La posibilidad de construir alternativas al margen del capital, se ven limitadas. Cada vez que surge un movimiento contracultural, anticapitalista, toma un poco de tiempo para que el capitalismo lo convierta en mercancía y se beneficie e incluso se fortalezca con él. Lo vemos con los movimientos ambientalistas, los derechos de las mujeres, de la comunidad LGTBQIA2+, Black Lives Matter, los derechos migrantes, entre otros, se convierten en una mercancía para la acumulación de capital.
Por ejemplo, la comida orgánica es un producto para las élites, élites de productores que pueden pagar certificaciones y élites de consumidores que pagan el sobreprecio de los productos certificados como orgánicos. Sin embargo, la explotación de la tierra y la mano de obra no deja de producirse.
La capacidad del capitalismo de absorber y nutrirse de los movimientos sociales es impresionante. El capitalismo introduce en los procesos de acumulación de capital el contenido ideológico de los movimientos sociales, y se presenta como un capitalismo sostenible, sin embargo, eso es una contradicción intrínseca. Buena parte de la población cae víctima de esta falacia y se subsume a las nuevas prácticas de consumo impuestas por el capital, que nada, disminuyen las formas de violencia que existen en la esfera productiva.
Alain Touraine, en su libro La Producción de la Sociedad, concibe a los movimientos sociales como actores contestatarios, pero también incluye otros actores sociales: los conservadores, dirigentes, dominantes en las esferas del poder convencional. Tomadores de decisiones, que van integrando las disidencias desde el enfoque de “entro con la tuya, para salirme con la mía”, como bien diría mi querida Maru Sánchez, al referirse a la colonialidad. De este modo, el capitalismo nutre a los movimientos de élite, con los movimientos sociales de base, sin otro objetivo que obtener ganancias de los mismos. Ni que decir, cuando los movimientos de las minorías reaccionarias también disputan espacios, al no querer ceder los privilegios que los sistemas de violencia les han otorgado. Sin embargo, las alternativas fuera del capitalismo se presentan también como posibilidad, principalmente en contextos como el actual, donde las crisis se superponen unas con otras y nos reclaman nuevas y más creativas formas de organización social.
La urgencia de fortalecer la participación y organización comunitaria desde lo posible, desde el compromiso activo, desde la experiencia de vida y la ética en el corazón. Los movimientos que cuestionan los cánones contemporáneos y recuperan procesos solidarios, la empatía, los diálogos y las convergencias, pero también las divergencias. Los movimientos sociales contemporáneos, se convierten sin embargo en la posibilidad de construir alternativas fuera del capital. Y esto requiere un compromiso mayor y un pensamiento estratégico, que impida ser subsumido por el capital. No me queda claro si como sociedades estamos en ese punto para crear estas alternativas, pero definitivamente observo efervescencia que está en diversos espacios sociales con intenciones de incidir en mejores formas de hacer la vida. Esa es siempre una posibilidad.