El modelo económico neoliberal dominante, instaurado en México hace cuatro décadas, generó diversos cambios en el sector agropecuario y el sistema alimentario nacional, propiciando la penetración de empresas trasnacionales en todos los procesos de la cadena de valor, el dominio casi total del suministro de semillas, fertilizantes y agroquímicos, y la presencia de grandes corporativos trasnacionales en el dominio del sistema alimentario global a través de las cadenas de distribución de alimentos.
A manera de resumen, México se ha sometido a este modelo dominante y depredador, acatando las disposiciones de organismos multinacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, debido a la enorme deuda que aún tiene con estos organismos, propiciando la reforma del 27 Constitucional y sometiendo su participación al TLCAN, hoy T-MEC, asumiendo las consecuencias desastrosas para el sector agropecuario como la dependencia alimentaria en más de 60 por ciento, elevados costos de producción, pobreza rural, migración, desintegración familiar y abandono.
Hoy, se orienta a México desde el exterior a la reconversión productiva bajo el modelo de agronegocios, sustituyendo la producción de granos básicos y oleaginosas por cultivos de alta rentabilidad económica de exportación, como la fiebre de producción de berries o el agave mezcalero que están provocando deterioro de los recursos naturales, agotamiento de los mantos acuíferos, pérdida de fertilidad natural, presencia de nuevas plagas y enfermedades, contaminación de los suelos, acaparamiento de tierras mediante contratos leoninos; tal como sucede con la empresa norteamericana Driscoll’s, líder mundial del mercado de fresas, arándanos, frambuesa y zarzamoras; o las tequileras que ahora les dio por producir mezcal.
La pequeña agricultura o agricultura familiar, se enfrenta a constantes amenazas, limitando su desarrollo y expansión; no obstante, su contribución es maravillosa en tanto que de los 570 millones de granjas existentes en el mundo, 88 por ciento son granjas familiares, lo que hace de la agricultura familiar el principal modo de producción agrícola del planeta y la mayor fuente de empleo; además de producir 80 por ciento de los alimentos del mundo. En México existen 5.4 millones de Unidades de Producción Rural, de las cuales 81.3 por ciento son del estrato de agricultura familiar. Su eficiencia supera a la agricultura industrial usando menos superficie y menos recursos.
También puedes leer: La hipocresía neoliberal
La agricultura familiar es el modelo alternativo milenario que representa una fuente local de abasto alimentario y de ingresos, la familia es la unidad social y económica más importante en el sector rural mexicano y el motor de funcionamiento de este sistema productivo. Su contribución socioeconómica, tecnológica y agroecológica, está vinculada al arraigo y la identidad con la tierra, a la parcela, a la autosuficiencia alimentaria, a la creación de empleo, a la conservación de los recursos naturales, a la biodiversidad y reservorio fitogenético, a la preservación de las tradiciones culturales, a la diversidad multiétnica, así como al valor y uso del conocimiento e intercambio de saberes ancestrales, a la vida económica y productiva, a la gobernabilidad, entre otras tantas cosas que ocurren en su territorio.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, declaró el “2014, Año Internacional de la Agricultura Familiar”, hoy a diez años de su reconocimiento en el mundo, resulta trascendente recordar algunos hechos: las pequeñas y medianas fincas agrícolas campesinas, son la espina dorsal económica y social de la agricultura en el mundo, la más poderosa del planeta, por lo que, se destaca que el mayor aporte está en la intensidad del trabajo y no en el capital.
Hoy, el gobierno de la 4T ha privilegiado a la agricultura familiar denominada oficialmente “Agricultura en Pequeña Escala”; es decir, hablamos de productores de hasta 5 hectáreas que son la inmensa mayoría en el país. No obstante, sus desafíos siguen siendo intensos, no basta con el impulso al Programa de Producción para el Bienestar o el Apoyo en Fertilizantes; sigue pendiente el impulso a una política agroalimentaria integral con miras a la autosuficiencia nacional de producción de alimentos frescos nutritivos, accesibles y asequibles para toda la población; la conservación de los recursos naturales y el mejoramiento en las condiciones de vida de la población rural.
Pese a los embates de las políticas neoliberales, y algunos escépticos del mundo globalizado que apuestan a su desaparición por considerarla anacrónica; la agricultura familiar está presente como sistema sostenible, social, cultural, ambiental, humano y como la mejor estrategia de vida en el mundo rural.
Te podría interesar: Desprecio por el pueblo