A partir de la imposición, en 1982, del proyecto neoliberal en México, se apresuró el empobrecimiento de los trabajadores y se profundizó la desigualdad social. Desde ese momento y hasta 2018, la mitad de los habitantes del país vivía en situación de pobreza y pobreza extrema, en contraste, solo 17 empresarios acumulaban una fortuna de 142 mil millones de dólares, 12 por ciento de la riqueza nacional producida ese año, mientras que el restante 88 por ciento de esa riqueza se distribuía entre 125 millones de mexicanos; finalmente, a los salarios correspondía el 32 por ciento del ingreso nacional y las ganancias del capital se llevaban el 68 por ciento restante. En pocos países del mundo se puede observar tamaña desigualdad, muestra el incuestionable fracaso del modelo neoliberal. Y si no hubiera otros ogros, destaca la política social y salarial, pues en su sexenio, el ingreso de los pobres creció más que el del resto de la población y la masa salarial creció 10 veces más en su gobierno que de 2005 y 2018. Y hay muchos logros más habrán de evaluarse sin propósitos apologéticos.
En el proceso electoral de 2018, debatieron dos proyectos de país nítidamente diferentes: uno, el neoliberal, con dos partidos y sus propios candidatos, representado por el PRI y, con pocas diferencias, por el PAN; el otro proyecto, era impulsado por Morena. Cada propuesta ofrecía visiones distintas sobre el desarrollo del capitalismo y de sus perspectivas de manera que, el primero de julio la población tenía que decidir, por un lado, si continúa el modelo neoliberal sustentado en el funcionamiento del mercado sin regulación y en un régimen político y social caracterizado por la corrupción, el autoritarismo, la violencia; por otro lado, era apoyar con su voto el comienzo de un nuevo régimen que recuperara la orientación social del Estado y utilice el gasto público con el propósito explícito de elevar el bienestar social en un ambiente democrático impulsado por la movilización popular organizada.
También puedes leer: En defensa de la junta especial 33 de la federal de conciliación y arbitraje
La izquierda no fue indiferentes a esa disyuntiva, cuya solución definiría el futuro político, económico y social de nuestro país. Se sabía que el Proyecto Alternativo de Nación, enarbolado por Andrés Manuel López Obrador representaba una salida democrática a la crisis del neoliberalismo, que también significaba una creciente descomposición social y, desde el gobierno de Calderón, una creciente intervención de la delincuencia organizada en la vida social del país. Ante este panorama, la población se cohesionado encontrando en Morena una alternativa que, a nivel nacional, arrojara al neoliberalismo al basurero de la historia.
El ascenso de la participación popular, impulsada por el hartazgo, el rechazo a la violencia que ahogaba al país y la corrupción que adquiría proporciones insospechadas, plantea la contradicción entre la mayor parte de la población, incluyendo a los micro, pequeños y medianos empresarios, con un régimen diseñado a la medida de los intereses de los monopolios domésticos y extranjeros que se han apropiado de las empresas y los bienes que, alguna vez, fueron patrimonio de la nación y bajo el neoliberalismo sólo servían al mayor enriquecimiento de una minoría voraz.
Se sabía entonces, y lo sabemos ahora, que Andrés Manuel López Obrador no es socialista, ni su proyecto rebasaba los límites del capitalismo, pero ante una situación como la que se presentó en 2018, donde la izquierda anti capitalista aún no era, como no lo es aún, alternativa para los trabajadores y la población; lo que se sabía es que la disyuntiva se resolvería electoralmente en favor de Morena y que el voto debería ser masivo para evitar el fraude en las elecciones del primero de julio. Y, efectivamente, la población se volcó masivamente para llevar a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, quién, con más de 30 millones de votos, iniciaba una historia distinta del país, con un proyecto que hace viable nuestra existencia como nación soberana, es decir, un proyecto diametralmente opuesto al neoliberal.
Te podría interesar: Recuperemos el surrealismo contestatario