A un año y tres semanas de la aparición del socavón en Juan C. Bonilla, el hundimiento ha dejado de ser motivo de interés para vecinos y personas de otros lugares que acudían por decenas a observarlo. Incluso los negocios que florecieron gracias a la curiosidad del fenómeno, hoy han cerrado sus puertas.
La Jornada de Oriente ayer hizo un recorrido por los campos de cultivo de Santa María Zacatepec donde se halla la oquedad, la cual está cercada en un perímetro de 2.5 hectáreas para vedar el acceso al área de riesgo. A una distancia prudente, un camión tipo camper sirve como estación de monitoreo para personal de la Coordinación General de Protección Civil. Además, en una camioneta de la Policía Estatal, elementos de la corporación hacen patrullajes frecuentes.
Empero, la vigilancia no parece hacer falta, porque los campesinos con tierras colindantes a la malla ciclónica, se dedican solo a sus faenas y además hace meses que no se presentan visitantes para tratar de acercarse a la oquedad, a decir de vecinos como Eulogio Ignacio López García.
Primero hasta lo disfrutaron
López García contó ayer que atestiguó el génesis del hundimiento. Recordó que eran cerca de las 7 de la noche del sábado 26 de mayo de 2021 cuando se escuchó un estruendo y luego, cuando la gente salió de sus casas a ver qué pasaba, se percataron de la aparición espontánea de un hoyo de no más de un metro de diámetro que echaba borbotones de agua caliente, a semejanza de un géiser.
Fueron como cinco minutos de borbollones y luego la expulsión del líquido cesó. A la mañana del domingo siguiente, el 27 de mayo -según el testimonio del labriego de 57 años-, el diámetro del hoyo era de unos 10 metros y su profundidad de no más de metro y medio. La gente, sobre todo mujeres y niños, se metían a disfrutar del agua y resbalaban divertidos en las orillas que se deslizaban aumentando las dimensiones del socavón.
Para el lunes 28 el asunto se tornó grave, porque la oquedad ya tenía 30 metros de diámetro y unos 5 de profundidad. Fue entonces que las autoridades de Juan C. Bonilla alertaron al gobierno estatal y el 29 de mayo de 2021 se dio a conocer al mundo la existencia del socavón que, según la medición oficial más reciente, tiene un diámetro de 126 metros en su eje mayor, 114 en el menor y 45 metros de profundidad.
El resto es historia de sobra conocida: en lo días subsecuentes medios de Puebla, México y extranjeros acudieron a la zona, miles de curiosos fueron a ver lo que sucedía, el socavón se tragó una casa, algunos perritos se introdujeron en su interior y por la presión social tuvieron que ser rescatados, en los hogares aledaños se abrieron restaurantes, bares y miradores para aprovechar la presencia de visitantes.
Y aunque la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) hicieron, cada cual por su lado, estudios sobre el origen del fenómeno, los resultados conocidos hasta ahora no se pueden dar por concluyentes, aunque organizaciones como el Comité de Pueblos de la Región Cholulteca no tienen duda de que la generación del socavón es resultado de las empresas asentadas en el corredor industrial de Huejotzingo, el aeropuerto internacional Hermanos Serdán y la empresa embotelladora de agua Bonafont.
Eulogio Ignacio López García discrepa: “Esto es cosa de dios, solo él sabe por qué lo hizo y así está bien, no hay que preguntar más”.