Lyn May pintada en un candado para clausurar El jardín secreto de Lyn May, un tríptico que en su interior encierra la más profunda representación de la “auténtica reina de las vedettes”, como considera Antonio Álvarez Morán (Puebla, 24 de septiembre de 1959) a quien ha sido su musa durante varias décadas de labor pictórica. La pieza, que recuerda El jardín de las delicias pintado por el artista flamenco El Bosco, es la obra que por ahora cierra el largo ciclo de creación artística representado en pintura, collage, códices contemporáneos, historieta, arte objeto y performance que el artista multidisciplinario ha hecho en torno a esta bailarina y actriz.
“Un 13 de junio, día de San Antonio, estaba yo en mi estudio, estaba pintando, quise tomar un descanso y fui al jardín de mi casa, debajo de un durazno y de repente me invadió un sopor, un deseo de tumbarme a los pies del árbol. Me acosté y me quedé profundamente dormido, inmediatamente comencé a soñar un sueño curioso: me veía yo acostado en un jardín que no era ese, sino otro, rodeado de hombres y mujeres desnudos, de animales fantásticos y plantas muy raras, y había una fuente color de rosa, hechas de piedras rosadas y de la fuente súbitamente emergió la figura de Lyn May, saliendo del agua chorreando. Se dirige hacia mí, me incorporo de mi sueño, ella se acerca hacia mí desnuda y yo estoy también estoy desnudo, nos acercamos, acercamos nuestros rostros y ella me dice estas palabras: tienes que mantener secreto mi jardín, y en ese momento me da un beso en la boca y me despierto. Para mí fue una señal para mantener parcialmente secreto este cuadro que vamos a develar”, contó Álvarez Morán ante el público reunido en el lobby del Teatro de la Ciudad y ante la mirada atenta de la propia Lyn May que, sonriente, atisbó a decir: “un beso en el sueño”, que provocó la risa de los asistentes.
La develación de esta obra en la que el contorneado cuerpo de Lyn May aparece pintado en las puertas del tríptico que permanecerá cerrado hasta que el pintor lo decida, fue el acto que marcó la apertura de la exposición virtual Lyn May y yo, que ya está montada en el sitio electrónico alvarezmania.com, en la que se contiene la obra total que el artista ha realizado en torno a la vedette acapulqueña.
Durante una breve entrevista, Lyn May agradeció al pintor por la obra que le ha dedicado a lo largo del tiempo. “Me ha dedicado años, por eso lo estoy con él, lo admiro, lo apoyo, es un caballero”, dijo la bailarina para quien no cabe la nostalgia en su carrera, pues dice que sigue vigente en el cine y el espectáculo. “No siento nostalgia porque sigo trabajando y la gente me quiere, me sigue, trabajo casi todos los días”, apuntó rodeada por decenas de hombres y mujeres que por igual deseaban tomarse una fotografía a su lado.
Minutos antes, en el Teatro de la Ciudad, Antonio Álvarez Morán hizo un recuento visual del camino con el que ha perseguido y encontrado a Lyn May, quien por mucho ha sido su musa: como imagen que suplanta a la Venus de Milo y como figura que, a la manera pictórica de Picasso pero con el sello del pintor poblano, se convierte en una señorita de Avignon.
Alegre y enfundado en una camisa roja chispeante, el pintor recibió a amigos, familiares, coleccionistas y admiradores propios que se mezclaron con los seguidores de Lyn May, nombre artístico de Liliana Mendiola Mayanes, bailarina originaria de Acapulco nacida un 16 de diciembre de 1952 que comenzó sus pasos en cabarets y centros nocturnos del propio puerto y luego en la Ciudad de México, en donde participó en teatros y, por su talento, llegó a la pantalla cinematográfica con el filme Tívoli, dirigido por Alberto Isaac en 1974 para consagrarse luego como figura clave del llamado cine de ficheras, así como en el medio del espectáculo mexicano. “La exposición muestra el trabajo que he realizado durante varias décadas con el tema de Lyn May, acerca de ella, en algunos momentos colaboraciones, en algunos momentos obras hechas por mi solamente”, dijo para dar paso al recuento que inició con una fotografía de Lay May, fruto de una colección de recortes que, a finales de 1973, utilizaba para forrar todas las paredes de su habitación creando collages sobre pliegos de papel en donde organizaba mis pequeños recortes que posteriormente engrapaba en los muros formando una especie de papel tapiz personal.
Puedes ver: La pasión pictórica de Antonio Álvarez Morán por Lyn May se verá en exposición virtual
A partir de ahí, contó el pintor, fue clara su preferencia por la imagen y su interés desde entonces por Lyn May, a quien, a mediados de los años 80 del siglo anterior, pintó por primera vez luego de ver en la televisión la película Los lavaderos, donde aparece la actriz.
