra que es una producción nacional realizada con el estímulo fiscal Efiartes, con apoyo de editorial Delti y Pinturas Osel, permanecerá hasta el 4 de noviembre en las salas de la planta baja del Museo Amparo -2 Sur 708, Centro Histórico de Puebla-, a la par de que será presentado un libro homónimo editado por el propio museo y el IIE.