Una conquista al revés. Una conquista de mexicas, mayas, olmecas y chichimecas en el “nuevo mundo”: uno lleno de “salvajes de un perdido continente” a los que hay que dominar con la lengua, la ideología de múltiples dioses, las costumbres, los ritos y la cosmogonía, construyendo templos en sus antiguos edificios, derribando antiguos monumentos blancos y ocupando otros como galerías de las pinturas que retratan a la nueva sociedad mestiza de españoles conquistados e indígenas conquistadores.
En ello, reside la propuesta del más reciente neocódice realizado por neotlacuilo Antonio Álvarez Morán (Puebla, 24 de septiembre de 1959): Neocódice del Descubrimiento y la Conquista de España, que será presentado el próximo 12 de octubre, el mal llamado –desde 1929, por el entonces secretario de Educación, José Vasconcelos–, Día de la raza, en referencia al “descubrimiento” de América por el genovés Cristóbal Colón y su tripulación.
Este neocódice, que se corona por la que será la bandera de la Nueva Tenochtitlán, será presentado en una exposición virtual que se alojará en el sitio electrónico https://alvarezmoran.com/alvarezmania/ a partir del 12 de octubre, fecha en la que el artista arribará a España para desencadenar una propia conquista por varias ciudades de dicho país, con acciones que serán mostradas a través de Instagram y Facebook, gracias al apoyo de Jorge Carlos Álvarez, también encargado del diseño del facsimilar.
“Serán cinco semanas de estancia en el norte, Asturias, Cantabria y el país Vasco, para ir después a Andalucía, Sevilla y Córdova, pasando por Barcelona hasta llegar a Madrid, para luego regresar a México, llevando la nueva bandera de la Nueva Tenochtitlan”, señala el artista durante una entrevista.
Indica que si bien no habrá una sede física de la exposición, en esta travesía de conquista llevará consigo el original y unos facsimilares del códice para mostrarlos y pegar una serie de códigos QR que llevarán a los curiosos directo la muestra virtual.
El neocódice Descubrimiento y la Conquista de España, explica, consta de 16 láminas sueltas y una portada, en un pequeño formato, que conservan la misma técnica de collage y acrílico sobre papel amate, como se pudo ver en la pasada exposición montada en el Museo Internacional Barroco.
“Es la idea del mundo al revés. Hay humor y eso es patente en mi trabajo”, dice Álvarez Morán mientras toma entre sus manos uno de los facsimilares enumerados, pues es una pequeña producción de 52 ejemplares, en el que se contiene, además de las láminas del neocódice, un texto de la historiadora del arte y curadora Adriana Alonso, quien escribe que “el artista pone en perspectiva tanto la apología del mestizaje como el romántico relato de las herencias compartidas, las cuales, sólo parecieran tener sentido cuando son exaltadas por los ´vencedores´”.
Advierte además que si bien las imágenes refieren a personajes, dioses, arquitecturas y expresiones artísticas prehispánicas, el relato de la conquista sucede más o menos en la primera mitad del siglo XX por las imágenes que utilizó de España, mismas que fueron tomadas de un viejo libro que era de su padre al que decidió “meterle tijera”, por lo que hay un desfase histórico al plantear esta fantasía.
Detalló que en la primera lámina se da cuenta del primer desembarco de la flota olmeca a las costas españolas, en el garraf de Cataluña, con naturales que reciben de buen agrado a los venidos de otras tierras; en la segunda, el neocódice da cuenta del asentamiento inicial de los fundadores mexicas en barracas de la región valenciana, cuadro en la que aparece ya el águila posada en el nopal que devora una serpiente, imagen fundacional del mundo indígena.
En la tercera lámina, prosigue su autor, aparece Huehueteotl que recibe a “seis bellas mallorquinas” como obsequio, en referencia a la ocasión en que el cacique Gordo regaló a Hernán Cortes una serie de mujeres, incluida Malitzin. En la cuarta aparece la “persecución de españoles en el río Guadalquivir y la construcción de la Gran Pirámide Trianera” que se cimienta sobre la catedral de Sevilla, como aquí ocurrió con la construcción de los templos sobre los templos mesoamericanos.
En la quinta, en cambio, aparece el derribo al monumento de Colón, que se acompaña del del “prendimiento de un señor cura rebelde en el arco del Triunfo de Barcelona”, escena en la que aparecen dos señores mexicas. Prosigue la lámina seis, “una lámina fuerte” con un auto de fe: la quema de ídolos católicos en el Paseos de la Independencia de Zaragoza, como aquí ocurrió con sendas quemas de libros y esculturas mesoamericanas.
La séptima es el asalto al Museo del Prado, “una fantasía” para el artista, quien admira a las obras contenidas en este espacio, que en la lámina refiere a la destrucción de las pirámides y monumentos prehispánicos. La octava, en cambio, tiene que ver con una de las escenas más conocidas de la mal llamada Conquista: la quema de los pies al Cuauhtémoc, el último emperador mexica, un suplicio que en este caso es aplicado al propio Cortés, que ve además la conversión de la infanta Margarita, quien ya luce un tocado al estilo mexica.
La novena lámina, continúa Antonio Álvarez, refiere al “sacrificio de Pedro de Alvarado” a manos de chichimecas, en la pirámide fundada sobre el Palacio Real de Madrid, un castigo impuesto a quien fuera uno de los conquistadores más cruentos, como ocurrió en el aperreamiento llevado a cabo en Cholula.
La décima, en cambio, ya habla del inicio del mestizaje: un menudo hombre indígena unido a una mujer española robusta y alta. La undécima es la transformación del Palacio de Carlos V, en Granada, en el nuevo Chicomostoc o Lugar de las siete cuevas, considerada el origen de todos los pueblos indígenas. La doceava muestra ya la adopción de algunas costumbres de los conquistados: una faena torera librada por un indígena frente a la Puerta de Alcalá en Madrid, para festejar la conquista de España.
La trigésima retrata a la primera pareja mestiza: una viuda valenciana y un señor principal maya, en el valle de Aguas Tuertas de Huesca, una escena que muestra su nueva morada: su pirámide propia y su teocalli. En la catorceava lámina aparecen, ya rendidos ante Coatlicue, los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, mientras en el fondo Colón es devorado ritualmente.
La penúltima lámina del neocódice aparece algo sucedido en la “conquista” española: la manera en que los naturales siguieron adorando a sus antiguos dioses que estaban ocultos en las nuevas imágenes religiosas; aquí, españoles adorando al santo Cristo Disimulado, en el templo de Quetzalcoatl montado en Gerona.
En la última, en cambio, aparece los retratos de dos señores: Xicotencatl y Huitzilopochtli que fueron los primeros virreyes de la Nueva Tenochtitlán conservados en las galerías del adoratorio del Escorial, el monumento español en el que se refleja el llamado “siglo de oro español”, sobre todo de lo producido durante el reinado de Felipe II.