En 1992, contó que experimentó la necesidad de hacer una pintura al óleo y tomó como referencia a la cajetilla de los cerillos La central en la que Lyn May sustituye a la Venus de Milo y el Partenón a la pirámide de Cholula, y en donde la bailarina aparece con el vestido con el que debutó en un cabaret, un elemento clave que volvería a resurgir en su historia pictórica. “Al año siguiente retomé el tema en una nueva pintura en la que Lyn May acompañaba a Capulina, una curiosa asociación pues nunca compartieron la escena”, dijo y completó que en 1997 “volvió a las andadas” para darle a la bailarina un carácter sagrado haciendo la Santa Lyn May.
Años después, paseando por el centro de Puebla, se encontró con un cártel que anunciaba la presentación de la vedette en un antro, al que el pintor acudió llevando un reciente catálogo publicado por su alma máter, la Universidad de las Américas Puebla, en la que aparecían tres retratos de ella. “Gabriel Alatriste m acompañó. Era el 18 de junio de 2005 y la intercepté en la entrada del local. Lyn May se mostró amable e interesada y me invitó a continuar la charla al término de su presentación en su camerino. Tomamos una foto Polaroid y sugirió llamarme para ir a mi estudio al otro día. Recibí su llamada en la que acordamos que pasaría por ella acompañada de su hermano, entonces dio inicio nuestra amistad”, recordó contento el pintor.
Memorioso, dijo que un año después, al inaugurar la exposición Santo Niño Poblanito en la Ciudad de México, Lyn May aceptó acompañarlo porque se incluía la obra la Santa Lyn May. “Arribó puntualmente acompañada por el programa de espectáculos Ventaneando. La exhibición fue difundida al día siguiente por los medios y se habló de una posible relación amorosa. Luego asistí a su coronación como reina de las vedettes en Iztapalapa”.
En 2007, prosiguió Antonio Álvarez Moran, hizo Farándula Cubista con cuadros pintados en torno a las vedettes en México a la manera de Las señoritas de Avignon, obra clave de Picasso, en la que Lyn May aceptó realizar un performance en la presentación de la obra pidiendo únicamente un vestido como pago, mismo que hizo Mitzi, copiando el vestido que 15 años antes el pintor usó como referencia en la cajetilla de cerillos y que brilló durante su presentación en la Casa del Caballero Águila, en Cholula.
Siguieron, en 2010, la grabación de un capítulo de la serie Tabú Latinoamérica de Nat Geo; las fotografías de estudio tomadas en 2015 en Cancún en las que aparecieron juntos; y la visita de Lyn May en 2016 a Puebla para presenciar el estreno del documental Bellas de noche, de María José Cuevas, a cuya exhibición llegaron puntuales, para luego retirarse y vivir “mi fantasía publicada en la fotonovela”, al tiempo que aparecían publicaciones amarillistas sobre la supuesta relación y boda de la pareja, que la propia vedette terminó pues su deseo era no involucrar al pintor en el mundo de la prensa de espectáculos.
Tal vez te interese: Talavera Cabaret: el teatro cabaret gestado en Puebla que viajará a Europa
Otras piezas más fueron La boda, una pintura en la que bailarina y pintor se casan rodeados por particulares personajes; el cartel intervenido Lyn May, la musa de México que se exhibe actualmente en el restaurante El mural de los poblanos; una pieza particular de 2018 de los Alvarezados, una creación propia del pintor consistente en un collage con recortes de periódicos que son cubiertos por una capa de cera de abeja y la figura de la bailarina al óleo; así como el Códice Lyn May, una serie de reciente producción que conjunta neocódices que tratan diversos temas, y que en el caso de la acapulqueña da detalles alusivos a su historia, a su familia, a sus gustos y por supuesto al idilio con el pintor.
Luego del largo recorrido pictórico, y como momento esperado por los fans de la vedette, Lyn May apareció con un leve vestido en tono negro repleto de brillantes lentejuelas que brillaron en el escenario del teatro mostrando el porqué de la vigencia de la bailarina: al moverse al ritmo del bongó, contonear sus amplias caderas, realizar su esperado Split permaneciendo en el suelo con ejemplos de su flexibilidad y sus años de práctica, hasta levantarse ágilmente sin dejar de bailar y dirigirse a Antonio Álvarez Morán, que la miraba embelesado y quien, sin dejar de hacerlo, se unió al baile de la protagonista de un sinfín de películas, que se ha volcado últimamente a cantar al lado de reguetoneros y filmar con actores de la televisión.