En la víspera del quinto centenario luctuoso del último tlatoani mexica que dirigió los destinos de Tenochtitlan y de Tlatelolco, en sus momentos más aciagos, la revista Arqueología Mexicana dedica su edición especial número 119 a Cuauhtémoc, con una serie de artículos que arrojan nuevas luces sobre su vida, historia y memoria.
Denominada Cuauhtémoc. Descendió como águila, la publicación sintetiza las conclusiones de un seminario académico realizado en el Museo Nacional de Antropología, cuyo objetivo primordial fue revisar lo escrito y lo aún por decir sobre este personaje cuya relevancia histórica, entre otros aspectos, radica en haber coordinado la defensa militar de las ciudades gemelas, en 1521, ante el asedio del ejército de la coalición indoespañola, encabezada por Hernán Cortés.
“La aparición de esta edición coincide con la fecha en que fue ejecutado Cuauhtémoc, el 28 de febrero de 1525, en el poblado de Itzamcánac, después de que Cortés lo sometiera a un juicio sumario”, señaló el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Eduardo Matos.
El arqueólogo completó que “esto molestó a algunos de los españoles que formaban parte de la expedición a Las Hibueras, porque consideraban que no existían pruebas suficientes sobre una supuesta rebelión y, por tanto, su ahorcamiento –junto al de otros nobles mexicas, como su primo, el señor de Tacuba–, era injusto”.
El editor de Arqueología Mexicana, Enrique Vela, comentó que, en los últimos años, la revista ha dedicado varios números a revisar el devenir del pueblo mexica en el contexto de la invasión, enfatizando el papel desempeñado por Moctezuma Xocoyotzin, los presagios y los hechos mismos de la conquista. Anunció que en estos momentos se prepara incluso una edición dedicada a los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan.
Respecto al número dedicado a Cuauhtémoc, dijo que este abre con dos artículos escritos por los expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México, María Castañeda y Miguel Pastrana, quienes comparten los estudios genealógicos sobre el huey tlatoani, así como los etimológicos, que han permitido proponer un nuevo significado de su nombre.
En ese sentido, la investigadora María Castañeda recordó que Cuauhtémoc accedió al trono en 1520, tras la muerte de su tío Cuitláhuac, por viruela. Su legitimidad política, dijo, recayó en su anexión al bando de nobles encabezado por Cuitláhuac y el desarrollo de la contienda; su carácter belicoso y su doble ascendencia, al ser hijo del tlatoani tenochca Ahuízotl y la noble tlatelolca Tiyacaptzin.
“Todo invita a pensar que no había candidatos vinculados con el linaje de Axayácatl, ya sea porque sus miembros estaban del lado español y huyeron de la ciudad durante la Noche Triste, o porque fallecieron en la fuga o por la virulencia de las nuevas enfermedades”.
Por su parte, el nahuatlato Miguel Pastrana argumentó que el significado simbólico de Cuauhtémoc se encuentra en la etimología de la palabra y no en los signos logográficos con los que se escribe: “Sin duda, la idea detrás del nombre es ‘descendió como águila’, que alude a la condición depredadora y cazadora del ave, la cual era reproducida por los guerreros de elite mexica”.
El historiador también abordó la turbulenta infancia y juventud del personaje quien, posiblemente, nació entre los años 1497 y 1499, y quedó tempranamente huérfano de padre; experimentó las grandes inundaciones de Tenochtitlan y la renovación del tiempo, en 1507, con el encendido del Fuego Nuevo, y vivió y participó del expansionismo mexica. Siendo todavía adolescente, tuvo su primera batalla en las tierras de Oaxaca y, al poco tiempo, era nombrado tlacatecatl, un dirigente militar.
Los directores de los museos nacionales de Historia y de Antropología, Salvador Rueda y Antonio Saborit, respectivamente, coincidieron en que la figura de Cuauhtémoc fue elevada a las aras de la historia nacional en el siglo XIX, bajo el cobijo del romanticismo. Notaron que fue toda una generación de anticuarios la que asumió la construcción de la antigüedad mexicana en el nombre del patriotismo criollo; uno de ellos, Carlos María de Bustamante, se empeñó en la construcción romántica de la figura de Cuauhtémoc.
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