Son monumentales no solo por sus niveles en los que se representan parte de la cosmovisión mesoamericana que se vio mezclada, desde hace cinco siglos, con la española. No lo son tampoco por la vastedad y laboriosidad de elementos que la conforman, algunos de ellos realizados artesanalmente como sus alfeñiques, roscones o sus figuras de niñitos llorones. Tampoco, por el costo que representa para los familiares el montaje de estos altares blancos que alcanza los miles de pesos. Son monumentales, en suma, por el momento de “unión entre vivos y muertos” que representan para los habitantes de Huaquechula que cada año montan y abren estas particulares ofrendas reconocidas como Patrimonio cultural inmaterial del estado.
Para este 2024, señaló Raúl Martín Marín Espinosa, presidente municipal de Huaquechula, serán un total de 29 los altares montados. Recordó que, en esta, su segunda presidencia municipal, se ha hecho una mayor intervención del ayuntamiento, con representaciones temáticas sobre la fecha que tiene que ver con más tradiciones locales. De paso, acompañado por el secretario de Cultura Enrique Glockner Corte y Perla Chipahua Martínez, deudo de Huaquechula, expuso que los altares de Huaquechula han tenido presencia en España y en Estados Unidos.
En su caso, Silverio Reyes Sarmiento, director de Cultura y Turismo, señaló que en el Día de Muertos de Huaquechula conviven hombres y ánimas, en un intercambio de bendiciones entre mortales y fallecidos. El 28 de octubre, continuó, se recuerda a quienes fallecieron en un accidente, en este año serán 4; el día 31 de octubre, para los niños que fallecieron, uno este año, y el 1 de noviembre a los adultos, que este año sumaron 24. Ese día, al toque de las campanas a las dos de la tarde se anuncia el arribo de las ánimas que son recibidas por sus familiares y amigos con incienso, copal, música y cantos, con un camino de cempasúchil pensado para guiarlos hasta su altar. Ahí, indicó Silverio Reyes, los turistas pueden sumarse no como espectadores sino como parte de la tradición ofreciendo una cerita para el ánima bendita, recibiendo a cambio, por parte de los deudos, otra bendición: “que el ánima interceda por ti”. Por eso, enfatizó, esta tradición se ha vuelto importante: porque es un momento en que coincidan vivos y muertos.
Continuó que la comunidad también pone una ofrenda vieja, comunitaria, dedicada a loa abuelos, hijos, hermanos, padres. También hay otra para los que no son recordados, ofrendas que son creadas con palos, piedras, ladrillos y casitas improvisadas para el ánima sola. “Huaquechula es cuna de la hospitalidad porque recibe a propios y extraños, en Huaquechula hay un rincón para poder llegar, incluso para los muertos”, enfatizó.
De paso, informó que habrá talleres de chocolatería y alfeñique para entender que hay un proceso artesanal que comienza semanas atrás, además de espacios de tradición oral en torno a las prácticas mortuorias de Huaquechula: el poner una vara de espinas en la mano al recién fallecido, el acompañamiento de los perros, o el despido doloroso a quienes fallecieron por Covid-19, con “llorones” que representarán este duelo. Se montarán, entonces, el denominado Paseo de Xolo, el paseo de las ofrendas a las animas solas, y el camino de las ánimas, que será tematizado del 28 al 2 de octubre para que se pueda entender la tradición de Huaquechula. Por último, el encargado de Cultura municipal refirió que los altares de Huaquechula han sido descritos incluso como retablos efímeros a la manera en que se hacían en la época novohispana. “Es un caso para estudiar cómo la comunidad preserva la cultura y cómo el turista ayuda a preservarlo”.
Destaca que los altares se distinguen por sus niveles, en los que se representan los estatus por los que pasa el fallecido; así, cada nivel del altar es marcado por una cartulina moldeada llamada “barandales de muertos”, que indican a las ánimas el camino a seguir. Así, en el primer nivel se pone el banquete o la comida que, según la creencia, vienen a probar los difuntos, por lo que se selecciona los platillos o bebidas favoritas del fallecido, y entre los que se puede ver comúnmente mole, tamales, hojaldras, dulces, frutas, chocolate, atole, cerveza y cigarros; también incluyen los niños llorones, que son los guardianes del difunto, e incienso y copal, que representan la elevación de las plegarias. El segundo nivel representa a la unión del mundo terrenal y el inframundo; en él son colocadas las reliquias que recuerdan al ser querido, su imagen reflejada en un espejo, y en el último, que refiere al cielo, se coloca una cruz o imagen de un santo. Complementando la decoración utilizan cirios, que sirven para iluminar su camino en la oscuridad, las tradicionales flores de cempasúchil y agua para mitigar la sed del recorrido, y finalmente, el tercer nivel representa el acceso más inmediato al cielo.
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