La apoptosis es un proceso de muerte celular, programada y regulada, que ocurre de manera natural en los organismos multicelulares. A diferencia de la necrosis (muerte celular traumática e inflamatoria), la apoptosis es un mecanismo controlado que elimina células de forma ordenada, sin dañar tejidos circundantes. Su descubrimiento fue un proceso gradual que involucró observaciones científicas, avances tecnológicos y la integración de conocimientos de múltiples disciplinas.
Las observaciones iniciales de este maravillosos fenómeno surgieron en el siglo XIX. El biólogo alemán August Christoph Carl Vogt (1817 – 1895) en el año de 1842 observó por primera vez la muerte celular durante el desarrollo de renacuajos, notando que ciertas células desaparecían para dar forma a las extremidades; sin embargo, no comprendió su significado biológico.
En el año de 1885, Walther Flemming (1843 – 1905) observó células en degeneración con núcleos fragmentados en folículos ováricos, un fenómeno que hoy asociamos a apoptosis, pero que él llamó “cromatólisis”. Es justo mencionar que este médico fue el iniciador de la citogenética, que es una rama de la genética y de la citología, que se ocupa del estudio de la estructura y función de los cromosomas y de cómo estos se relacionan con el comportamiento celular.
Posteriormente en 1951, el médico y embriólogo Alfred Glücksmann (1904 – 1985) investigó la muerte celular en embriones de vertebrados, describiendo su papel en la remodelación de tejidos, sin reconocerlo como un proceso activo o regulado.
En 1964, Richard Ansel Lockshin (1937) propuso formalmente el concepto de “muerte celular programada” durante sus estudios sobre la metamorfosis de insectos como la polilla Antheraea pernyi. Observó que la degeneración de células musculares durante la metamorfosis seguía un patrón predecible y dependía de señales hormonales, sugiriendo que era un proceso genéticamente regulado y no aleatorio. Un año después, publicó el artículo Programmed Cell Death – I. Cytology of Degeneration in the Intersegmental Muscles of the Pernyi Silkmoth en el Journal of Insect Physiology, donde acuñó el término y establecieron su importancia en el desarrollo biológico.
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En 1965 se dio una contribución clave para este fenómeno. El patólogo australiano John Foxton Ross Kerr (1934–2024) utilizó el microscopio electrónico para estudiar células en hígados de ratas con flujo sanguíneo restringido, que logró ligando ciertos vasos sanguíneos que alimentaban este órgano. Observó que algunas células se encogían y fragmentaban sin inflamar el tejido circundante a diferencia de la necrosis. Kerr llamó a este fenómeno apoptosis (del griego apóptōsis, que significa “caída de las hojas”). En 1972, junto al patólogo Andrew David Hamilton (1944 – 2022) y el científico Alastair Robert Currie (1921 – 1994), publicaron el artículo Apoptosis: A Basic Biological Phenomenon with Wider Implications in Tissue Kinetics en la Revista Británica de Cáncer (British Journal of Cancer) que llegaría a ser un verdadero clásico en la historia de la medicina. Detallaron las etapas de la apoptosis, marcadas por el encogimiento celular, condensación de la cromatina, formación de vesículas (cuerpos apoptóticos) y fagocitosis sin inflamación. Demostraron que era un proceso ordenado y fisiológico, no patológico como la necrosis y propusieron que era crucial en el crecimiento, el desarrollo, el cáncer y la homeostasis o mantenimiento del equilibrio orgánico.
Los biólogos Sydney Brenner (1927 – 2019), John Edward Sulston (1942 – 2018) y Howard Robert Horvitz (1947) estudiaron el desarrollo de Caenorhabditis elegans (gusano nematodo), mapeando la muerte programada de células específicas durante su crecimiento, logrando recibir el Premio Nobel de Medicina en el año de 2002, al demostrar que la apoptosis estaba regulada genéticamente.
Ahora se sabe que la apoptosis excesiva se vincula con enfermedades como el Alzheimer, o en células que no mueren como en la esclerosis múltiple; se ha revelado que tiene un importante papel en la eliminación de linfocitos autorreactivos para evitar enfermedades autoinmunes; tiene una trascendencia en el desarrollo o inhibición de células cancerosas y ha condicionado el desarrollo de fármacos que inducen apoptosis en tumores (inhibidores de Bcl-2 como Venetoclax).
Ahora también se han descrito otras vías de muerte celular regulada como la necroptosis, piroptosis y ferroptosis.
Antes de Kerr y su equipo, la muerte celular se consideraba un evento pasivo o dañino. El concepto de apoptosis cambió esta visión, mostrando que las células tienen un “suicidio programado” esencial para la vida. Hoy, este conocimiento es clave en el conocimiento de muchas enfermedades, auxilia en la comprensión de fenómenos de compatibilidad o rechazo de tejidos en trasplantes y forma una parte fundamental de la medicina regenerativa.
Después de comprender estos conceptos, indudablemente podemos entender que la vida… es la antecámara de la muerte en el sentido más poético y filosófico del término.
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