Nacida en 1900, nieta del general Rafael Velarde, quien fue amigo del ex presidente mexicano Benito Juárez y combatiente contra las tropas francesas en 1862, Adela Velarde Pérez fue una enfermera proveniente de Ciudad Juárez, Chihuahua que, aun perteneciendo a una familia acomodada, tuvo la convicción de hacerle frente a la desigualdad social y unirse a la Revolución, Mexicana con tan sólo 15 años de edad.
Durante el conflicto armado de 1910 a 1917, las mujeres soldado, o soldaderas, fueron partícipes de la causa y sentaron las bases del feminismo en el país.
Entre todas las heroínas que permanecieron a las sombra de la figura masculina, pese a que prácticamente llevaban a cabo las mismas hazañas que sus compañeros, destaca una historia en particular: la de la soldadera Adela Velarde Pérez, de familia acomodada, quien, con tan sólo 15 años de edad, le brindó su ayuda a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca y se incorporó a las fuerzas del Brigadier Domingo Arrieta, en la División del Centro en Durango.
José Alberto Galindo, historiador mexicano y autor de “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita” menciona que poco después de unirse a la revolución, “Adelita” conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Francisco Villa, con quien inició un romance.
Ambos tenían el sueño de casarse, pero Gil del Río murió en 1914 durante la Batalla de Gómez Palacio.
La romantizada leyenda dice que Adela encontró en la mochila de su amado los versos que darían vida a uno de los corridos revolucionarios más emblemáticos: “La Adelita”, el cual Gil se lo habría dedicado a ella antes de morir. Aunque, claro, no es la única versión que circula.
En el libro “Los rostros de la rebeldía Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910-1939”, de la autora Martha Eva Rocha Islas, se cita una entrevista con Adelita y la reportera Ana Cecilia Treviño para Excélsior, en 1948, en donde Adela señala que el corrido tenía originalmente sólo 3 estrofas. El resto de la creación se le ha adjudicado a Guadalupe Barajas Romero, originario de Pátzcuaro, Michoacán.
En 1941, Adela recibió la Condecoración al Mérito Revolucionario, y, en 1965, se casó con el coronel Alfredo Villegas, con quien se mudó a Estados Unidos, donde residiría hasta su muerte, en 1971.
El nombre, el sacrificio y la trágica historia amorosa de Adela Velarde fueron acuñados y representados por la resistencia y coraje de aquellas mujeres que, entre ametralladoras y fusiles, rompieron los roles sociales de sumisión de aquella época e incursionaron como rebeldes en el campo de batalla y en el aspecto intelectual.
El gobierno de Venustiano Carranza hacía hincapié en que las soldaderas sólo llevaban a cabo tareas domésticas; algo que también hubieran hecho si se hubieran quedado en sus hogares. Además, ofrecía una pequeña pensión sólo a las mujeres que fueran familiares de soldados caídos.
“Las Adelitas” no sólo fueron “acompañantes” de los varones y su labor no se limitó a ser el sostén de la alimentación de las tropas, cuidar de sus hijos y disparar las carabinas. Ellas fungieron como espías, transportaban municiones, eran agentes confidenciales, enfermeras, propagandistas y líderes de los ataques armados, muchas veces, sin que los hombres estuvieran presentes.
Muchas de “Las Adelitas”, apenas han salido del anonimato. Cada 20 de noviembre es común que se enaltezca el nombre de los Caudillos Francisco Villa o Emiliano Zapata, pero el sistema patriarcal deja fuera a Carmen Parra de Alanís, quien prestó servicio bajo las órdenes del general Antonio Villarreal; Carmen Vélez, destacada por haber comandado a 300 hombres que operaban en Hidalgo, Tlaxcala; Petra Herrera, quien, al estilo de Sor Juana, no dudó en luchar disfrazada de hombre bajo el seudónimo de Pedro Herrera; o Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, periodista y sufragista que exigió al gobierno de Francisco I. Madero el voto de las mujeres.
A las “Adelitas” no sólo se les debe el sostén de la retaguardia y la moral de las tropas. Sin ellas y su determinación frente a la adversidad, el movimiento revolucionario no habría sido posible. Gracias a ellas se gestó en 1916 El Primer Congreso Feminista en Mérida, Yucatán, organizado por la profesora Consuelo Zavala Castillo, al que asistieron 620 delegadas.
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