La Psiquiatría representa un área médica determinante para poder establecer qué, cuándo, cómo y por qué, se da una enfermedad, no necesariamente circunscrita a la esfera mental. Se debe de entender que a medida que va evolucionando la medicina y la especialización, se van identificando trastornos en los que la mente, agrava significativamente condiciones de salud.
Aunque en lo personal puedo identificar a la ansiedad y depresión como padecimientos que se van presentando con mayor frecuencia en mi práctica cotidiana, hay muchas enfermedades que se ven influidas por el estado mental de una persona.
Recientemente hacía una revisión de la prestigiada revista The British Medical Journal (BMJ por sus siglas en inglés; que se puede traducir como La Revista Médica Británica) y en un artículo publicado en el año 2019, titulado “Ansiedad por la salud” (1), pude valorar este trastorno que se ha hecho particularmente patente durante la actual pandemia generada por el coronavirus SARS-CoV-2, que produce COVID-19 y que en una forma tan inexorable como implacable, nos afecta en prácticamente todas las esferas de nuestra vida.
Cansados ya de una cuarentena que nos ha limitado en actividades cotidianas y que va acentuando crisis sociales, económicas, políticas y conductuales, desde el punto de vista psicológico, no son raras las personas que, ante cualquier síntoma catarral, no necesariamente de carácter infeccioso (en donde las reacciones alérgicas cobran una relevancia especial), alcanzan niveles de angustia que definitivamente afectan en una forma determinante la calidad de vida. Personas que cargan a cuestas una preocupación excesiva por su salud y las cuales, experimentando una incertidumbre de lo que puede pasar, tienen un sufrimiento indecible y un deterioro físico que es poco valorado por los médicos en general, dentro de los que por supuesto, me incluyo ante aquella persona que manifiesta síntomas graves y que, desde un punto de vista clínico, no muestra enfermedad alguna.
La mayoría de las veces, independientemente de que se evite la desafortunada afirmación de que “no tiene usted nada y todo está normal”; el intento rutinario de tranquilizar a un paciente expresando que todo está bien, lejos de ayudar a mitigar el sufrimiento, lo empeora generando por un lado ansiedad que se puede reflejar en un incremento de síntomas, provocando un círculo vicioso de tensión emocional y malestares ante los cuales, un abordaje terapéutico es extremadamente complejo e insistentemente menospreciado por los profesionales que nos dedicamos al área de la salud.
Antes conocida como Hipocondriasis o Hipocondría, desde la Quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de trastornos mentales (DSM-5 por sus siglas en inglés), que es un documento en el que se encuadran, detallan, describen y clasifican los trastornos de orden mental, ya es reconocida la Ansiedad por la salud como un padecimiento particularmente frecuente y que conduce a que una persona que lo padece, no solamente se desgaste emocionalmente en la búsqueda de alternativas de solución por innumerables médicos sino que también recurren a exámenes clínicos tanto de laboratorio como de gabinete, que tienen un impacto en el ámbito económico, alcanzando niveles de gravedad que llegan a limitar incluso las actividades de índole académico o laboral.
Aunque hay niños que lo pueden padecer, generalmente el inicio se da en la edad adulta, con un componente crónico casi riguroso; es decir, que dura por mucho tiempo. Puede tener un comportamiento fluctuante, con aparición de malestares múltiples y periodos de aparente bienestar. Es frecuente que, ante la aparición paralela de una enfermedad no necesariamente relacionada los síntomas generados por la ansiedad, compliquen el diagnóstico e incrementen la preocupación del enfermo, con una dificultad terapéutica que en efecto brinde un satisfactorio grado de tranquilidad.
En la actualidad es frecuente ver a pacientes que, buscando información en internet, caen en otra patología denominada “Cibercondria”, que incrementa la angustia, pues desde el punto de vista psicológico, puede generar síntomas que se ajusten a una patología que no necesariamente se padezca.
El papel del médico es determinante, iniciando por la necesidad de escuchar al enfermo con paciencia y benevolencia. Se debe de tomar en serio cualquier molestia y plantear con fino tacto y sensibilidad extrema, la terapia psicológica y psiquiátrica, ante un panorama en el que la estrategia de comunicación sea insuficiente.
No cabe duda de que, a medida que avanza la tecnología, se establecen procedimientos diagnósticos y terapéuticos sorprendentes; sin embargo, paralelamente se incrementan los patrones de enfermedades que convierten a los cuadros clínicos en abigarrados síntomas ante los cuales, los médicos debemos de visualizar en formas cada vez más sensibles y, sobre todo, humanas.
Fuente:
1.- Hedman-Lagerlöf E. et al. Health anxiety. BMJ 2019;364:l774 doi: 10.1136
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