En una conversación, el antropólogo Julio Glockner y el periodista Aurelio Fernández recuerdan la ocasión en que, acompañados por amigos entusiastas de la montaña, subieron al Popocatépetl para conocer no solo su geografía volcánica sino su faz: aquella otorgada por el pensamiento de los pueblos que habitan sus faldas, que han convivido y vivido con él, que dialogan e incluso, a través de los tiemperos, les deja saber sus necesidades, dolencias y deseos.
La plática grabada que puede verse en las redes sociales y la página de La Jornada de Oriente se da cuenta de un momento vital: aquel ocurrido en junio de 1989 cuando en el periódico La Jornada apareció un reportaje sobre el culto a los volcanes denominado Los volcanes y los hombres.
Aquel reportaje, recordó, fue propuesto a Carlos Payán, director de La Jornada, por quienes buscaban fundar a La Jornada de Oriente en Puebla y Tlaxcala para convencerlo de darle su respaldo al proyecto. “Al leerlo, Carlos Payán se quedó muy apantallado, vio las fotos de Everardo Rivera y llamó a la editora Dolores Cordero para que saliera un perfil en La Jornada”.
Aurelio Fernández reparó además que en su libro Los volcanes sagrados, el propio Julio Glockner comienza diciendo: “éste libro es producto de un sueño”. Entre el 2 y el 3 de mayo, cuenta el antropólogo, el equipo pasó la noche en el albergue de Tlamacas, Estado de México, a recomendación de Alejandro Rivera, miembro del equipo de entusiastas que caminaron cuesta arriba.
Aquella noche, refirió el investigador, no concilió el sueño: “me despertaba a cada rato, un haz de luz que soñaba yo debía de mantener en el centro de una cosa que era al mismo tiempo un ombligo humano y el cráter, se movía y yo tenía que estar tratando de que ese rayo de luz estuviera en medio y eso no me dejaba dormir, me despertaba a cada rato. Les comenté de este sueño. Cuando conocimos a don Antonio (Analco, el tiempero) al día siguiente, me fui de espaldas cuando nos dijo que íbamos a subir al ombligo, y nosotros no sabíamos a dónde íbamos (…) si le doy vuelo a una cosa mística, puedo decir que fue una premonición; yo estas cosas no me las creo, pero sí fue una coincidencia impresionante”.
En ese sentido, Aurelio Fernández mencionó además que en 1986, cuando trabajaba con alfabetizadores de varias escuelas de Puebla y Ciudad de México, se encontraban en San Buenaventura Nealtican y en San Mateo Ozolco.
“En las asambleas nocturnas cada uno informaba lo que había hecho y todos recurrentemente llegaban a decir que les habían contado que se hace una ceremonia al volcán (…) Nunca había oído eso (…) Le dicen Gregorio, dicen que se aparece en su caballo blanco, que le hacen una ceremonia”, contó el director de este diario. Aquella historia, prosiguió, se complementaba con otra: la contada por Estefanía García, una alumna que dijo que su abuelo don Trinidad había sido tiempero de Nealtican recordando la forma en que ahuyentaba al granizo: con un círculo de cal y dos metlapiles, y que en realidad su nombre en náhuatl era tlatachque, el que trabaja el tiempo, el que sabe leer el tiempo (meteorológico), el que sabe atender al volcán.
Toda esta información, apuntó, fue parte del reportaje de 1989 el cual, por primera vez, llevó a las urbes el nombre de Gregorio, como se le conocía al volcán Popocatépetl, pues si bien se sabía que había graniceros en el Estado de México, una aportación del antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, no se sabía que de este lado del volcán se les llama tiemperos o quiaclaxques.
Años después, gracias a la UAP y a Francisco Bada, se hizo una reproducción ampliada del reportaje de 1989 con dos artículos nuevos y más fotos, que se distribuyó ampliamente entre los suscriptores de La Jornada. Uno de esos artículos fue Misioneros del temporal, avances de una investigación financiada por los desaparecidos Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes entre 1989 y 1999, de Julio Glockner, con una introducción por los 11 años que habían pasado entre una publicación y otra, misma que este 2023 cumple 34 años de haber salido a la luz.