Si siente fuertes palpitaciones, falta de aire, sudoración excesiva, temblores, nerviosismo, agitación o tensión, debilidad y cansancio, no le busque más… lo que usted no tiene con toda seguridad, es la temible infección viral del coronavirus, aunque sí se trata de otra infección viral tan perniciosa como la que más, que también se manifiesta con miedo, desconfianza, desánimo y rabia, sentimientos que son inducidos por los profesionales de la discordia, pagados por empresarios y políticos embusteros quienes lo hacen machaconamente a través de los medios de comunicación masiva y de las llamadas redes sociales.
Los resultados de tan infames campañas de descrédito están empezando a manifestarse entre grupos de conocidos en los que se inician interminables discusiones sin mediar argumentos razonados. El siguiente escalón en esta manipulación infame son los amigos, que también han visto surgir sus desacuerdos de manera cada vez más irritable y con la misma ausencia de evidencias sustentadas en información veraz; pero lo peor de todo es que también este virus nocivo ha penetrado en algunas familias: padres, hijos, hermanos o esposos que sustentan sus puntos de vista en forma irreductible pero sin razones que valgan.
¿No aprendimos nunca o nos hemos olvidado ya de entablar un diálogo constructivo con nuestros semejantes? ¿Es aún posible que podamos debatir respetuosamente aunque tengamos puntos de vista antagónicos? Es muy desconsolador que debamos entrar a esos terrenos fangosos y comprometer la convivencia social con vecinos y compañeros o quebrantar las buenas relaciones de amistad que tanto bien nos han hecho a lo largo de la vida, así como ver aflorar roces indeseables en el seno de nuestras propias familias.
Si las eternas polémicas sin bases nos enfrentan entre sí, los silencios tampoco ayudan al entendimiento porque con ellos se guardan resentimientos que se manifiestan a la menor provocación; algunas personas se atrincheran y niegan cualquier posibilidad de comprensión y de convivencia. No soy partidario de la tolerancia, porque en mi opinión implica el esfuerzo de soportar al otro, de sobrellevarlo sin mucho convencimiento, creo que es más sana la actitud de respeto hacia la persona con ideas contrarias a las nuestras, porque así podríamos intentar comprender sus puntos de vista, su forma de pensar. ¿Qué les parece?
Me niego tajantemente. De ninguna manera quiero que estas situaciones ocurran, ni para mi ni para nadie. Quiero conservar las buenas relaciones con las demás personas, aunque no coincidamos del todo; quiero mantener e incrementar mis afectos con mis amigos y por supuesto, seguir abrazando a los míos sin la menor sombra de desconfianza, quiero poder abrir un intercambio de ideas sin ofensas y sin resentimientos. ¿Estos mensajes perversos tendrán el poder de minar nuestras relaciones personales? No lo permitamos por favor, no caigamos en lo que circula por las redes sociales.
Ahora más que nunca necesitamos estar unidos y preocuparnos por los demás, no importa si somos religiosos o no lo somos. Cerremos el paso a los zopilotes carroñeros que buscan cebarse con los cadáveres. Les cuento del caso de un chat de puros hombres con chistes pelados y señoras “en cueros”, en el que un sujeto insistía en introducir sus provocaciones, las que sólo conseguían respuestas, de otros miembros, acerca del propósito frívolo de este grupo, entonces… simplemente abandonó el grupo emberrenchinado al no encontrar eco a sus necedades.
O soltamos lo que hemos venido considerando importante y valioso en nuestras vidas como son la convivencia social, la amistad, el amor por los nuestros o nos sumamos a la corriente perversa de las sospechas y de los recelos, si no es que del encono hacia quienes no piensan como nosotros. Dejemos de creer en la cándida ide de que existe una feroz lucha que enfrenta a los ángeles y a los demonios y que estamos obligados a tomar partido.