Domingo, julio 20, 2025

Al tiempero Antonio, don Gregorio se le presenta en sueños, afirma Julio Glockner

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A don Antonio Analco, el tiempero de Santiago Xalitzintla, don Gregorio se le presenta en sueños, afirma el antropólogo Julio Glockner, quien recordó que en una primera entrevista, don Antonio le dijo que a don Goyo lo sueña.

“Don Antonio quedó huérfano de padre muy pequeñito, él quería ir a la escuela pero su padrastro no estaba de acuerdo, por lo que le regaló un lápiz y le dijo que cuando se acabara el lápiz se saldría de la escuela. Él cuenta que lo estuvo usando hasta lo último, casi con los dedos, hasta que finalmente lo mandaron como boyero al monte. Es ahí en esas largas horas que pasaba en el monte solo, cuando seguramente se quedó dormido y apareció en sus sueños un anciano: era Gregorio Popocatépetl que le preguntó si sabía tejer estambres, y él dijo que no sabía, y entonces Gregorio le dijo que tenía que aprenderlo porque lo iba a hacer el resto de su vida. Esos estambres que le encargó Gregorio Popocatépetl tejer, son los listones que se tejen en la Danza de la varilla, y año con año él cumple con ese compromiso”, relata memorioso durante una conversación mantenida con Aurelio Fernández, la cual puede verse en las redes sociales y en la página de La Jornada de Oriente.

A la anotación hecha por Aurelio Fernández en el sentido que ese nombre, el de Gregorio, lo tenían también en San Mateo Ozolco y en Nealtican, Julio Glockner mencionó que se debía a que, como tiemperos, en el primer municipio estaba Manuel Jiménez y en el segundo Trinidad Grande, quienes trabajaban al lado del papa de Antonio Analco, y subían juntos al volcán. Refiere además que al morir el papa de don Antonio, los otros vieron con recelo al joven Antonio pero luego lo aceptaron.

Aurelio Fernández acotó que Manuel Jiménez, el tiempero de San Mateo Ozolco, es también llamado Quiaclaxque, término en náhuatl que puede leerse como “sacerdote de la lluvia”, quien hacía sonar por las mañanas las campanas de la iglesia  anunciando cómo sería el tiempo del día, leyendo las nubes en la Malinche o el Pico de Orizaba, dando “el parte meteorológico” al pueblo.

Entre estos tres tiemperos, contó Julio Glockner, había un distanciamiento por lo que él, como antropólogo, tenía que lidiar: cercano a don Antonio, no podía estarlo con don Manuel y don Trinidad, pues era como traicionar al primero. “No me podía acercar a ellos porque era como una deslealtad hasta que se dio la oportunidad, y ahí don Trinidad me presentó con la Volcana, la Iztaccíhuatl, en la cascada y fue muy conmovedor”.

Dicha ceremonia, a la que Fernández recordó ser introducido por el propio Glockner, es más entrañable por la participación de las mujeres que recogen piedritas en la cascada, además de doña Anselma que lleva unos calzones rosas y no blancos en ofrenda, pues “los colores tienen mucha importancia”, como notó el antropólogo. En ese sentido, continua, una cruz es un instrumento mágico que recoge las fuerzas del cielo y las proyecta sobre los campos de cultivo, por lo que es importante el cómo se ataviará esa cruz y entre pueblos habrá diferencias simbólicas: unos grupos piensan que el blanco atrae las nevadas, el frío y el granizo, pero para otros es sinónimo de pureza y pondrán flores de nube o alcatraces; el rojo jalaría calor para algunos, y para otros es la sangre de Cristo. Así, visto en conjunto, si un grupo se entera que se usan colores que no corresponden a la simbología, entonces son los responsables que el clima no esté en orden.

Un momento importante, coincidieron periodista y antropólogo, sucedió en 1994 cuando el ritual a don Gregorio se convirtió “un poco en mercancía” para el tiempero y los que querían ser tiemperos. Ello, ahondó Aurelio Fernández, se reflejó en la subida de 1995 cuando los pueblos del entorno dijeron que el volcán había hecho erupción porque ya no había ceremonias, lo que provocó que pobladores de Atzala fueran a buscar a don Antonio Analco, al que no encontraron, para en su lugar hallar al rezandero Nazario.

Al subir, don Antonio Analco preguntó que había llevado el pueblo de Atzala a don Gregorio, a lo que estos respondieron que un traje de guerrero azteca mientras que él llevó un “traje de licenciado”, a petición que el propio volcán le dijo en un sueño. “Tanto el traje de guerrero azteca como el de licenciado se colocaron en las cruces. Ocurrió que algún mayordomo le dijo al cura, y entonces él, empezó a atracar a don Antonio y al culto”, recordó Glockner.

El hecho se reforzó el 2 de febrero de 1996 en la bendición de semillas, pues además de granos las mujeres llevaban piedritas de la cascada de la Volcana en su chiquihuite, mismas que luego colocarían en las esquinas del cultivo para proteger la siembra, lo que llevó al cura a cuestionarlas y negarse a bendecir la ofrenda, provocando tristeza y preocupación. “Ahí es cuando se empieza a dividir el culto aceptado por todo el pueblo con la iglesia”, afirmó el investigador.

Por tanto, lamentó que el ritual se haya desvirtuado en manos de los mayordomos de Xalitzintla, quienes también difamaron a don Antonio de “clavarse” un dinero, cosa que no ocurrió, lo que provocó el distanciamiento con los mayordomos de Chalma y del señor del Sacromonte, quienes también acompañaban al pedimento el 12 de marzo.

Otro evento fue el ocurrido desde cuando la Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, a través del entonces Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias “apoyó” al culto dando dinero. “Fue error de un antropólogo, porque creo que no se deben financiar los eventos religiosos pues se rompe la red de colaboración y colectiva para sostener el culto que por décadas unía a los mayordomos. Si se inyecta dinero de fuera, esa red se deshace y le quitas el sustento social al culto”, consideró.

A esto, recordaron Fernández y Glockner, se le suma lo hecho por el ayuntamiento de San Nicolás de los Ranchos hace dos años: cuando propuso “una excursión al Mictlán” (sic), algo que no tiene que ver con el ritual a don Goyo, que provocó que decenas de personas quisieran subir al ombligo del volcán. “No pueden promover turísticamente a un municipio a costa de desvirtuar el ritual que tiene una larguísima tradición, incluso prehispánica”, criticó el antropólogo.

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