Resultado del trabajo de campo, archivístico y documental sobre retablos, esculturas y pinturas realizadas por artistas importantes de la Puebla virreinal, el historiador del arte Alejandro Julián Andrade Campos presentó el libro Imagen y persuasión. Devoción, política y pintura en el Acatzingo del siglo XVIII.
En este libro publicado por la Secretaría de Cultura de Puebla de manera digital, para su libre descarga, el autor propone cómo por medio de la destreza del pintor, el compromiso del párroco y la imaginación del devoto, las obras novohispanas cobraban vida y eran capaces de generar diversas emociones entre quienes las apreciaban.
La publicación, que se inserta en el marco de los 300 años del nacimiento del afamado pintor Miguel Jerónimo Zendejas, es una manera de mostrar cómo “la historia de este país se ha escrito de manera canónica desde el centralismo, ponderando los actos que se han consagrado desde su capital”, siendo que “la historia del arte no ha escapado de estos derroteros, siendo un ejemplo claro la del periodo virreinal”.
Lo anterior, como apunta su autor en la Introducción, porque al hablar de la pintura virreinal solamente suele referirse a artistas de la capital como Baltazar Echave Orio, José Juárez, Juan Correa, Cristóbal de Villalpando, José de Ibarra o Miguel Cabrera, con sus grandes obras legadas en espacios emblemáticos,
“Es dentro de este sentido –continúa Alejandro Julián Andrade- que las producciones regionales, tachadas en algunos casos de periféricas o subordinadas, han quedado enmudecidas, reduciendo estos territorios al papel de meros receptores pasivos, cuya función era recibir las obras que desde la capital mandaban los célebres artistas y que influenciaban a pintores locales menores o de poca relevancia para la construcción de una historia del arte nacional”.
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No obstante, destaca el investigador, “durante la época virreinal, Puebla fue la segunda capital cultural de la Nueva España, desarrollando una tradición artística propia que, si bien generó diálogos y fue influenciada por la de la ciudad de México, también aportó soluciones iconográficas y formales propias que la singularizan, al grado de poder distinguirse una obra poblana frente a la de otros centros de producción”.
Por tanto, señala que su libro Imagen y persuasión. Devoción, política y pintura en el Acatzingo del siglo XVIII “busca contribuir a la tarea de revaloración del patrimonio artístico que se encuentra en el interior del estado, a partir del estudio de uno de los espacios más ricos y significativos que tiene en su interior: la parroquia de San Juan Evangelista Acatzingo”.
Define que si bien “este territorio tuvo una singular holgura en la época virreinal por estar situado dentro del camino comercial entre Veracruz, Puebla y Ciudad de México”, la riqueza histórica y artística de su parroquia “se debe en gran medida a su configuración como santuario regional, desde finales del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII”.
Advierte que su investigación “no pretende abordar de manera total el proceso constructivo y ornamental que ha tenido el conjunto parroquial de San Juan evangelista”, pues más bien su tarea “se centra específicamente en el periodo en que el doctor Antonio Manuel Rojano Mudarra ostentó la titularidad del curato entre 1761 y 1788”.
Este singular párroco, apunta Andrade Campos, se destacó por haber sido un gran administrador y promotor de la riqueza artística del templo y sus dependencias, “mezclándose entre sus motivaciones el celo y la devoción, propias de un buen pastor, con sus intenciones de ascenso dentro de la jerarquía eclesiástica”.
Destaca que “su visión estética se materializó no solamente gracias a su tenaz empeño, sino a la colaboración que estableció con diversos artistas y productores, entre los que sobresale el otro protagonista de este libro: el pintor Miguel Jerónimo Zendejas, el más célebre de la Puebla virreinal”.
Así, para el autor, la conjunción de estos dos personajes “logró dotar de un esplendor particular a la parroquia, mismo que con su notoria disminución ha llegado hasta nuestros días”; pues “si bien estos dos personajes toman la titularidad del volumen, lo cierto es que actuaron dentro de un contexto integrado por diversos agentes entre los que sobresalen las cofradías, agrupaciones piadosas a cuyo cargo se encontraba la devoción de determinados cultos, incluyendo con esto el mantenimiento de sus altares o capillas, así como el aumento de su patrimonio y alhajas”.
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Define que, por lo tanto, “en el presente estudio se aborda el papel decisivo de las cofradías de Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora de la Soledad para la ornamentación de sus centros de devoción y, por qué no decirlo, de poder”.
Detalla que para tal tarea, el volumen se divide en tres apartados. El primero, denominado Acatzingo: el párroco, el pintor y el templo, del origen de la parroquia de San Marcos y San Juan Evangelista, y su estado en la segunda mitad del siglo XVIIi, que presenta de manera particular al párroco, al pintor y la parroquia donde desempeñaron su labor.
Mientras que los dos restantes están consagrados a las capillas de los Dolores y de la Soledad. De la capilla de la Señora de los Dolores habla sobre su cofradía, edificación, ornamento y decoro, así como sobre El Camarín, y de las múltiples intenciones en torno a los cuadres. De la capilla de la Señora de la Soledad, en cambio, se refiere a su capilla y cofradía, a la serie de la pasión de Cristo de la capilla de la Soledad (1785-1788), sus antecedentes y su ciclo pictórico.
Como apunta el secretario de Cultura Enrique Glockner Corte, el libro Imagen y persuasión. Devoción, política y pintura en el Acatzingo del siglo XVIII de Alejandro Julián Andrade “revela cómo se configuró el patrimonio artístico de la parroquia de Acatzingo, especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII”.
Dice que “la inconmensurable abundancia cultural del estado de Puebla conlleva a que la tarea de su conocimiento y divulgación sea un reto fascinante”, por lo que su tarea fue “darle voz a las plurales manifestaciones artística que se han desarrollado en el territorio”.
De paso, el funcionario público apunta que ha “buscado descentralizar las miradas e inquirir en cada una de las regiones aquellos elementos representativos que nos hablen sobre este desarrollo histórico, para valorar las tradiciones, así como los espacios que van más allá de los lugares comunes”.
Por tanto, concluye que el libro refleja el compromiso de la SC con la cultura a través de las publicaciones que indagan y parten del trabajo de campo, archivístico y documental. “Confiamos en que el conocimiento es el primer paso para la puesta en valor, apropiación y protección del acervo, material e inmaterial, aquel que nos reconoce como poblanos y nos brinda orgullo”.